La utopía de la responsabilidad social
Columnas > El psicoscopioPor Javier Akerman
jueves 18 de septiembre de 2008 19:28 COT
Con el correr de los años se hace más evidente la utilidad del análisis personal. Este acto diario puede llegar a convertirse en una magnífica herramienta de cambio en la vida de cualquiera de nosotros. El análisis pone delante de los ojos los defectos que se deberían cambiar y dota a la conciencia de una dimensión ética más precisa, al sensibilizarla de la responsabilidad que existe en cada acto de nuestra vida, sobre todo al interactuar con las demás personas que se cruzarán en nuestro camino. El análisis personal no es una forma de autocastigo masoquista, en absoluto. Sencillamente es una forma de sentirte mejor contigo mismo y de reconocer que la naturaleza humana es algo más que comer, trabajar, procrear, criticar, envidiar y dormir.
Nos hacemos más humanos cuando levantamos la vista de nuestro ombligo para mirar a los demás a los ojos y tratamos de corregir las pequeñas o grandes heridas que hayamos podido infligir, consciente o inconscientemente, a otros seres humanos. Ejemplos puede haber muchos: esa mala palabra al vecino; ese acto de ira irrefrenable; esas ganas de "cotillear"; ese impulso por destruir la reputación de determinadas personas; las ansias de subir por encima de los demás sin importar los medios; la envidia, el resentimiento, el egoísmo, los apegos materiales que nos alejan de nosotros mismos…
La personalidad “autotélica”
Si con la práctica del análisis personal, ya bien sea a través de la meditación o con un simple diario de reflexiones, el dolor y el arrepentimiento por los errores cometidos te hacen más consciente de tus principios y refuerzan tu compromiso ético, entonces estarás en el camino de desarrollar una personalidad “autotélica”.
El psicólogo de EUA Mihály Csíkszentmihályi asegura que cuando entramos en un “flujo” de conciencia en el que te sientes motivado, absorbido por lo que haces y profundamente realizado, estás desarrollando una personalidad “autotélica”. Ser autotélico implica ser capaz de afrontar la vida con dedicación y entusiasmo más allá de nosotros mismos, es decir, viviendo la vida como un fin en si misma. Nadie es de forma integral autotélico, por supuesto. La personalidad autotélica es más una meta y un camino que una condición. Una persona que fluye por ese sendero autotélico no necesita excesivas posesiones materiales, comodidad, poder o fama porque las actividades más sencillas que realiza son profundamente gratificantes. En un momento dado logrará alcanzar un estado de máxima satisfacción cuando adquiere sentido de su compromiso social y empieza a desarrollar comportamientos que inducen a disminuir la “entropía” del entorno, como el activismo social desinteresado, la ayuda humanitaria y en general cualquier acción que busque el bienestar de la humanidad.
¿Y cómo se llega a esto? Pues cuando después de hacer uso del análisis personal te das cuenta de que todos tus actos dejan detrás de ti una infinidad de consecuencias. El individualismo y el materialismo extremo nos alejan de esa percepción solidaria. El verdadero capital social es la capacidad que tienen los miembros de una sociedad para comprometerse por el bienestar de su comunidad. Y en la encrucijada social e histórica en la que nos encontramos es más necesario que nunca hacer nuestras las palabras de los investigadores sociales Massimini y Delle Fave: “necesitamos crear nuevos valores cuando los viejos pierden credibilidad”, y añadiría: “o nos destruyen como individuos y como sociedad”.
