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Yo sobreviví a la gripa porcina

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Por

sbado 9 de mayo de 2009 23:18 COT

FOTO: buho.blogia.com

Nota: El siguiente relato es una colaboración especial de una apreciada lectora, y está basado en hechos reales y fidedignos, relacionados con la famosa gripa pandémica que recorre hoy el mundo. Los nombres de los protagonistas han sido cambiados por la cronista para proteger su identidad; la lectura de este episodio narrado por la dulce Cata nos impone una profunda reflexión sobre la verdadera gravedad del mal y el no menos contagioso afán de informar, que podría estar propagando una peor pandemia de pánico.

Mi Dulce Compañía voló de Bogotá a México la mañana del domingo 29 de marzo de 2009. Luego de arribar al aeropuerto Benito Juárez, tomó un autobús en la terminal de buses para dirigirse a la preciosa ciudad de Taxco, en el estado de Guerrero, donde permaneció por cinco días y cuatro noches en un pintoresco hotel, en el que compartió con más o menos sesenta personas, casi todas de origen mexicano o residentes en México, un interesante seminario sobre radicales libres. Mi Dulce Compañía tiene la particularidad personal de no socializar, mucho menos rumbear, y todavía menos en país extraño. Y no sé si podrá sonar arrogante o ingenuo, pero no rumbea sin mí, la tierna Cata.

Terminado el interesantísimo seminario sobre radicales libres, tomó otro auto bus, me imagino que en la terminal de autobuses de Taxco, para dirigirse de nuevo al DF, obviamente no sin antes cargarse de bisutería para mí. Me compró el molinillo o chocolatero que llaman los mexicas, y que la Dulce Compañía alguna vez había dejado quemar en el fogón. Lo había traído yo a mi regreso a Colombia, luego de todas las vicisitudes que pasé en aquellas tierras mexicanas.

Desde el 3 al 8 de abril permaneció el tipo en el distrito federal, alojado en un hotel 4 estrellas, cercano al aeropuerto. Para conocer el centro, el hombre se desplazaba en metro a los lugares turísticos, las universidades, las librerías, los hospitales y las bibliotecas de su interés, y a algunos lugares arqueológicos situados dentro del casco urbano de esta populosa metrópoli.

El domingo 8 de abril, a las 8 de la noche, arrivó al aeropuerto Eldorado mi Dulce Compañía, donde lo recogí con toda la ternura que me caracteriza; obviamente guardé la desbordante pasión generada por su ausencia para nuestra llegada a casa.

Pero a cambio de la desbordante pasión, ese pobre hombre estaba con una severa congestión nasal y una cefalea importante, perturbaciones que atribuimos a los cambios de altitud, los aires acondicionados de los hoteles y el aire reciclado del avión. No voy a entrar en todos los pormenores eróticos que entraña el reencuentro de dos esposos luego de haber estado separados temporalmente por cuestiones totalmente ajenas a conflictos conyugales, pues este relato busca apuntarle a un tópico médico epidemiológico. En este punto de la historieta, y por si acaso, cabe anotar que la dulce Cata es médica infectóloga y que Mi Dulce Compañía es médico especializado en salubridad pública.

Alrededor de los antigripales comunes (llenos de efedrina) que se venden libremente en todas partes del mundo, aun aquí, donde las normas rezan que para evitar que las amas de casa se droguen o que los procesadores de pepas ilegales los compren para fabricar los menjurjes con que atrofian cerebros que por principio son idiotas, se deben conseguir en el mercado regular, bajo prescripción medica, hecho que para nosotros tampoco seria ningún problema, puesto que nuestras tarjetas profesionales nos permiten comprar lo que nos de la gana…¡oh! me estoy saliendo del tema. ¿O estaré politizando, como siempre, el cuento? Mejor volvamos a nuestros motivos primarios.

Pues a punta de aguepanela con Desenfriol o Dristan, sí, así como lo oyen, a punta de aguepanela y todas esas pepas comunes para la gripa, mi marido pudo mejorar su precario estado general y cumplir inmediatamente con los deberes conyugales. Verdad que había quedado en no hacer disquisiciones eróticas, pero gracias a esos encuentros conyugales, santificando la semana de pasión (de la pasión de Cristo, por supuesto), yo, la dulce Cata, el domingo de resurrección tenía rinofaringitis, faringodinia con escurrimiento mucoseroso posterior acompañado de leve cefalea, síntomas que en la noche me obligaron igualmente a tomar pepas de esas que detesto. Jamás podría llegar a una adicción con estas.

Como pude, logré levantarme el lunes para atender mis obligaciones académicas temprano en la mañana, y como tenía pico y placa, mi Dulce Compañía tubo la especialísima deferencia de dejarme en mi oficina, y no tirada donde mejor me convenga camino a la suya; allí estuve por unas dos o tres horas, hasta cuando finalmente decidí irme porque mis condiciones no eran las mejores: dolor muscular moderado y torácico intenso.

Fue así que cancelé todas las obligaciones socio laborales contraídas con anterioridad, y decidí marcharme a casa, donde quedé tirada en la cama, luego de quitarme apenas los zapatos, sin poder comer, y no propiamente "de quererte a ti": la farigodinia no me lo permitia, pues ni podía moverme por culpa de las mialgias. No sé cual era mi temperatura, pues tampoco soy asidua usuaria del termómetro y además nunca sé de qué se trata, pues pueden ser también los calores de la "meno".

Sudoración intensa y mialgias, probablemente hipertermia, en términos prácticos y clínicos, fiebre, muy alta. Al anochecer comencé a tomar nuevamente pepas de esas que hacen que aunque uno este muriendo por la enfermedad, no le importe. Al día siguiente, martes 14 de abril, también me puse en pie con el objeto de cumplir con mis obligaciones laborales, pero a medida que el día avanzaba, el dolor torácico no me permitía respirar, de modo que a las dos de la tarde decidí cancelarlo todo y regresar a casa. Debo anotar que trabajo en Bogotá y vivo en Cajicá.

