Nuestro lunático lado oculto
Ciencia y conciencia > ColumnasPor Thilo Hanisch Luque
mircoles 16 de enero de 2008 14:46 COT
El 20 de julio de 1969, los Estados Unidos de América (USA) ganaron la carrera espacial contra la otrora ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) por nocaut técnico y contundente, cuando lograron protagonizar el primer paso del hombre en la luna con la mítica misión del Apolo 11. Hasta el día de hoy, no hay rival que haya logrado llevar al hombre a la luna, como se sabe. Pero con respecto a la luna, la URSS tuvo un importante premio de consolación 10 años antes, o sea en 1959, y que ha pasado casi desapercibido para la mayoría de ciudadanos de nuestro planeta, y que además -quien lo creyera-, tuvo muy positivas implicaciones para nuestra patria, Colombia.
Pero empezaré por el principio de esta historia, como es lo más conveniente en estas historias espaciales, y para no enredar demasiado mi argumento. Argumento que tiene que ver con el lado oculto de la luna. Ese lado oculto, que al igual a lo que sucede con nosotros los seres humanos, la luna nunca nos permite observar, y que se debe a un fenómeno astronómico denominado rotación sincrónica. Sin embargo, el lado oculto corresponde sólo a un 41% de la superficie lunar total, más o menos. Es decir, un 41% permanecía siempre oculto a la humanidad, en vez de un 50%, como indicaría el sentido común. Ello se debe a otro fenómeno astrofísico denominado las libraciones, para quienes quieran profundizar en este aspecto. El caso es que con la nave espacial Luna 3 la URSS fue la primera potencia en lograr tomarle fotos al lado oculto de la luna. Y es a partir de ese momento, en realidad, que comienza esta crónica.
Como se sabe, la geografía lunar, también conocida como la disciplina de la selenografía, ha sido objeto de observación exhaustivo desde que se inventó el telescopio, por lo que simultáneamente también venía siendo instrumento para homenajes póstumos a grandes figuras de la historia. Los nombres de célebres filósofos, científicos y artistas trataron de inmortalizarse para la posteridad, bautizando los cráteres del lado visible de la luna con sus nombres. Los llamados “mares” ya habían sido bautizados desde la antigüedad, y siempre se ha tendido a ponerles nombres en latín más o menos “neutros”. Por ejemplo el Mare tranquilitatis en donde aterrizaron las misiones del programa Apolo de la NASA, el Mare imbrium, Mare cognitum, etc.
Pero los cráteres son otro cuento. Por supuesto que con los telescopios cada vez de mayor poder de aumento, se hicieron visibles muchos otros cráteres. De ahí que los primeros homenajeados correspondieran a cráteres grandes y personajes más antiguos desde el punto de vista de la cronología histórica. Me explico: Grandes cráteres corresponden a los que fueran también los primeros genios científicos de la modernidad, conocidos como Copérnico, Tycho, Kepler… Claro, los más grandes, visibles desde la Tierra a simple vista, ya tenían nombre. Nombres como los de los cráteres de Platón y de Ptolomeo por ejemplo, grandes intelectuales de la antigüedad. Luego, al aumentar la potencia de los telescopios aún más, se descubrían otros cráteres menos grandes. De ahí que sus nombres tiendan a corresponder a personajes históricos mucho más recientes, y hasta contemporáneos.
Entonces vino la debacle burocrática. Un problema geopolítico de tamaño astronómico –o lunático, según se mire-, y cuya resolución no estaba en manos del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), o algo por el estilo, sino de la Unión Astronómica Internacional (UAI). Bautizar los mares y cráteres del lado oculto de la luna, tratando de darle gusto a todo el mundo. Por supuesto, esta fue una pugna muy intensa. El Politburó soviético cobró su hazaña de ser los primeros en visualizar el lado oculto de la luna, y exigió bautizar uno de los mares como “Mar de Moscú”, o más precisamente, Mare moscoviense, en vista de que los mares no podían recibir nombres propios de figuras históricas. Suena antiguo, ¿no? La tradición ha sido que siempre se ha evitado darles nombres de personajes militares o políticos a los cráteres lunares, o nombres de lugares geográficos terrestres a los “mares” lunares.
Y en este caso se hizo una excepción a medias, para calmar los ánimos, al escoger el nombre propio de la ciudad moscovita, tras mucha presión, para uno de estos mares. Nombrar algunos cráteres con los nombres de importantes científicos de Europa Oriental en cambio, era ajustado a la tradición, además de justo, claro está. Supongo que de ahí vienen los cráteres de Numerov, Obruchev y Perepelkin, pero podría estar equivocado. El caso es que no puede haber un “Cráter de Stalin”, por ejemplo, ni mucho menos podría rebautizarse algún cráter que ya tuviera nombre. Digamos que alguien quisiera renombrar un cráter como el “Cráter de Chávez”, en honor al presidente venezolano Hugo Chávez, precisamente. Por más dinero y poder que se tuviera, o por más referendos que se hicieran, pues no se puede. Ni siquiera podría haber un cráter bolivariano, ni mucho menos un Mare cordobensens o micomandantis. Además cráteres bolivarianos ya hay por doquier, pero acá en la Tierra.
