La vida de los otros
¿Ar iu toquin tu mí? > ColumnasPor Carlos Vallejo
jueves 24 de mayo de 2007 8:24 COT
Lo primero que se me ocurre cuando quiero definir esta película, la última ganadora del Oscar a Mejor filme extranjero, es un calificativo concreto: enorme. Y lo primero que pienso, recordando todas las veces que un reseñista dijo algo de más sobre un libro o un filme, algo que debiste haber descubierto como espectador, es que no me la quiero tirar ni con lo más mínimo. Así que sólo voy a llegar al punto de partida de este drama intenso que se cuenta con una tensa calma. Que llega con sutileza a los momentos más importantes de sus personajes. Y que es una nueva demostración, junto a filmes como Adiós a Lenin, Contra la pared (que no he visto aún) y Los educadores, por citar algunos ejemplos, del buen momento del cine alemán, de una generación de cineastas talentosos que ha sabido tomar la suficiente distancia de lo que significó ese gran conflicto histórico que fue el régimen socialista para contarlo desde los personajes anónimos que lo sufrieron y alejarse del conflicto en sí, y hasta mirarlo en ocasiones con un fino y contenido humor. Ahora sí, vayamos al punto de partida de esta maravilla de película.
Wiesler es un hombre de vida nimia. Una vida en la que todo, pensar y sentir y hablar y hasta sentarse a comer, debe pasar antes por el filtro de una ideología. Una vida como la de quienes se aferran a esquemas que les dicen qué es bueno y qué no. Este tipo, entonces, cree en el dicho régimen socialista que imperaba en Alemania oriental y que la tenía separada de la occidental por el Muro de Berlín. Y, para entender sus niveles de compromiso, hay que decir que se trata de un capitán de la Staci, la policía secreta alemana, experto en interrogatorios – ya lo veremos en la inquietante primera escena – y espionaje. Y su misión será monitorear, con micrófonos en varios sitios de su casa, a George Dreyman, el único escritor que disfruta la incómoda comodidad de no haber dado de qué hablar, de ser aún políticamente correcto. Wiesler tendrá que oír cada respiro de sus vidas, la expresión de sus más terribles problemas, hasta las descorchadas de sus botellas. Tendrá que oír cada respiro de la vida de estos otros que viven tan distinto, que sienten tan distinto y lo que pasará a partir de ese momento es lo que hace a esta película una maravilla. Y lo mejor que le puede pasar a un espectador con algo así, tan cargado de tantas íntimas emociones, es no saber nada. Y lo mejor que puede hacer quien la recomiende es, sin dudas, dejar que se cuente sola.
Lo que sí voy a contar es una especie de chiste que trascendió a la pantalla y llegó a cada silla de ese día en que la vimos los que la vimos en la inauguración de Eurocine en Bogotá. En ese contexto, fue perfecto. Dreyman visita a un amigo, impedido para dirigir teatro por el régimen y por ello en un nivel de desencanto terrible, y le pregunta que por qué no fue al estreno de su última obra, a lo que el tipo, que se llama Albert Jerska, responde, perfecto, atinado:
– No tolero a esas personas gordas y arregladas en los estrenos.
jueves 24 de mayo de 2007, 16:32 COT
Excelente comentario y excelente chiste. Algunos “críticos” de cine a nivel local y nacional deberían aprender ese elusivo arte de hablar sobre una película sin contarla. Gracias, Carlos. Cuando a las personas de dudosa inteligencia que manejan la programación de cine en mi ciudad quieran ponerla, allí estaré.
jueves 24 de mayo de 2007, 17:52 COT
Carlos
Lo mejor de todo, es que me dejaste con unas ganas inmensas de ver esta película sin haberla entrado en muchos detalles. Que buen comentario, un saludo especial.
jueves 24 de mayo de 2007, 19:35 COT
Buena reseña. Aquí hay otra mirada de la película, a quién le interese: http://www.dizquierdaaderecha.blogspot.com/
viernes 25 de mayo de 2007, 09:04 COT
Mi billetera, ey, mi billetera, la tenía hasta hace dos minutos, mi billetera, ¿dónde está?
sbado 26 de mayo de 2007, 18:55 COT
Mornatur: sí, es incríble cómo se le tiran a uno todo tipo de libros y películas.
