Desempolvando a Carrasquilla
Artículo destacadoPor Carlos Uribe de los Ríos
jueves 17 de enero de 2008 6:02 COT
Don Tomás Carrasquilla –de quien celebramos los 150 años de nacimiento– está entre los primeros de la lista de consagrados de la literatura que se ha escrito en Colombia. Casi nadie se atreve a discutir eso. Pero aparte de los eruditos y expertos en el tema, quienes persisten en leerlo y analizarlo en su riqueza y diversidad, lo que el país ha hecho con el maestro, desde su muerte en 1940, ha sido más una tarea de olvido.
Quienes se acuerdan de Carrasquilla hoy, contadas excepciones, lo hacen apresuradamente alrededor de su sesquicentenario. Ahí sí aparecen los funcionarios y ciertos comentaristas para prodigar alabanzas y repetir lugares comunes. La verdad es que las entidades del Estado encargadas de la promoción de la cultura y del mantenimiento adecuado de sus valores, en sus diversos niveles, no han hecho mayor cosa por mantener viva la memoria y el legado de Tomás Carrasquilla.
Los desafueros desde la escuela
Preocupante, por lo menos, resulta la práctica inveterada de profesores de español y literatura del país, también con sus excepciones, claro, quienes año tras año han hecho cuidadosamente lo posible para que sus estudiantes odien a Tomás Carrasquilla y no se vayan a interesar nunca en alguna de sus obras. Me explico: gozamos en Colombia de una pedagogía insólita para el acercamiento de los estudiantes a la buena literatura que da como fruto exactamente lo contrario, el alejamiento definitivo de los libros y de la lectura.
Los maestros, guiados por su buena intención y por un programa oficial que apenas ha cambiado en lo formal en los últimos 40 años, obligan a sus alumnos a leer libros para los cuales no están maduros, 350 páginas por primera vez, sin piedad ni información previa indispensable. No se les ha explicado, no se les ha motivado ni leído, no se les ha inducido a la lectura voluntaria, a la decisión más personal y afectiva, al entusiasmo. La obligatoriedad porque sí, el reglamento, el gusto del profe –que por lo general tampoco ha leído mucho– y el sentido repetitivo del programa, que apenas pide resúmenes y exige aprender de memoria lo que dicen otros, se vuelve un arma letal contra la literatura y contra la lectura en general.
Esa suerte ha corrido por generaciones don Tomás Carrasquilla, en compañía de otros autores y de obras bien reconocidas por los estudiantes. Si un maestro obliga a sus alumnos a leer El Carnero, de Rodríguez Freyle, por caso, sin mayor preparación sobre la época, sobre el autor, sobre ese tipo de escritura, sobre el tema, el resultado será necesariamente un grupo entero enemigo de la obra y de cuanto autor toque leer o sugiera en adelante el profe. Lo mismo ha sucedido con La Marquesa de Yolombó, con Frutos de mi tierra y otras obras de Carrasquilla; con María, de Isaacs; con La Vorágine, de Rivera; con diversas obras de Mejía Vallejo, y hasta con las de García Márquez. Cuando no es que los alumnos terminan leyendo obras flojas de Vargas Vila o las novelas de Soto Aparicio.
Esta práctica de la lectura obligada de textos sin referencias, sin elementos de juicio, sin explicaciones sobre el autor y su literatura, en relación con las épocas y sus circunstancias, acaba por deformar, una a una, cada generación de estudiantes colombianos. Sinceramente, ¿conoce usted a alguien que haya leído, o ha visto a alguien leyendo una obra Tomás Carrasquilla?
Y claro, los estudiantes se han llenado de recursos para enfrentar sin escrúpulos tal arremetida de sus profesores. Copian de Internet, leen a la carrera resúmenes que publican respetadas casas editoriales y que se rotan eficientemente entre ellos, presentan trabajos de alumnos de otros colegios y, lo que es más lamentable, pagan para que les escriban el ensayo y los preparen para la exposición y para responder las preguntas que harán en la clase.
Un tesoro perdido
Pero el legado de don Tomás Carrasquilla no es solamente su conjunto de obras. La casa donde vivió en Medellín, en el centro, ha servido de sede a cuanto negocio aparece y de milagro no la han derrumbado para hacer un cajón de concreto dedicado a bodegas. Apenas ahora se le pone el ojo y se anuncia su rescate.
