Prozac
Columnas > EscoliosisPor Daniel Páez
lunes 11 de junio de 2007 3:01 COT
En vista de los absurdos comentarios que me indicaban que no debo hablar de lo que no me gusta y que para muchos resulté fascista, amargado e intolerante, decidí comprarme una caja de Prozac. No confío mucho en la naturaleza, por eso no fumo marihuana. Ya lo dijeron los Queens Of The Stone Age: “es mejor vivir a través de la química”. Y Lou Reed, hablando de otra cosa: “no siempre puedes confiar en tu madre”.
He aquí un recuento de las cosas lindas, que me han hecho volver a amar la vida, y que he encontrado gracias a esta maravillosa droga de venta libre y legal.
Antonio García
Aunque ya he expresado en columnas (¿calumnias?) anteriores que camino en zigzag, esta vez no voy a decir que me quiero casar con Toño García; creo que quedó claro que me gustan los yuppies con barba y que montan bicicleta para salvar niños con cáncer. Me refiero a Antonio García Ángel y sus novelas Recursos humanos y Su casa es mi casa. Primero fue Su casa, pero las leí en orden inverso y empecé por Recursos.
Su casa es mi casa es un thriller tipo Raymond Chandler, lleno de acotaciones humorísticas y diálogos cotidianos, ambientado en la Bogotá de finales de los noventa y protagonizado por estudiantes caleños que vinieron a la capital a emborracharse y sacar diplomas que los acrediten como vagos profesionales. Divertida, breve, fresca y rápida. Falla al meter algunos lugares comunes, frases innecesarias y situaciones de película gringa que, obviamente, no sucederían en nuestra capital. Pero vale la pena leerla por las carcajadas que suscita. Lástima el final, era obvio por el punto de vista del narrador y ciertas claves que eso iba a suceder. También, como rockero, me sentí un poco aturdido con la referencia a ciertas canciones y discos que no parecen una banda sonora sino una forma de decir “a mí me gusta mucho la cultura popular”. Por lo demás, me hizo olvidar que estaba bajo el efecto del Prozac y creí que realmente era feliz.
Por su parte, Recursos Humanos es muchísimo más larga y compleja que Su casa. Supongo que muchos ya han escuchado o leído (por ejemplo en el link que puse arriba) que Antonio García la escribió bajo la tutoría de Vargas Llosa y esas cosas. Pues ese detalle es irrelevante: si bien se siente la mano de Vargas en ciertos detalles estructurales (personalmente me remitió a Pantaleón y las visitadoras con la voz de la esposa del protagonista), el libro es auténtico y se aleja incluso de las pretensiones intelectualoides que a veces, por desgracia, atacan al peruano.
La novela se trata, en pocas palabras, de un jefe de Recursos Humanos en una chambona fábrica de dulces. Osorio, el protagonista, por esas idioteces de la humanidad, está casado con una vieja jartísima, odia su trabajo y está enamorado de una amiga de su esposa. Está planeando escaparse, pero a la vez tiene que trabajar en la laberíntica fábrica (que parece pegada con curitas), aguantarse a su mujer y su bebé, descubrir un misterio, dormir, comer, tirar y todo lo que hace que algunos quisiéramos que el día tuviera 50 horas. Sobre todo porque el tiempo apremia y nuestro héroe cuenta apenas con una semana para solucionar su futuro.
Sabiamente divertido, intrigante, muy bien escrito y con un ritmo arrollador, probablemente es el mejor libro que le he leído a uno de los “jóvenes escritores colombianos”: Antonio García no promete, cumple (sin decir que Andrés Burgos o Juan Carlos Garay, entre otros, no lo hagan). Con Recursos Humanos pasé dos días riéndome y pensando que mi vida y mi trabajo no son tan deplorables como pensaba.
Y el Prozac empezó a perder efecto.
Televisión en la radio
Gracias a una entrevista que leyó de David Bowie, un amigo me recomendó al grupo neoyorquino TV On The Radio. No confié mucho, aunque Bowie siempre ha estado en la jugada (llevando de la mano a músicos que van desde Iggy and the Stooges hasta Arcade Fire, pasando por Nine Inch Nails y Placebo), el gusto de Camilo suele irse por un lado que choca con el mío, tanto que ahora que se avecina la cirugía de oído con la que recuperaré la estereofonía, me dijo “a ver si ahora sí empezás a escuchar buena música”. Pero sólo tuve que poner el cover de “Mister Grieves” (original de los Pixies y parte de uno de mis diez álbumes favoritos de la historia: Doolittle) para darme cuenta que TV On The Radio es una gran banda.
Admito que me pirateé su discografía completa, empecé por el divertidísimo y oportunamente sarcástico OK Calculator (ya era hora de que alguien le echara algo de tierra a Radiohead, ¿no?), grabado con un computador portátil y un micrófono monofónico, utilizando el vocoder de una forma mucho más graciosa y creativa que Fitter: Happier en la enorme Robots. Este álbum, que se vendió únicamente en los primeros conciertos de la banda hace 5 años, me llevó a descargar el siguiente. Young Liars es el EP en donde está esa versión doo-wop de la reggae-punk Mister Grieves y ya empieza a mostrar un estilo más sólido: electrónica experimental con elementos de jazz y hip-hop y coros de gospel, sumados a letras sobre el amor (no melosas) y una destreza musical admirable. Por algo será que uno de los miembros de TVOTR es el productor de los Yeah Yeah Yeahs.
