Con licencia para matar
Columnas > Eco-grafíasPor Germán A. Quimbayo
lunes 20 de agosto de 2007 0:01 COT
La conmiseración con los animales está íntimamente unida con la bondad de carácter, de tal manera que se puede afirmar de seguro, que quien es cruel con los animales no puede ser buena persona
Antes de que se me vengan algunos extremistas y llenen la casilla de comentarios que no aporten a la idea central de esta columna, quiero aclarar de entrada que este no es un artículo para evaluar y discutir si es bueno comer carne o no, si es bueno ser vegetariano o no, etc., etc., etc. Aquí voy a despojarme un poco de mi formación como ecólogo y sentar una posición personal. Voy a hablar de la ética humana con respecto hacia el trato que se debe tener con los animales no humanos. Esto porque todas y todos seguimos siendo animales.
Pese a la masificación de lo que se ha denominado como “conciencia ambiental” o “conciencia ecológica” alrededor del mundo, aún en pleno siglo XXI se pueden encontrar muchos y desafortunados ejemplos de las vejaciones de las cuales son sujetos los animales no humanos en muestra de una supuesta “superioridad”.
A la vez cada vez es más frecuente escuchar voces y ecos que se oponen a estos actos y piden por el trato digno a nuestros compañeros de casa, independientemente si necesitamos de ellos o no, aunque siempre dependeremos de ellos. Y no sólo lo haremos para comer o para que nos hagan compañía o nos apoyen en diversas labores, como lo hacen todos los animales domésticos. Los animales silvestres, por ejemplo, cumplen funciones y roles clave en los ecosistemas de los cuales hacen parte, en donde estos últimos nos brindan a los seres humanos beneficios, como el agua, aire e incluso medicinas y alimentos. Finalmente también nos brindan momentos de felicidad y admiración por solo saber que existen.
Por todo lo anterior son legítimos los derechos de los animales no humanos. Incluso para los que no lo saben existe una Declaración Universal de Derechos de los Animales, proclamada en 1978 y ratificada por la ONU. Pero como todo estatuto, en la práctica parece no verse nada de lo que allí se plasma y se pasa por la faja.
Una de las tantas muestras execrables de maltrato hacia los animales es la denominada “caza deportiva”, que yo llamaría matar o asesinar por placer. Uno de los mayores motores de la pérdida de biodiversidad y de extinción de centenares de especies de fauna en el planeta ha sido la caza indiscriminada de fauna por estas prácticas plagadas de sangre y ego antropocentrista.
La caza indiscriminada y por placer, no se compara con la caza que por ejemplo efectúan comunidades ancestrales de bosques y selvas tropicales, en función de asegurar su alimentación y ser base de su cosmogonía, entre otras prácticas. Y no por esto quiero considerar a estas comunidades como nativos ecológicos o buenos salvajes, per se, sino porque esas prácticas hacen parte de sus vidas como pueblos e incluso son fundamentales para el funcionamiento mismo de los ecosistemas que habitan. Todas y cada una de esas prácticas se encuentran dentro de un respeto y agradecimiento hacia la naturaleza, que no se puede comparar con un acto asesino.
Sin embargo volviendo a mi posición como ecólogo y contrario a lo que piensan muchos, la caza si ha contribuido a la pérdida de especies pero no de la forma contundente como siempre se ha creído. La transformación y pérdida de hábitat alrededor del mundo, ha sido la mayor causa. Por lo general dicho proceso ha sido potenciado por la necesidad de extender el uso de la tierra con el fin de establecer ganadería de tipo extensiva e intensiva, para la producción de carne, leche y otros derivados, que se han regido por un modelo económico y político que ha generado sistemas insostenibles, incluyendo el maltrato de los animales que soportan dichos sistemas.
Es por eso que no tiene sentido atacar vehementemente el consumo de “carne de monte” (que es como se conoce acá en Colombia a la carne de animales silvestres) y se defienda por un lado el consumo excesivo de carne y la promoción de la ganadería extensiva, cuando esta práctica ha significado cada año la pérdida de miles de hectáreas de bosque representando la desaparición de muchas especies de fauna silvestre. Además en este país ese sistema ganadero ha sido más un mecanismo de retención y concentración de la tierra en pocas manos, motor de conflicto y no de oportunidad de empleo y desarrollo económico.