Otro ejemplo, la casa museo de Carrasquilla en Santo Domingo ha soportado humildemente el paso de los años y acumulado la indiferencia de propios y extraños. Y si no es porque la periodista Koleia Arvila se ha dedicado a restaurar la memoria y la presencia de Carrasquilla en el pueblo natal del escritor, hoy estarían quitando el polvo de afán para poder pronunciar el discurso y celebrar el sesquicentenario.
En cualquier parte del mundo donde de veras se respete y valore la herencia cultural –de la que permanecen tan orgullosos y conservan tan bien los ingleses, por ejemplo– la memoria de sus hombres y realizaciones más representativas es motivo de preocupación y de apoyo permanentes. Para decirlo de una vez, las casas donde Carrasquilla vivió, en Santo Domingo y Medellín, deberían estar restauradas y conservadas y mantenidas por el Estado. Y convertidas en museos gratuitos, representativos, activos, dedicados a la enseñanza de la literatura regional y al estudio de las obras del maestro.
Y el Estado debería responsabilizarse de la reedición y difusión de las obras del maestro, a precios al alcance de todos, mediante una gran colección de autores colombianos que debería estar orgullosamente en manos del Ministerio de Cultura en asocio con los departamentos y municipios. Y en las casas emblemáticas, en este caso, mantener a disposición de estudiantes, profesores, investigadores y expertos cuanta edición de libros, periódicos, revistas u hojas parroquiales se hayan escrito o circulen alrededor de Carrasquilla.
Es más, Santo Domingo, Antioquia, podría convertirse, a través de un proyecto ambicioso de desarrollo alrededor de todo lo que significa y genera su escritor, en un municipio reconocido por el turismo cultural, como sede obligada para todo investigador serio de la literatura colombiana, antioqueña o local, para profesores y estudiantes de todo el país, y para miles de lectores de buena literatura y curiosos de paso.
La polémica sobre don Tomás
La clasificación de la literatura de Tomás Carrasquilla como costumbrista le impuso con los años una especie de manto subvalorativo. Porque todo el costumbrismo ha sido impregnado por ese epíteto. Se piensa en Pereda, el único español que pueden equiparar con el escritor nuestro; se recuerda a los costumbristas bogotanos del siglo XIX y comienzos del XX, y sobre todo, se asocia el término con una escritura que hace énfasis en lo local y popular, tan exquisitamente local que la lectura exige cuidado y a veces marchas lentas.
Sus detractores han sostenido que ese regionalismo lo limita a los lectores de una zona, restringe su público y le resta universalidad. Pero Carrasquilla supo transformar lo estrictamente local en tema de interés de todos, gracias a una capacidad de descripción muy propia, detallada y graciosa, y sobre todo, gracias a un lenguaje poderoso, exquisito y preciso, que lo vuelve universal.
Carrasquilla fue además menospreciado por algunos de los escritores bogotanos de su tiempo, que lo consideraban un provinciano. Y el maestro de Santo Domingo pensaba lo mismo de sus rivales, así que no era fácil que en este contexto se generara por la obra del antioqueño un interés justo que llevara su prestigio bien lejos de su tierra. Si no es porque el profesor canadiense Kurt Levy (Vida y obras de Tomás Carrasquilla, Medellín, Bedout, 1958) escribiera una biografía crítica que devolvió la atención sobre el maestro, en Colombia muchos menos se acordarían hoy del escritor y de sus libros más sobresalientes según los críticos, La Marquesa de Yolombó, Frutos de mi tierra y buena parte de sus Cuentos.
Don Tomás Carrasquilla fue un escritor capaz de recoger anécdotas simples y sencillas, de la vida cotidiana, y convertirlas en historias perplejas, intensas, hermosas. Maestro del detalle, de la descripción en filigrana, de la palabra apropiada, con la ventaja de que sabía mantener siempre el interés del lector. Irónico, despiadado a veces, tierno cuando tocaba y dueño de la intensidad indispensable para que una historia del común se convirtiera en un relato cuidado y apasionante.