Aprendizaje autotélico
Se comienza cuando tienes la firme intención de reparar el daño producido. A veces es algo tan sencillo como una llamada telefónica, o simplemente no volver a cometer la acción que ha desencadenado el mal cometido. Porque… ¿qué ganamos regocijándonos en el dolor ajeno? Todas nuestras acciones, todas, son interdependientes; no hay acciones aisladas. Tenemos una enorme responsabilidad que late en cada acción y en cada paso que damos en la vida. Una palabra mal dicha, una injuria vertida es una puñalada al alma que no solo ocasiona un perjuicio enorme a la persona que la recibe; esa persona tiene familia, hijos, gente que depende de él y, con toda seguridad, también tiene sus "cosas buenas", sus virtudes. Nuestro ánimo por perjudicarle puede interferir gravemente en su estado de ánimo y desencadenar un "efecto mariposa" gravísimo del que, en última instancia, nosotros hemos sido los responsables.
¿Cómo es eso? Pues que mi reproche o insulto, por ejemplo, al condicionar su estado emocional, lo puede hacer más vulnerable y que no preste, por ejemplo, tanta atención al tráfico mientras conduce, porque está "dándole vueltas" a lo que le he dicho. Y de pronto, en un trágico despiste, se empotra contra otro coche o arrolla a un transeúnte y la tragedia se desata de forma infernal. Y todo comenzó probablemente con esa palabra malediciente o esa ira desatada y visceral de la que tú, yo o cualquier otro somos responsables.
Nadie es perfecto pero todos podemos aspirar a ser mejores personas. Debemos reflexionar sobre las implicaciones que nuestros actos tienen. Porque al igual que la ira, la envidia o las ganas de hacer daño pueden ser el germen de una desgracia, una buena palabra, una sonrisa, un abrazo o simplemente refrenar un impulso negativo puede ser una acción que salve una vida o que cambie un destino. Nada nos hace más grandes que reconocer lo pequeños que somos en este inmenso Universo. Alimentar el ego con la ira solo traerá desgracia a nuestras vidas. El veneno del odio es la mayor fuerza destructiva de la humanidad.
Empecemos por nosotros mismos. Un análisis de los actos del día seguido de un propósito de cambio. Los resultados pueden ser maravillosos. Piensa cómo te sientes cuando te hacen el daño a ti y recuerda que cuando llegue el momento de tu muerte, cuando te encuentres a solas contigo mismo, la conciencia de tus actos será tu única compañía en esos momentos. El budismo y sus técnicas de meditación y desarrollo de los “antídotos” contra los “venenos de la mente”, como el odio o la ira, pueden ser una opción idónea. Pero más allá incluso de cualquier filosofía o religión, el ser humano puede elevarse por encima de sí mismo en el acto heroico más loable, que es tratar hacer realidad la utopía de la responsabilidad y del compromiso social, es decir, la felicidad y la liberación de todos los seres humanos.
viernes 19 de septiembre de 2008, 03:13 COT
Estimado Javier, sabes que admiro y comparto tu forma de pensar, pero por desgracia, en esta vida, hay demasiadas personas, que hacen daño aposta sin preocuparse del sufrimiento ajeno, la envidia es el pecado nacional, yo procuro pasar y devolver bien por mal, trato de inculcarles a mis hijas, el respeto por los demás, y las buenas obras, un día me dijo una persona:” tu que vas de buena por la vida, llevarás muchos desengaños, vas ha sufrir mucho”. Pero te digo Javier, que es verdad, pero en el interior me siento agusto y recompensada por ser así; Gracias por tus buenos consejos, ojalá cada día una sola persona entendiera que debe reflexionar sobre sus actos cotidianos,para tratar de mejorarlos, y dejar de hacer daño. un abrazo.
viernes 19 de septiembre de 2008, 09:10 COT
Estimada Emilia:
Te aseguro que no devolver “mal al mal” es la mejor forma de avanzar en la vida. ¿Te imaginas un mundo en el que todos nos vengásemos de las afrentas? Sería un mundo más caótico todavía. No devolver el mal ayuda a disminuir la “entropía” en el mundo, igual que una gota de agua fría evita que el agua entre en ebullición cuando tan solo le faltan unos grados. El amor es la gota de agua fría que evita que todos nos asemos en la olla hirviente del mundo, es la coherencia y el equilibrio que nos hace avanzar hacia un mundo mejor. Si no domamos al “tigre interior” acabaremos devorándonos los unos a los otros. No dejes de añadir tu gota agua, Emilia.