Por lo general la producción de frutas y vegetales, tiende a requerir menos terreno, energía y consumo de agua que la producción de carne. Y si todo esto se hace de forma sostenible bajo las bases de la agroecología, muchísimo mejor.
Pero no nos desenfoquemos. Todos los animales y seres vivos, merecen y tienen derecho como nosotros a vivir plenamente. Pero si llegase el punto de necesitar de su sacrifico, se debe hacer de una forma digna, honrando y agradeciendo a la vida porque un animal pudo satisfacer nuestras necesidades más básicas, no las necesidades influidas por el consumismo rampante.
Es por esto muy triste encontrar personas que aprovechen su estatus como altos funcionarios públicos para ufanarse, gozar y casi que llegar al placer sexual cuando se asesina a un animal. Es cierto que en algunos países es legal la cacería e incluso también es cierto que se permite con fines dizque “conservacionistas”. Pero lo que yo me pregunto, por más que una ley lo permita, o en ella se escuden oscuros personajes ¿es legítimo matar un animal por placer o esparcimiento? Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa. En fin.
Tal y como se cita en la frase de Schopenhauer que encabeza esta columna, de una persona que mata por placer a otro ser vivo no se puede esperar mucho. Lo más triste es que en este país se ensalce, se honre y brinde pleitesía a una persona por ello y se difunda una postura asesina en los grandes medios. Suficiente tenemos en este país, en donde la historia nos ha marcado con violencia durante muchos años y la mentalidad mafiosa recorre cada uno de los sectores de nuestra sociedad. Eso dice mucho de nuestra cultura y de la falta de comprender al ambientalismo no como una moda, sino como un pensamiento integral en nuestras vidas.
¡Saludos animales!
P.D.: Recomiendo una vez más esta iniciativa.
lunes 20 de agosto de 2007, 12:24 COT
Hola, mi apreciado Germán. Lograste arrancarme de mi ausencia virtual, para agradecerte tus enlaces al comentario y el artículo.
Te cuento que siempre he amado los animales, que siento un profundo respeto por ellos y que creo que la especie humana está loca en su convicción dogmática de ser el centro del universo.
Aprovecho para manifestarte la grata sorpresa que me he llevado al leer la maravillosa entrevista que te hizo Lully. Ella, como siempre, se lució. No sabes cuánto aprecio y valoro lo que cuentas de tu trabajo. (Y, para qué negarlo, hasta envidia siento).
Antes de concluir, déjame decirte que, en primer lugar, me sorprendió tu juventud; en segundo, la madurez que has conseguido en tan corta vida.
Un caluroso abrazo virtual.
lunes 20 de agosto de 2007, 13:50 COT
Hola amor,
Que tristeza que exista gente que se sienta feliz de dominar y de matar a los animales. Es que acaso porque ellos no se pueden comunicar por medio del lenguaje con nosotros tenemos el derecho de acabar con su vida?
Es verdad que existen licencias de caza (por control de población), pero eso va más en la ética y en la forma de ser de una persona…. Un abrazo!
lunes 20 de agosto de 2007, 14:19 COT
Primero que todo, felicitaciones por obligar a salir a nuestra amiga Marta de su escondite virtual, y despertarla de una larga hibernación…, aunque supongo que ya debe estar escondida de nuevo…
Creo que hasta la primera mitad del siglo XX los animales se consideraban un recurso natural para ser explotado, como cualquier objeto de la naturaleza, vivo o no. La cacería de animales salvajes era una afición de varios ex presidentes estadounidenses, tanto como la cacería de zorros lo es para la “aristocracia europea”, o incluso la pesca deportiva. Esta última podía variar desde la pesca común y corriente de unos peces en un río o laguna, pasando por el “reto” de atrapar un pez espada, hasta llegar al extremo de arponear ballenas. Como quien dice, era símbolo de estatus y de poder, disfrazado de legado cultural. Lo mismo puede decirse de las peleas de gallos y la tauromaquia, dirigidas más a satisfacer las necesidades del “vulgo”.