Luego viene Desperate Youth, Blood Thirsty Babes, por la línea del EP predecesor, alcanzando puntos gloriosos en canciones como Ambulance. La Nueva York del post-11-S renace con esta banda que puede moverse desde las raíces de los negros hasta un pop que Madonna envidiaría y hacer cosas que harían sonrojar a John Zorn. Y por eso fue que Bowie les echó el ojo, no digo que el camaleón sea un oportunista, pero sabe para dónde va el rock. Si en teoría a los TVOTR se les puede comparar con Soul Coughing, estos tres muchachos (dos negros y uno blanco) sacan la pelota del estadio y logran algo mucho más osado, basándose en ritmos programados y una instrumentación escueta, hacen más ruido que los ocho enmascarados de Slipknot. No puedo pasar de párrafo sin mencionar el EP New Health Rock, tres canciones inolvidables que dejan ávido de más al oyente.
Return to Cookie Mountain es, según mi humilde juicio (ahora que tomo Prozac y que ha pasado casi un año de su lanzamiento), el mejor álbum de 2006, mejor incluso que Information de Beck y Under a Billion Suns de Mudhoney. La banda ya tiene más claro que puede seguir siendo “lo-fi” y concisa involucrando baterías reales, percusión y más voces, incluyendo la de Bowie en el sencillo Province. No sé cuál canción me gusta más, si I Was a Lover, Blues From Down Here o Hours, que son mis favoritas, pero todas las demás son perfectas y hasta tienen títulos fascinantes como Let the Devil In y Snakes and Martyrs. Esta última, incluida en la edición gringa que mandé traer de “las yunaites”, porque me aficioné tanto a TVOTR que ya no me conformo con lo que me brinda Soulseek. Que viva la televisión en la radio, prueba de que el pop puede ser tan bueno y virtuoso como el jazz. Además es mi consuelo para creer que el rock no ha muerto.
Estábamos muertos antes de que se hundiera el barco
De Modest Mouse no voy a hablar mucho, entre otras cosas porque esta banda de Washington contrarresta el efecto del Prozac. Sólo analizaré su álbum más reciente: We Were Dead Before the Ship Even Sank. Otra maravilla retórica, otra deprimente paradoja del Ratón Modesto en su prolija sucesión de álbumes gritones, latosos, talkingheadsudos y alegremente depresivos (de nuevo, en tu cara pecosa Thom Yorke, no hay que vivir chillando para demostrar que el mundo es una mierda –¿sí ven?, Modest Mouse acaba con el efecto del Prozac–). La lista ya es larga, nueve álbumes desde 1996 con Este es un viaje muy largo para alguien que no tiene nada en qué pensar, La fruta que se comió a sí misma, El solitario y superpoblado Oeste, Construyendo nada a partir de algo y Buenas noticias para quienes aman las malas noticias, Modest Mouse es una de las bandas post-grunge más interesantes de la última década, con letras grandilocuentes y un sonido sobrecargado que, a pesar de haber entrado a la disquera Epic (propiedad de Sony) y tener videos maravillosos (incluyendo el reciente Dashboard que es una versión pirata de Piratas del Caribe), sigue siendo un proyecto complejo e intoxicante y no deja de caminar fuera de las aceras de MTV.
Gratamente sorprendido con el nuevo álbum de NIN y esperando con ansias incontrolables el regreso de QOTSA (la publicidad con el bombillo roto, cantando y burlándose de las canciones es de lo mejor), Modest Mouse se ubica en el tope del podio del rock en lo que va del año. Con We Were Dead, parecen seguir por el camino del Good News, diciendo que todo “pudo haber sido peor”, sin dejar de recordarnos que no hay Prozac que valga, que la realidad es más fuerte que un químico idiotizando el cerebro y haciéndonos creer que podemos volar con una sola ala cuando “un ala no es suficiente para irse”. Frases memorables, como siempre con Modest Mouse: “dame bosques tan muertos como para querer estar muerto”, “dijiste “ningún lugar”, pues eso suena como un lugar al que quiero ir, y allá vamos…”, “algún día morirás y alguien, de alguna forma, va a robar tu carbón”, “y me reí en todo el camino al infierno”, “todos los libros que nunca leí se sentaron en mi repisa y se veían mucho más inteligentes que yo” y muchas más por el estilo. El concepto de Modest Mouse partió de un viaje en carretera por la Interestatal 8, llegó a una ciudad en donde no pasó nada, se fue flotando río abajo y llegó al mar y se fue en un barco que se hundió.
lunes 14 de enero de 2008, 21:14 COT
[…] voy a decir lo que ya dije. La música de Modest Mouse es sencillamente adictiva. Estoy de acuerdo con un amigo que dice […]