Gracias por tus palabras y por tu inestimable apoyo.
Un abrazo.
viernes 19 de septiembre de 2008, 10:03 COT
Si más seres humanos dejásemos de ignorar las consecuencias de nuestros actos, pensaríamos dos veces antes de cometer alguna estupidez. Si de chicos nos hubieran enseñando bien la Ley del Karma, a lo mejor comprenderíamos como funcionan nuestras desdichas y felicidades, y dejaríamos de culpar a los demás o de buscar justificaciones emotivas para seguir siendo obtusos.
Creo que nos falta aún mucho camino para alcanzar la verdadera “civilización”. Pero un paso a la vez, ya hace una gran diferencia.
Muy buen post.
Saludos (:
viernes 19 de septiembre de 2008, 10:35 COT
Una gran verdad, Elle. Y todo comienza por un primer paso.
Gracias por el comentario.
viernes 19 de septiembre de 2008, 19:17 COT
Hola Javier!!!
s inminente la creación de nuevos valores pero, a la vez conservar, retomar y fortalecernos con los que heredamos de nuestros padres, para evitar la destrucción de nosotros mismos y de toda nuestra sociedad en general.
L a perdida de valores está marcando negativamente las nuevas generaciones. De ahí la responsabilidad social que todos, sin excepción, tenemos. De todos y cada uno de nosotros, los integrantes de este planeta, depende llegar a la “cima” y mantenernos.
En el buen morir cobra cobra importancia el buen buen morir.
Un texto que amerita ser leído por todo el mundo.
Un abrazo armonioso.
viernes 19 de septiembre de 2008, 21:06 COT
Hola Lully:
Sí, hay que conservar lo bueno de los valores, es una buena apostilla tu reflexión. Avanzar en el derecho a la felicidad es hacerlo desde un posicionamiento responsable y social. Todo eso nos lleva a la prioridad de educar a los niños y jóvenes en esos valores.
Gracias por tu comentario.
Un abrazo.
domingo 21 de septiembre de 2008, 15:04 COT
Excelente artículo Javier, además de interesante reflexión. Parte de mi neurosis es precisamente esta, pensar y criticar la irresponsabilidad del ser con él mismo y con los otros, inclusive los más cercanos como su familia nuclear. No puedo evitarme todos los días pelear conmigo misma y los demás haciéndoles esta misma pregunta, porque parece que nadie, en efecto, es conciente de la responsabilidad que sus actos acarrean a la sociedad y peor aún, con repercusiones en el futuro cercano o lejano. Eso sí, antes de la responsabilidad social está la responsabilidad individual, es simplemente que la persona tome conciencia de, es todo, porque no es ni siquiera por los otros, es por cada uno.
domingo 21 de septiembre de 2008, 15:56 COT
Hola Bailarina.
Nadie cambia a la fuerza. Debemos solamente predicar con el ejemplo y poco a poco se irá extendiendo el ejemplo. Es importante comunicar a todos la necesidad de la reflexión personal y de las implicaciones de los actos diarios.
Gracias por tu comentario.
Saludos cordiales.
viernes 26 de septiembre de 2008, 16:03 COT
Sabias palabras, como suele ocurrir en sus entradas. Por desgracia el mundo moderno no parece tomar el mejor camino para dirigirnos hacia esta sabiduría. Sentirnos responsables del mundo es algo que resulta bastante difícil y que exige un esfuerzo muy serio. Pero, es bueno que alguien nos lo recuerde y nos incite a cambiar.
sbado 27 de septiembre de 2008, 21:14 COT
Estimado Leonardo:
A pesar de las dificultades hay que seguir adelante siempre.
Gracias por sus palabras de apoyo.
Un cordial saludo.