Ahora bien. Las sensibilidades se alboratan más cuando se trata de animales “bonitos” o en “vías de extinción”. El temido tiburón blanco por ejemplo, aunque ya empieza a ser objeto de cuidados especiales, no despierta la misma simpatía que un inofensivo perezoso del Amazonas o un Oso Panda. En ese tejemaneje como que todo el mundo escoge sus animales predilectos, aquellos que cree merecen ser salvados de acuerdo a su criterio personal, y aquellos que “sobran”. Interesantemente, eso exactamente hace la especie humana con respecto a individuos de su propia especie. La deshumanización del hombre para consigo mismo no dista mucho de la deshumanización con respecto a los animales. Tanto así, que se crean paradojas muy dolorosas, como la de los padres de familia que enfocan su cariño y comprensión a las necesidades existenciales de un gato o un perro, y se olvidan de sus propios hijos humanos, o los tratan como seres de una “especie inferior”. Todo esto se puede resumir en el término ““aberración”, y el cual lamentablemente aplica a mucho científico preocupado por denigrar a su competencia y/o llegar a un resultado dado en una investigación antes que nadie, sin importar a quién se lleve por delante. Y en ese sentido creo yo, hay que enfocar energías a quebrar los mitos provenientes de científicos de “élite” que se creen de “mejor familia”, o igualmente a quienes ven en la ciencia -y en la naturaleza- una oportunidad de escalar posiciones socioeconómicas y hasta políticas, quizás para llegar “al fin” a ocupar un sitial entre los aristócratas, y ser invitado a cazar zorros…
🙂 Un carretazo mío que hasta risa me da, pero creo que es cierto. Tal vez por eso el término de ecología es tan amplio, y abarca tantos aspectos no sólo geográficos y biológicos, sino también humanísticos, como muy bien lo demuestra Germán aquí. Saludos.
lunes 20 de agosto de 2007, 18:56 COT
Marta:
Primero, quiero agradecer tu honrosa visita y comentarios. Gracias a tus posts tan bien argumentados, puede inspirarme para hacer esta columna. Un abrazo especial!
Caro:
Precisamente el punto de la ética es el que quería tratar. Y lo que dices del lenguaje es totalmente cierto. Ya nuestra amiga Markota lo había remarcado previamente.
Thilo:
¿Carretazo? Cuales compadre, todo lo que mencionas son cosas que quise tocar y se me quedaron en el tintero. Lo que comentas de los animales bonitos es lo que se conoce en conservación como animales “carismáticos”. Lastimosamente para mucha gente la vaina es así y tiene que ver con algo que comentaba en mi columna pasada: los modelos mentales. De todas formas por eso quise darle el valor a todos los animales sin importar que sea un oso panda o sea una araña. Todos son valiosos.
Y pues sí el hombre ha cazado desde que es hombre y de hecho nuestra especie fue la que exterminó los grandes mamíferos como el mamut y el mastodonte. Y después vinieron todos esos ejemplos “de alcurnia” que comentas. Pero para mí barbarie es barbarie, y más cuando la evolución nos premió (¿?) con algo llamado cerebro. Y eso define en mucho nuestra humanidad. Gracias por tu valioso aporte, un saludo!
domingo 7 de octubre de 2007, 01:31 COT
Excelente post, Germán. Solo hasta esta noche lo encontré y veo que pasaste por “Sí somos animales”. Supongo que ya viste Earthlinks. Escalofriante y cruda realidad ¿no? Ahora me encuentro metido en la campaña contra las corridas de toros, las que se aproximan por octubre en Bogotá.
Algo que sí creo es que no podemos dejar de lado el tema del consumo de carne animal, como si no fuese parte del tema. Un saludo, SC
mircoles 7 de noviembre de 2007, 01:17 COT
[…] el mensaje pro-defensa de animales está cuestionando, cada vez con más fuerza, un paradigma en el que se sienta nuestro […]
domingo 6 de enero de 2008, 22:12 COT
[…] ¿Quién no se acuerda del cazador Pablo Ardila? ¿O de los micos de Patarroyo? Cada vez más nos damos cuenta de que vivimos en una sociedad dominada por la insensatez y en donde […]