El candidato a la presidencia de los EUA Barack Obama se confiesa ambiguo en su discurso. Esa ambigüedad es innovadora, en cierto modo refrescante en “tiempo de guerras” (Iraq ahora, Afganistán antes y posiblemente Irán después) y para las mayorías desapasionadas por la política. El estilo con el que manda un mensaje se puede interpretar también como la ausencia de absolutos, algo muy contemporáneo, como de un adolescente urbano, radicalmente ambiguo, ni de aquí, ni de allá; esa pulsión tan valida hoy de no dejarse encasillar, de jugársela por un mundo complejo, que no nos retiene en ninguno de los bandos enfrentados. Es el candidato del Partido Demócrata pero se confiesa a favor de ciertas posturas Republicanas y lo más importante aún, no se dejó encasillar como el candidato de las minorías y “amarró”, rápidamente, a la opinión para que su candidatura no se resumiera en una contienda entre “blancos y negros”.