Ortografía y unidad lingüística
ColumnasPor Fabio Villegas Botero
viernes 15 de abril de 2011 7:31 COT
El viernes pasado analizaba algunos aspectos de la nueva Ortografía. Hoy quiero adentrarme en un criterio nuevo, adicional a los que solían proponer, la “unidad ortográfica”, que colocan como la razón fundamental para rechazar cualquier propuesta de cambio.
En la Introducción hablan de los ideales ortográficos. El primero, supuestamente el fundamental, es el “de coherencia, lo que supone que sus normas no deben presentar contradicciones internas”. El segundo, la “adecuación”, o sea, que: “el sistema de convenciones debe ser en cada momento el más apropiado para reflejar gráficamente los aspectos relevantes del sistema lingüístico que pretende representar”. Finalmente, otro principio, que debería concordar con los anteriores, es el de “economía”. “El ideal constitutivo de las escrituras alfabéticas, esto es, la correspondencia biunívoca entre las unidades del sistema fónico y las unidades de la lengua escrita (un grafema para cada fonema…), es la máxima expresión del principio de economía aplicado al subsistema de las letras”. Pero, en contradicción con los anteriores, añaden: “este objetivo… no siempre se mantiene”.
¿Qué razón tan trascendental pueden exponer para semejante inconsistencia? Hablando de las funciones de la ortografía, dicen que la esencial es: “garantizar y facilitar la comunicación escrita entre los usuarios de una lengua mediante el establecimiento de un código común para su representación gráfica”. ¿No debería ser, precisamente, que haya “un grafema para cada fonema”? Pues bien, al tratar de las propuestas a este respecto, reconocen que con ellas: “se facilita el aprendizaje de la escritura y se favorece la corrección ortográfica sin que esta exija un esfuerzo excesivo”. Más aún: “permitiría destinar muchas de las horas dedicadas hoy a la enseñanza de la ortografía, a practicar otras destrezas encaminadas a mejorar la expresión oral y escrita de los estudiantes, facilitaría el aprendizaje… a los extranjeros” y permitiría: “superar una barrera social que afecta sobre todo a las clases menos favorecidas”.
¿Por qué, entonces no hacerlo? Es vergonzosa la respuesta: “Es notable la resistencia a aceptar cambios ortográficos por parte de quienes con esfuerzo y constancia asimilaron en sus primeros años de formación (ese) sistema de reglas”. Exactamente, la respuesta que dio el literato y académico español, Camilo José Cela, ante la propuesta de nuestro nobel, García Márquez, cuando propuso simplificar la ortografía. Como quien dice: ¿cómo puede permitir una pequeña élite que otros, en especial “las clases menos favorecidas”, tenga más facilidad que ellos para aprender a comunicarse por escrito y no sentirse humillados o medicándoles que le escriban aun lo más íntimo? El instrumento por excelencia de comunicación entre los humanos, en cualquier lengua, y más en la materna, ¿no debería ser el más sencillo, ágil y fácilmente asequible a todos, en especial a los menos afortunados? ¿Esto es unidad?
viernes 15 de abril de 2011, 08:11 COT
Bien vale la pena replantearnos la forma de acceder a nuestro propio idioma, aunque es necesario reconocer la riqueza que tiene el español gracias a la ortografía, ayer por ejemplo me confundía con una palabra que vi en dos contextos: “goticas”. Resulta que lo que se quería decir era “góticas”, de forma tal que la falta de la tilde cambia todo el signifocado, pues de una simple gotita se pasa a la reflexión sobre lo gótico…