Movilizarte, agazaparte y desinteresarte
Columnas > Paso sin destinoPor Lukas Jaramillo Escobar
mircoles 4 de marzo de 2009 21:34 COT
El tema de la desmovilización, mejor manejado por allí y peor por allá y siempre como uno de esos males necesarios, también como esos procesos donde siempre habrá algún problema que tendremos que olvidar si recordamos la peor opción de no haber hecho nada, está mal planteado desde un comienzo.
Los desmovilizados, como aquellos que cuando estuvieron incorporados a una organización armada desplazaron a varios, nunca estuvieron muy movilizados, casi siempre estuvieron petrificados por el miedo. Pertenecieron a familias donde el maltrato infantil causaba miedo, vivían en zonas o barrios donde se vivía una fuerte zozobra y en el mejor de los casos sólo estaban desempleados, viviendo el estupor de la falta de movilidad de los que no tienen un futuro.
El desplazado entonces fue capturado antes y atrapado por la violencia, por un conflicto que no era el suyo y comparte procedencia y origen con muchas más que fueron sometidos a un ordenamiento del tirano que, por desventura, les tocó. Los actores del conflicto, más que bregar a desplazar, crean territorialidades a partir de lealtades, inmovilizando poblaciones bajo el arbitrio infranqueable de la violencia.
La única tarea, y también la más profunda antes que esforzarse por desmovilizar, debe ser desincrustar a alguien, no sólo de un cuerpo armado (una red delincuencial o un ejército ilegal), sino de una cultura donde la moto, el fierro y la pelada son también el ruido del que no argumenta, el poder de dar miedo del que no crea y la posesión del que no ama.
Es así como vendría bien trabajar por los que no se pudieron desplazar (amarrados por la miseria y las armas a un territorio) y movilizar cuerpos y mentes de aquellos que les ha cerrado las puertas un país que expulsa y llevan a cuesta la mala educación de vivir el encierro de un ejército. Quizá al final tendremos caminantes que nos desplazan a mejores páginas y desincorporados de la violencia que se vuelven huidizos para el odio y la codicia.
viernes 6 de marzo de 2009, 08:30 COT
La perspectiva que propones me parece muy lúcida y el texto alumbra con bella luz hacia rincones olvidados o escondiddos y que la mayoría no se atreve a escudriñar o siquiera mirar.
La tarea para quienes quisiéramos incidir en este presente tan doloroso sería: ¿cómo implementar en la práctica esta excelente propuesta?. Sobre todo en una comunidad nacional como la colombiana que se acostumbró a solucionar de manera violenta sus conflictos y donde plantear lo que planteas suena tan foráneo como aprender finlandés o mandarín?