La invitación obligada en esta conmemoración, finalmente, es rescatar a Tomás Carrasquilla en todo lo que nos ha legado. Se trata de una herencia de los colombianos, de los latinoamericanos, de la cultura en lengua española. Reeditándolo, leyéndolo y reviviendo sus espacios familiares, sus cosas, sus manuscritos, las ediciones de sus obras, y recogiendo la crítica, las innumerables tesis de grado que se le han dedicado y todo lo que le es cercano, devolveremos su prestigio y presencia al lugar que merece, pero en serio, de una manera viva, palpitante.
jueves 17 de enero de 2008, 09:23 COT
Carlos:
Muy buen artículo. En un ensayo de Juan Guillermo Gómez García que leía hace poco, se planteaba que su costumbrismo era aparentemente conservador y provinciano (reflejado expresamente en su obra Hace tiempos). Sin embargo dicha postura más bien cuestionaba de forma casi irónica el esnobismo y falta de tacto que tenía la burguesía antioqueña de la primera mitad del siglo XX. Eso me llamó mucho la atención.
Como verás hasta ahora yo también estoy empezando a conocer a Carrasquilla.
Saludos!
jueves 17 de enero de 2008, 11:09 COT
Precisamente como iniciativa interesante para los que estamos “conectados” creo que vale la pena resaltar que en Altair todo el dia habra un maraton de lectura con las obras de Carrasquilla. Bonita forma de seguir conociendo a este escritor http://altair.udea.edu.co/.
viernes 18 de enero de 2008, 07:17 COT
Es una lástima la falta de difusión que su obra ha encontrado en España, donde constituye una proeza encontrar algún ejemplar de sus libros.
sbado 19 de enero de 2008, 14:17 COT
Felicitaciones al autor del artículo, a equinoXio y a Altair por aprovechar este aniversario para destacar la importancia de un escritor que legó una obra importante a la humanidad y que con sagacidad algunos han comparado con la de Galdós en España.
sbado 19 de enero de 2008, 23:19 COT
Me uno a tu sugerencia para el reconocimiento en forma de Tomás Carrasquilla por parte del Estado. Ya está en mora de que se haga.
Sobre los afueros de la escuela, mejor no pudiste haberte expresado, la causa de la pereza por la lectura por parte de los estudiantes tiene como causa a muchos profesores, valdría la pena revaluarlo a nivel eductivo.
Mi admiración por este escritor Antioqueño q.d.e.p. y recibe tú Carlos mi abrazo desde Medellín!
domingo 20 de enero de 2008, 05:58 COT
“ANTIOQUIA…ANTIOQUIA…NO SABEN LO QUE ES ANTIOQUIA” ESAS FUERON LAS ÚLTIMAS PALABRAS DE TOMÁS CARRASQUILLA, DE QUIEN ME HONRO EN SER SU COTERRÁNEO. Tomás Carrasquilla en su justa dimensión y proporción es la máxima expresión del Costumbrismo en Colombia. Nadie como él para retratar con su imaginación toda nuestra idiosincrasia.
domingo 20 de enero de 2008, 23:29 COT
Para recordar uno de sus más bellos cuentos llevados al teatro muchas veces : A LA DIESTRA DE DIOS PADRE. Es la más bella representación más que del costumbrismo, de la vida misma.
Gracias por este buen texto que refleja tantas realidades sobre el acto de leer y de cómo los maestros son culpables de que los alumnos no lean.
Hoy me encontré este texto en EL COLOMBIANO. Dejo el enlace
Saludos desde la Perla del Otún.
lunes 21 de enero de 2008, 16:21 COT
Buen articulo sobre Tomás Carrasquilla, lo consideramos en “alma de Antioquia” muy el padre del costumbrismo, con el se ha hecho un trabajo importante en ele teatro como es” El ánima sola, “A la diestra de dios padre”, San Antoñito, “La guariconga” ect. Diversos actores y directores han degustado de la obra de tan ilustre personaje. los felicito por tan elegante articulo. memo de San Javier La Loma, Medellín – Colombia.
mircoles 23 de enero de 2008, 16:32 COT
Aclaración…
Claudia Arroyave (Koleia Arvila), periodista que ha movido el tema y el sesquicentenario de Carrasquilla, hace una aclaración importante sobre la casa donde vivió el maestro en Medellín:
“Resulta que la casa donde don Tomás vivió en Medellín ya no existe…Pues la demolieron hace siete años y construyeron allí lo que vos temías: una mole de ladrillo y cemento. Hoy es el Hotel Lucena, o mejor, Motel Lucena, porque los servicios de las habitaciones acaban de ajustar”.
