Eduardo del Río
Columnas > La política en taconesPor Pilar Ramírez
domingo 7 de septiembre de 2008 10:20 COT
Se requiere haber alcanzado cierta edad para reconocer en el nombre de Eduardo del Río al escritor, periodista y caricaturista que ha sido el mentor informal de muchas generaciones: Rius. Acaba de salir a la luz, con el sello de Grijalbo, su libro más reciente ¿Sería católico Jesucristo?, donde, con el estilo sencillo, llano, directo, didáctico y provocador que le caracteriza hace preguntas que deben resultar bastante incómodas a la jerarquía católica, pero muy estimulantes para cualquier ciudadano dispuesto a mirar a su alrededor y reflexionar, sin fundamentalismos, sobre esta institución, de la mano de Rius.
Con este libro, Rius vuelve a uno de sus temas favoritos: la religión. Quizá porque él mismo estuvo a punto de ser clérigo, porque decidió abandonar su carrera sacerdotal y porque eligió dedicar mucho tiempo a estudiar rigurosamente a las religiones, pero especialmente a la Iglesia Católica.
La vida profesional de Rius es asombrosa, comenzó a publicar hace 54 años, tiene más de 100 libros, colabora en periódicos, revistas y todavía tiene mucho qué decir. Los temas recurrentes en sus libros han sido la historia, la filosofía, la salud y el naturismo, la religión y la política. Los libros de Rius invitan a la lectura desde los títulos: Cristo de carne y hueso, Ya te vimos Pinochet, La panza es primero, No consulte a su médico, Puré de Papas, Juicio a Walt Disney, Manual del perfecto ateo, Cómo suicidarse sin maestro y El yerberito ilustrado entre otros. Uno de mis favoritos es el divertidísimo Museo de Rius, donde pone parlamentos en globos a cuadros muy conocidos de pintores famosos. El elemento que distingue a sus publicaciones es que siempre han sido libros ilustrados, porque Rius es un soldado de la historieta.
Rius, dos veces Premio Nacional de Periodismo, es el creador de varios personajes entrañables en la caricatura mexicana, que llenaron una época maravillosa con las historietas Los Supermachos y Los Agachados: el indígena intelectual Caltzontzin con sus perros Stalin, Churchill y Roosevelt, Chon Prieto, el cacique Don Perpetuo del Rosal, la beata Doña Eme y Reuter Nopaltzin, llamado así por su papá en honor de un hombre famoso que aparecía mucho en los periódicos (la agencia Reuters para quien no haya entendido el chiste). Hoy, los jóvenes ya no conocen a los personajes de estas historietas, que por cierto, junto con La Familia Burrón, Los Supersabios y Fantomas son los únicos mexicanos que aparecen en las más de mil 200 entradas que registra The World Encyclopedia of Comics de Maurice Horn.
La singularidad de Rius y su aportación ha sido dedicarse a estudiar temas complejos que después presenta en sus libros de una manera sencilla y divertida. “Sólo con buenas historietas podremos combatir la penetración de esa ideología (la estadounidense de los superhéroes) y de la estupidez que representa la historieta nacional. Este libro quiere ser un llamado a los dibujantes y guionistas para que recuperen la historieta como posibilidad educativa para un pueblo tan necesitado de educación –política y de la otra- como el nuestro.
“El cómic –esa vida desarrollada en cuadritos- debe ser utilizado para hacerle la vida de cuadritos a los asesinos y explotadores”. Afirma Rius en su libro La vida de cuadritos.
A finales de los 60 y en los años 70 las publicaciones de Rius eran muy populares, el entorno político era de represión, pero la sociedad civil planteaba nuevas exigencias; fueron épocas en las que, Los Supermachos primero y Los Agachados después, aparecían cada semana y tenían miles se seguidores. El mismo escritor ha narrado cómo pagó por haberse atrevido a caricaturizar al ex presidente Gustavo Díaz Ordaz: fue secuestrado y obligado a cavar su tumba en un lugar alejado de la ciudad de México; poco después lo soltaron. La tortura consistió en amenazarlo de muerte durante varias horas. La advertencia no surtió el efecto deseado: Rius continuó, como hasta ahora, escribiendo libros y criticando todo lo que hay de criticable en la política y la sociedad mexicana. Enhorabuena.
Tacón bajo: Después de leer la columna anterior, Rafael Figueroa confesó que no conocía al general Pánfilo Natera y trató de defenderse diciendo que no era tan conocedor del clan Mickey Mouse, que más bien era seguidor de la Liga de la Justicia, le reclamé su antinacionalismo y lo amenacé con obligarlo a leer los libros de Vicente Fox, entonces sí tembló y para salvarse del castigo juró que desconoce absolutamente a todos los Pókemon y los Looney Tunes, y esgrimió en su defensa debilidad por Chanoc y La familia Burrón.
jueves 23 de julio de 2009, 06:26 COT
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