Regresé para tirarme nuevamente en mi cama, esta vez sin siquiera quitarme los zapatos; el dolor torácico no me permitía mover adecuadamente el tórax para inspirar ni para espirar; no tengo máquina para medir gases arteriales y si tuviera no lo habría hecho, pero considerando que estaba entrando en hipoxia, decidí en primer lugar tomarme otra pepa de engaño importaculista, y seguir lo más quieta posible, para no hacer consumo de oxigeno mientras mi Dulce Compañía llegaba de la oficina.

Como todos los días de la semana, miento, como todos los días, excepción de seis y las ausencias por estudio en veinte años de convivencia, el tipo llegó a las siete de la noche, se acercó a mí, con la ira que caracteriza a muchos hombres cuando sus esposas están enfermas, a preguntarme como me sentía, mas para buscar motivos para pelearse con los muchachos y poner en tela de juicio mi perturbación de salud, que para otra cosa. Pero se encontró con la sorpresa de que la única palabra que pronuncié como saludo y como respuesta a su pregunta fue "mal"; lo que le queda de ojo clínico a un salubrista público y ocupacional fue suficiente para que se diera cuenta de que, en efecto, yo estaba bien enferma; no gravemente enferma, pero sí enferma, a pesar de que días antes me estaba ufanando de mi fortaleza inmunitaria.

Tomamos entonces la decisión de aplicar un medicamento antiinflamatorio, no esteróideo, de alta potencia, pues por la evolución habíamos concluido desde el día anterior que se trataba de una pleurodinia viral (dolor pleural al respirar causada por la inflamación producida por el virus). El medicamento aplicado en su dosis máxima por vía parenteral surtió rápidamente su efecto y facilitó la resolución del proceso.

Ya para ese momento los periodistas (personajes a los que este inoperante aparato gubernamental les ha dejado las funciones de procuradores, contralores, defensores del pueblo, fiscales, inspectores de vigilancia y control de todo), habían hecho una gran noticia de todo lo que desconocen, hablando de la "mortal enfermedad".

Reflexionando, aunque no tanto, concluimos que yo era el primer caso autóctono colombiano de influenza porcina y que mi Dulce Compañía había sido uno de los muchos turistas que adquirieron la enfermedad en México; que gracias a que santificamos las fiestas religiosas en la cama y no en la iglesia, no habíamos sido vectores de la enfermedad, con proyección social y que, gracias a mi autocuidado, yo tampoco había hecho transmisión de la infección, y hasta la fecha las personas con quienes tuve lejanos contactos durante los días de mi fase aguda, aún están asintomáticos. Conscientes de ello, tomamos entonces la decisión de informar por correo electrónico al Ministerio de la Protección Social, cuya respuesta y reacción aún esperamos. Y ahí termina la historia.

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4 comentarios a la entrada “Yo sobreviví a la gripa porcina”

  1. Bilioso
    martes 12 de mayo de 2009, 16:58 COT
    1

    ¡Eh! ¡Qué ladrillo! Necesito un contador para que calcule cuántas veces se repite “mi dulce compañía” a lo largo de este kilómetro de aburrimiento. Va muy mal esta “revista”.

  2. Sentido Común
    jueves 14 de mayo de 2009, 09:58 COT
    2

    Joven:

    El artículo de marras se escogió por su valor documental sobre un tema de actualidad. Aclaramos que no se trata de la sección literaria de la revista. La mención de Mi Dulce Compañía, epíteto eminentemente sexi-cariñoso, se repite 23 veces a lo largo del escrito y refleja un sentimiento persistente que a algunos les faltó en su infancia: cariño.

    SC

  3. demacles
    lunes 18 de mayo de 2009, 12:33 COT
    3

    A mi si se me hacia, esta enfermedad no era tan grave como lo mencionaba nuestro lumpenperiodismo. Que mal por la organizacion mundial de la salud que llevo a la total ignominia a mexico, sembro zozobra en el mundo y discriminacion sobre el pais manito dandole un golpe contundente al turismo en aquel pais y problemas en materia deportiva (vease copa libertadores).

    Creo que con esto me empieza a sonar aquellas palabras de un medico amigo que nos comento que posiblemente esta enfermedad fue orquestada por las mismas farmaceuticas para vender el tamiflu ese…que vaina…

    Interesante ver este punto de vista de una persona que sufrio aquella enfermedad.

  4. Q.
    viernes 5 de junio de 2009, 13:35 COT
    4

    Querido SC:
    En Chile estamos en etapa de diseminación de la epidemia en la comunidad y las medidas que se toman son de mitigación de la epidemia. Van 360 casos confirmados por laboratorio, se supone que por cada caso confirmado hay 10 no estudiados, habitualmente por ser muy leves. 6 adultos graves y un adulto fallecido. El contagio empezó por personas que llegaron del Caribe y contagiaron a niños de un colegio, luego otro y así. La mayoría de los casos confirmados se encuentran entre los 5 y 14 años. Han sido leves.
    En el lugar de trabajo se contagió la pediatra. Hace 48 horas presentó fiebre y dolor de cabeza, luego dolores musculares y tos aislada. Hoy nos comunicaron que se trata de gripe por el virus humano AH1N1.
    Ya no se trata con antivirales, solo con medidas de aislamiento casero, anagésicos, medidas de aseo y si se complica, se hospitaliza.
    Mi colega ya está mejor, sin antivirales.
    Suerte para Colombia, ojalá no llegue a propagarse tanto como acá.
    Cariños a los EQNX.



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