Queda pues rectificado el dato que yo había tomado de un periódico de Medellín.
Carlos Uribe de los Ríos
lunes 4 de febrero de 2008, 18:33 COT
APESAR DE K TENGO MUY POCA EDAD Y K ES PRIMERA VEZ O BUENO SI COMO 5 O 6 VES K OIGO HABLR DE TOMAS CARRASQUILLA ME PARECE K ES UN SEÑOR K SIGNIFICO MUCHO PARA EL PAIS YA K GRACIAS A EL MUCHA GENTE PUDO MATAR TIEMPO LEYENDO COSAS K AYUDAN A LA MENTE Y A HACERCE MAS ESPECIALES A LAS PERSONAS K VERDADERAMENTE LES GUSTA LA LECTURA Y QUIEREN PERFECCIONARSE EN LO K HACEN ES UN SEÑOR K VALIO MUCHO LASTIMA K YA AYA MUERTO
jueves 7 de febrero de 2008, 15:37 COT
Creo que revivir historias y personajes le hace mucho bien a un país como este que respira extranjerismo. “Cuelgan jeta” al estilo valluno cuando un extraño se les presenta y no perdonan la foto, que va a parar sobre la chimenea o queda colgada de por vida en los salones de palacio. No sucede lo mismo con los ilustres maestros nuestros que sin mediar explicación ocasionan desprecio y muchas veces odios. La gente de este territorio se condeno así misma al olvido convirtió el arduo trabajo en ballenato para vender y así adquirir chispas de diamante entre los dientes; la gente, de esta mi Colombia, dejo hace mucho tiempo de venerar a sus muertos, solo pasean el dolor cuando el fiambre está calientico, después de frio no importa más, pues eso de recordar cuando se tiene un prontuario de desdichas y mentiras mantenidas a sangre y fuego es muy doloroso , pues eso de recordar que los paisajes antioqueños no son como están, es demasiado frustrante; pues eso de recordar que los ríos llegaban al mar es demasiado difícil de asimilar. Gracias por esa alusión a un ilustre muerto
martes 26 de febrero de 2008, 21:04 COT
me parese mut chevre desenpolvar la memoria de
eate gran escritor como lo fue tomas carrasquilla
jueves 13 de marzo de 2008, 17:41 COT
este articulo es demasiado bueno
domingo 23 de marzo de 2008, 17:51 COT
TOMAS CARRASQUILLA:
ES Y SERA ORGULLO DE MUESTRO PAIS,PLASMO AL IGUAL QUE LOS GRANDES LITERATOS,NUESTRAS FANTASIAS MAS PROFUNDAS Y REPRIMIDAS QUE NO ENCUENRAN MAS SALIDA QUE LA IDENTIFICASION CON LAS FANTASIAS HUMANAMENTE GENERALES DE LOS ESCROTRES.
martes 29 de abril de 2008, 12:42 COT
todo sobre tomas carrasquilla me a parecido que fue una persona que todo lo que qeria lo lograban y desde luego que fue muy inteligente y su autonomia de acer bien las cosas lo llevo hacer mucho mas reconocido yeso me deja una leccion bastante intelijente
sbado 14 de junio de 2008, 05:26 COT
Excelente artículo. Poco a poco se va develando el rostro de uno de los grandes genios de la literatura latinoamericana. Carrasquilla es la pieza clave para entender el desarrollo de la escritura en Colombia y especialmente en el occidente colombiano. La etiqueta del costumbrismo ha sido tan falsa como cierta la indiferencia con la que se trató en vida y después de muerte a un hombre maravilloso. Las obras de Carrasquilla van más allá de cuadros de costumbre como se pretende y si bien estos tuvieron una gran incidencia en sus escritos debido a que nació a mitad del siglo XIX (vivió exactamente entre los dos locos siglos), su trabajo rompe el esquema quietista de dicho género para urgar en la psicología del pueblo simple con los dedales de la ironía antioqueña y un estilo inigualable. La prueba más contundente de ello es que fue amigo de los modernistas como El Brujo de Otraparta Fernando González, León de Greiff, Ricardo Rendón… Ya González recibió una gran influencia de su obra en su propio trabajo y como González a su vez influenció a otros como al Profeta Gonzalo Arango, ya se puede ver hasta qué punto está Carrasquilla a la raíz del pensamiento criollo.