El lado luminoso de la maldad
Columnas > Limpia - MentePor Johanna Pérez Vásquez
domingo 27 de abril de 2008 4:50 COT
Luego de pasar un tiempo en el mundo de los adultos he aprendido que las cosas malas son relativamente buenas;, por ejemplo, antes creía que dejarles saber a los demás lo que se siente era un signo de debilidad que cualquiera aprovecharía para hacer daño, me parecía admirable el poder dominar las lágrimas en los momentos de tristeza. Más tarde descubrí que las emociones reprimidas sólo entorpecen la comunicación con los demás, hacen más difícil el aprendizaje y alejan a las personas.
Más adelante, en una etapa perfeccionista, creí que evitar a toda costa cometer errores era algo deseable, que la maldad del error estaba en el error mismo, pero tras haber cometido algunas faltas, descubrí que lo realmente malo de las equivocaciones es negarlas, huirle a sus consecuencias y no esforzarse por corregirlas, sobre todo cuando éstas afectan a terceros y causan dolor; en esos momentos es necesario pedir perdón, ya que los errores no existen para hacernos sentir mal, existen para probar nuestra fortaleza y nuestra naturaleza.
A veces al tratar de corregir una falla somos tan fuertes al aplicar la solución que ocasionamos daños colaterales, esas consecuencias nos pueden hacer sentir como la encarnación de la justicia en la tierra y quizás hasta le tomemos el gusto a esa sensación de poder al percatarnos del dolor que causamos. Si este fuera el caso, estaríamos en el camino de alta velocidad hacia la pura y despiadada maldad. Si por el contrario, luego de presenciar los efectos indeseados de nuestras acciones, reconocemos que estuvimos mal, que sólo se debieron a explosiones incontroladas de fuertes emociones imprevistas, que no nos harán mejores seres humanos ni más felices entonces habremos logrado un profundo contacto con las paradojas de la vida; en este caso, que esporádicamente para actuar del modo correcto es necesario causar un poco de dolor.
Si reconocemos cuando nos equivocamos, si nos sentimos mal por herir a otros y si hacemos lo posible por corregir nuestras faltas las posibilidades de extender nuestra red de apoyo, es decir, esa comunidad de personas que se preocupan por nosotros y que nos ayudan cuando pasamos por situaciones difíciles, así como las de hacer lo correcto, aunque parezca algo equivocado, serán cada vez mayores y comprobaremos por experiencia propia que muy pocas de nuestras acciones tienen consecuencias irremediables si somos capaces de cambiar de rumbo a tiempo.
domingo 27 de abril de 2008, 07:55 COT
Acertadas tus conclusiones para el dulce vivir. Me identifico.
Un abrazo equinoXial en una mañana fría de domingo!
lunes 28 de abril de 2008, 23:19 COT
Bueno, por el título me imaginé que hablarías de cómo lo que a veces juzgamos como trajedias resultan siendo bendiciones disfrazadas en el largo plazo.
En todo caso me identifico: lo malo no es descubrir que a veces disfrutamos haciendo cosas “malas”, sino cediendo ante ese goce. El ser consciente de la maldad que nos habita y aún así dejarnos controlar por ella es lo que verdaderamente deberíamos luchar por evitar.
lunes 28 de abril de 2008, 23:54 COT
El ser humano, como todo en la naturaleza, le apuesta diariamente al acierto y al error. Es un continuo aprendizaje que nos ha llevado a buen recaudo a lo largo de nuestra historia. Infinitos errores hemos cometido, religiones e ideologías se han formado sobre ellos, los mea culpa son tantos que no caben en la memoria humana. Pero aprender que ellos son inherentes a nuestra naturaleza, que a través de ellos podemos mejorar, que son una fuente de realizaciones propias y ajenas, es lo más difícil y ahí los ejemplos comienzan a escasear. Una reflexión interesante en una época donde el ego es lo máximo.
martes 29 de abril de 2008, 11:55 COT
Por eso, la ínfima e infinita línea que separa los estados de la mente humana, nos permite caminar sobre ella como en una cuerda floja, desde la cual a) observamos el panorama y b) nos sirve como único asimiento cuando caemos a cualquiera de los lados. Y cuando lo hacemos, nos damos cuenta de que no estamos muy alejados del estado de enfrente, y sólo resta volver a levantarse a compartir la misma unidad otra vez, en otro momento.
sbado 17 de mayo de 2008, 15:03 COT
Lully gracias por el comentario. Un saludo para ti.
Apolo en esa lucha estamos todos los días, desde que nos levantamos porque no podemos negar una parte de nuestro ser y pretender llegar a la completitud de nosotros mismos.
Marsares justamente la intención era la de aprender de los errores pasados y más que vivir en una época dedicada al ego diría que es una época egoísta en demasía, no sé si me explico.
Muy muy cierto lo que dices Marqués, esperemos que luego de alguna práctica no caigamos tan a menudo y mantengamos el equilibrio.