¿Malos narcos y buenos narcos?
Columnas > Paso sin destinoPor Lukas Jaramillo Escobar
viernes 31 de julio de 2009 17:05 COT
La noticia, siempre trágica, del asesinato de una persona me pone a pensar en esa especie de narco que no sale en los más buscados y que además no se corresponde con la caricatura de ramplonería y falta de gusto. ¿Murió un narco en Medellín o murió un ex narco? Nadie sabe con exactitud, pero sí podemos saber que contó con la tolerancia amplia de la sociedad y que refleja el imaginario del “narco que la sabe hacer”: se mete al negocio y se sale a tiempo.
Me refiero a un hombre que vio muchas de sus propiedades incautadas por Estupefacientes y que era querido por muchos en ambos mundos, también un auténtico sobreviviente que conoció a Pablo y a la Oficina de Envigado. Claro que la columna no es sobre él, porque hay que respetar los muertos por sus familias, la columna es sobre esta ciudad que con una sociedad paralizada en el tiempo para algunas cosas, todavía le caben las diatribas de sus poetas nadaístas, fallecidos en el 76, sobre la doble moral de esta sociedad y unos raseros que muchas veces no son éticos, sino elitistas.
Distinta la suerte de un narco que es “de buena familia”, “tiene porte” y hasta “clase”, a uno que simplemente es un nuevo rico, mostrando con desparpajo su fortuna, teniendo sólo del estatus social la plata. Mucho me temo que todavía es un pecado más grave ser “ordinario” que ilegal y que lo que más perturba a las altas esferas no es la criminalidad del narcotraficante si no los desbarajustes del statu quo del orden social, sobre todo el señorial.
El académico Velásquez me comentaba sobre una investigación hecha en París titulada La cara criminal, que habla de una economía del comportamiento operativo en la Policía, persiguiendo siempre al mismo perfil de poblador, haciendo así que las profecías sobre quién es el criminal sean autocumplidas. Lo que nosotros hemos acuñado como “la ley es para los de ruana” es más complejo, en especial, en las grandes urbes y termina por cobijar a jóvenes, de suburbios o espacios periféricos, pobres y de alguna minoría regional. Una serie de prejuicios acumulados para la focalización del control policial hacen que en las urbes sean el bigote campechano, el motilado irreverente y el jean, en el lugar de la ruana.
Mauricio Rubio llama la atención sobre lo poco que se conoce de la criminalidad y la violencia de los señoritos de la sociedad. Éstos sólo salen a la luz a una edad adulta y por grandes estafas o cuando son figuras públicas, pero si permanecen en el sector privado y no se dedican a monumentales estafas, que involucren también a otros poderosos o influyentes, su invisibilidad y, por lo tanto, impunidad, estará asegurada.
De este modo, alguien de una familia reconocida que se dedique al narcotráfico puede ampliar su círculo social con una esposa que, más allá de una modelo, tiene un lugar en las altas esferas de su ciudad y pueda disimular con su roce social los delitos de su marido, creando todo un entramado donde este delincuente poco estereotipado negocia con un mejor acceso que solventa procesos de corrupción y se favorece de una impunidad basada en la distinción que produce, la siempre vigente, diferencia de clases y ante la cual son muy susceptibles los operarios de nuestra seguridad.
Definitivamente, no hay narcos buenos ni narcos malos, pero no alcanzamos a calcular qué tan comunes son las historias de narcos que se salen de la caricatura y que por lo mismo no aparecen en un titular ni en una crónica roja, creando un preocupante referente de éxito de un criminal. Comparto con otros el sentido común de que es preferible un narcotraficante que no sea violento a otro que lo sea, siempre va a ser más grave el delito de homicidio al de tráfico de estupefacientes, pero en todo caso la ruta no es la de escoger el menos malo, sino cerrar espacios desde una moral auténtica y una cultura de la legalidad, por más largo que sea el camino.
viernes 31 de julio de 2009, 18:05 COT
Información Bitacoras.com…
Valora en Bitacoras.com: La noticia, siempre trágica, del asesinato de una persona me pone a pensar en esa especie de narco que no sale en los más buscados y que además no se corresponde con la caricatura de ramplonería y falta de gusto. ¿Murió un na…..
lunes 3 de agosto de 2009, 18:02 COT
Así es Lukas, una justicia experta en cazar pitufos, nada de peces grandes o elegantes. Leyendo la entrada, recordé a Madame Rochy y su célebre respuesta a la pregunta sobre qué eran los narcotraficantes para ella: Hoy comerciantes de la coca, mañana industriales cocaleros.. Cuántos de estos industriales de cuello blanco no andan delinquiendo al amparo de la promesa de que el negocio será legal en algún momento?