La responsabilidad social de la biodiversidad en un mundo competitivo
Columnas > Eco-grafíasPor Germán A. Quimbayo
domingo 24 de agosto de 2008 15:41 COT
Siempre me ha llamado la atención dos términos asociados al liderazgo empresarial (y perdonarán los expertos en el tema) como los de “responsabilidad social” o “competitividad”. Con todo respeto hacia los que son empresarios (pues no todos son así), pero en mi concepto siempre me han parecido términos inocuos, bastante vagos y de cierta forma pretenciosos, pues en varias ocasiones sirven para ganar indulgencias de la ahora llamada “responsabilidad ecológica o ambiental”, frente a prácticas que por lo general sí terminan afectando el ambiente y la sociedad. No quiero entrar en detalles de qué empresas hacen esto o citar casos puntuales, o sino me gano un pleito no por columnista, sino calumnista. Pero casos como estos… de que los hay, los hay.
Resulta que esta semana me enteré de la existencia del médico Eric Chivian. Definitivamente todos los días se aprende algo. No había escuchado mucho de este personaje, quien intervino en el panel de Biodiversidad y Desarrollo del Expogestión 2008 llevado a cabo en Bogotá. ¿Un panel sobre biodiversidad en un espacio de liderazgo y fomento empresarial?. Eso suena como raro, suena como a “responsabilidad social” o “competitividad con responsabilidad social”. Como no soy un empresario emprendedor, pues ni me enteré ni obviamente me invitaron a estar presente en dicho evento.
Pues resulta que el señor Chivian nada más y nada menos fue premio Nóbel de la Paz en el año 1985, pues se opuso desde la academia y en plena Guerra Fría a las armas nucleares y sus impactos a la humanidad y el Planeta. También ha sido reconocido por sus aportes al análisis de las relaciones biodiversidad-salud humana y salud humana-ambiente desde la medicina, los cuales son objetos de estudio bastante pertinentes. Ha sido interesante el enfoque manejado en estos aportes pues durante años él, junto a sus colaboradores, han analizado aspectos relacionados con la actual crisis ambiental (degradación ecosistémica y cambio climático), con la salud no solo humana sino precisamente ecosistémica (fauna y flora), las cuales se encuentran estrechamente unidas y relacionadas.
Sin embargo, y eso sí, observando muy por encima su obra, en lo personal la visión de Chivian sobre la biodiversidad, fue encajada para dicho panel hacia el utilitarismo de esta última. Es decir, poniéndole el rótulo de mercancía a la vida y de oportunidad de negocio. Nuestro real interés sobre la biodiversidad y la vida debe radicar en la resignificación de nuestra esencia como seres vivos con nuestro entorno, más que un mero interés en buscar futuras medicinas que llenarán las arcas de las grandes corporaciones y monopolios farmacéuticos, quienes nos garantizarán el bienestar, con una comprometida “responsabilidad social”. Hasta aquí es donde llega dicho eufemismo empresarial: seguir un modelo que perpetúe la injusticia social y ecológica. Surge ahí la pregunta de siempre, ¿conservar para qué y para quiénes?
Como siempre en Colombia tenemos un peculiar síndrome, en donde les creemos más a los “dotores” y a los que vienen de afuera (sin querer llamar impertinentes chovinismos o patrioterismos) diciéndonos las cosas que todo el mundo ya sabe. Lo que realmente se debería fomentar en este país es la investigación aplicada que reconozca las dinámicas propias de nuestros ecosistemas y territorios, vulnerables eso sí a una crisis global que los determina, en función de apoyar a las comunidades que habitan dichos territorios. Tal y como nos lo enseñó a muchos el difunto maestro Fals Borda.
Cómo sería de interesante un conversatorio de estos en donde se sienten no solo a los “dotores”, sino a investigadores y académicos (como Chevian) junto a líderes sociales rurales quienes viven diariamente la pérdida y afectación de la biodiversidad en sus territorios, amén de los que se autoproclaman los generadores de progreso como algunos de los promotores de megaproyectos agrocombustibles, que el mismo Chevian cuestiona.
Pero eso solo será posible cuando en este país se tolere y se respete las diversas expresiones culturales y de visión de mundo, muchas de ellas determinadas por la biodiversidad presente en algunos territorios. En donde también se acepten nuevas formas de pensamiento que nos alejen de dogmas, el pensar que vivimos en un mundo dinámico, azaroso y que no vivimos solos. Es aquí en donde se debería concentrar el manido concepto de competitividad.
Saludos.