Un sentido claroscuro: una solución clara
Columnas > Paso sin destinoPor Lukas Jaramillo Escobar
jueves 12 de noviembre de 2009 9:48 COT
El gobierno, como ejecutivo, debe ser un administrador pragmático y estar aquí en el ahora, otros espacios de asesores y los concejos de los municipios deberían de servir para impulsar hoy lo necesario para la siguiente generación. La arremetida del narcotráfico es actualmente el mayor problema de Medellín con una gran expresión violenta que ha empezado a desbordarse de su guerra inicial entre delincuentes.
No me cabe duda que los emergentes poderes narcotraficantes buscan expresar todo su poder violento en Medellín, buscando una tregua con las autoridades y la sociedad. Se trata de narcotraficantes que encuentran ya espacios ocupados por competidores latentes en el Valle, Tolima y el norte de Colombia, y que ven como urgente para consolidar un espacio en ese oligopolio criminal que el alcalde de Medellín haga un pacto de no agresión, para que alguno de ellos consiga hacerse al monopolio criminal.
El alcalde va por buen camino y es la persona indicada para entender esto y no dar el brazo a torcer. Con la determinación política del burgomaestre de perseguir los expendios de drogas y controlar las armas en la ciudad la violencia se incrementa después de diez días de receso. Estos enjambres violentos que sirven para configurar una territorialidad criminal y una retaguardia no se han podido asentar, exhibiendo su desespero, que redunda en debilidad, con acciones violentas.
Escuchando a Hugo Acero, va quedando claro que las autoridades colombianas se han especializado en atrapar capos del narcotráfico y ahora el problema es ése, pero la solución definitiva es desarticular las redes y en paralelo ir creando los desincentivos para que no sean violentas (en ninguna de sus formas).
El Instituto Nacional de Medicina Legal tiene una excelente capacidad técnica que articulada a un mejor trabajo sobre la escena del crimen y a una inversión para el crecimiento del Instituto, estaría en la capacidad de aumentar la tasa de resolución de homicidios. De otro lado, tenemos que tener cero tolerancia con el lavado de activos y cualquier área gris de legalidad, persiguiendo con igual vigor el enriquecimiento ilícito que el narcotráfico. Por último necesitamos una lucha contra la corrupción, primero y más importante, la de las autoridades de seguridad y justicia, luego la de los empresarios y tercero, la corrupción comunitaria.
En conclusión, nuestro problema en el corto plazo es el narcotráfico, en el mediano plazo, los costos sociales y penales de la violencia y, de largo aliento, la cultura de la ilegalidad. La solución, puede depender de todos en un trabajo de hormigas que van mordiendo una panela, incrementando los costos sociales del delito y creando un impacto psicológico al violento con nuestra intolerancia a la muerte; al congreso que legisle para mejorar la cotidianidad de las personas comunes y a las alcaldías (único futuro de la política) que como decía el ex secretario de gobierno, Jesús Ramirez, le ganen “la batalla a la violencia, quitándole, cuadra a cuadra, la ciudad a la ilegalidad”.
jaramillo.lukas@gmail.com