Germán: chévere que haya sido así.
JGR: a mí me interesa. En estos días te caigo.
Tulio: se la llevó robeiro robayo, que es el que me carga la tula. Jajjajajjaja
domingo 27 de mayo de 2007, 12:26 COT
Hola, Carlos.
El encanto de no decir nada, pero dar a entender mucho… Lograste despertar mi curiosidad. Veré la película y cuando la vea te haré mi propio comentario.
A mí me encantó “Contra la pared”. La había visto hace rato, pero la repetí hace poco. Además de la problemática cultural que plantea, me pareció magnífico el papel de los dos protagonistas. Me quito el sombrero ante la transformación cargada de sutilezas que logra imprimirle el actor (Birol Ünel) a su personaje, Cahit, a lo largo de la película. También ante la actuación de Sibel (Sibel Kekilli). Es una de esas cintas en las que uno sigue sumergido varios días después de haberla visto. Es como si los hubiera conocido en persona…
En cuanto a “Los edukadores”…, la vi hace poco y me fascinó. Unos idealistas…; pero unos idealistas nada tontos.
Un abrazo.
lunes 28 de mayo de 2007, 11:46 COT
Ví “Los Edukadores” el año pasado en Eurocine, con mi esposa, y ha sido la única película en la que nuestros gustos concuerden a la perfección. Hay poesía en toda la película, pero sobre todo en la frase que la define: “Quien no sea idealista antes de los treinta, no tiene corazón. Quien sea idealista después de los treinta, es un tonto.”
Qué le vamos a hacer… sigo siendo un tonto.
mircoles 30 de mayo de 2007, 08:33 COT
Y, ¿qué tal el remate?: “Algunos nunca cambian”.
mircoles 30 de mayo de 2007, 10:24 COT
Una película increiblemente emocional. Una superficie que queda allí, donde tiene que estar, porque lo que consume es el fondo, la manera como el director nos va llevando a la raíz del asunto a través de la simplicidad de la vida cotidiana.
Maravillosa.
Excelente crítica Carlos. La prudencia es una buena actitud ante las obras de arte majestuosas.
mircoles 30 de mayo de 2007, 13:13 COT
Markota: me encanta como lo definìs. Por favor, cuando eso pase, venìs y me contàs. Y sì, digamos que en los Educadores al menos se trata de unos idealistas creativos.
Mornatur: creo que, como bien lo ha identificado gente que me conoce, es una razòn màs para afirmar que, entonces, no tengo corazòn. Jajjajajaj.
Markota: el remate es lo mejor. Hay cierto rumor acerca de que en Alemani hay una versiòn con otro final. Pero aùn no lo confirmo.
Clau: què bueno que te haya gustado. Està muy bacano lo que sentiste. Y la verga eso de la prudencia.
jueves 31 de mayo de 2007, 23:37 COT
[…] La vida de los otros me dejó con ganas de recordar esas películas ante las que te quedás sin palabras. Podría ser una trampa para pelear contra el afán y no escribir mucho. O podría ser la casualidad de que justo ayer, sin saber sobre qué escribir, vi de nuevo Magnolia. Que es una y que justamente habla, entre muchas cosas, sobre el azar: es algo que puede pasar. Entonces, entendiéndolo así, hay que decir que este filme es de Paul Thomas Anderson, uno de los directores gringos más talentosos desde que hace años, en el 97, hizo la genial Boogie Nights. Que dos años después haría esta maravilla de la que vamos a hablar y que habría de hacer en 2002 otra muy buena cosa que se llama Punch-Drunk Love y en la que, quién lo creyera, Adam Sandler se faja un papelazo. […]