Ahora viene el meollo del asunto. Muchos científicos también se destacaron como políticos, o revolucionarios. Estoy hablando de verdaderos revolucionarios, no personajes que confunden renovación política con terrorismo, muerte y destrucción. En Estados Unidos por ejemplo, tenemos al genio, político e inventor Benjamín Franklin. En ese caso se hizo una excepción a la regla, pues Franklin< ciertamente, tiene su cráter. No así en el caso colombiano deFrancisco José de Caldas, el que fuera gestor y director del primer observatorio astronómico moderno de Latinoamérica, y nombrado por José Celestino Mutis, el padre de la Expedición Botánica por consejo de un amigo personal de este último, el explorador y geógrafo alemán, Alexander von Humboldt. De hecho Humboldt le vendió sus equipos para mediciones astronómicas a Caldas. Y de hecho Humboldt también tiene su cráter lunar, pero Caldas no. Cosas de la burocracia.
La UAI quedó en deuda con Colombia. En este orden de ideas, la UAI en cambio decidió bautizar uno de los cráteres de setenta y cuatro kilómetros de diámetro del lado oculto de la luna en honor a otro científico latinoamericano, quien además fue un verdadero investigador de este satélite natural, y tuvo que saltar matones para evitar se le asociara con algún bando político en litigio durante la cruenta Guerra de los mil días, esa por la que se dice se perdió a Panamá. No por ello el bienestar de la nación colombiana jamás dejó de ser uno de sus más íntimos y sinceros intereses, como lo demuestra su biografía. Científico y humanista cuya foto es conocidísima en Colombia. De hecho se trata de una imagen de la cual la mayoría de nosotros quisiéramos llevar muchísimas copias en nuestros bolsillos, así no nos interesara la astronomía en absoluto.
Se trata del rostro del astrónomo colombiano Julio Garavito Armero, sí, ese señor que sale en los billetes de veinte mil pesos colombianos. Y en este caso, siempre se han sabido las coordenadas del Cráter de Garavito: 47.5° latitud sur, 156.7° longitud este. Se halla cerca al cráter del escritor Julio Verne y al suroccidente del Mare ingenii (mar del ingenio), y muy pero muy lejos de la influencia del Mare moscoviense, y muy cerca del cráter del matemático alemán Leibnitz, entre otros cráteres importantes. El problema es que no podemos ser testigos directos de este homenaje, excepto mediante las fotografías y mapas que las naves espaciales convertidas en satélites provisionales nos han proporcionado. Eso sí, es muy grato saber que del lado oculto de las personas, al igual que del lado oculto de la luna, no siempre se esconde el lado oscuro. Que no lo podamos ver es otra cosa. A veces lo mejor de nosotros, y lo mejor de muchos colombianos, se halla oculto. Las coordenadas de ese mundo oculto empero, no son secretas, como pueden ver. Sólo hay que saber llegar.
jueves 17 de enero de 2008, 22:09 COT
Hola jefe. De nuevo por aquí.
Viendo el movimiento mensual de la luna que produce la libración, como se ve en el enlace de Wikipedia, se entiende por qué algunos proponen que la primera base o puesto lunar sea en uno de los polos (además de la posible existencia de agua). Ya hasta se tienen diseños para a base lunar en el polo sur. Y hasta se habla de El lado verde de la luna.
Los optimistas ya puede escoger el traje necesario. Pero, en serio, aparte del dinero, las nuevas generaciones deben olvidarse de la física de Hollywood, pues así exista un atractivo económico en el fondo, con los niveles actuales de ignorancia generalizada en el país del norte, y los programas espaciales de las nueva potencias, es probable que los primeros en llegar no hablen inglés, (y menos chichombiano).
Saludos.
viernes 18 de enero de 2008, 16:22 COT
Aturdido y confuso: buenísimos sus enlaces –como siempre-, y ha condensado más información en un párrafo que yo en varios artículos… 🙂
Me gustó especialmente el de la base lunar. En cuanto a trajes, ya escogí un modelo Odisea del espacio 2001, pues soy más bien convencional y tradicional en lo que a moda espacial se refiere. Tendré todo listo para cuando me gane mi viaje destapando gasesosas Postobón y que vendrá con alguna de las tapas premiadas, espero. Los asiáticos “sólo” requieren un buen cohete, el resto podrían desarrollarlo sin problema con su tecnología actual, o incluso ya lo tienen, sobre todo los japoneses que son amos y señores de la robótica. De hecho yo creo que enviarían máquinas primero a construir el hábitat, o parte de él. Pero por lo de los cohetes yo creo que aún se demoran un poquito… Ciao.
viernes 29 de febrero de 2008, 18:29 COT
si el mar no exsistiera no sacariamos la sal, seria un desierto y no podriamos cultivar sin no hay agua