“¿Qué es el cine? La respuesta a esta pregunta no es nada fácil. Hace mucho tiempo el novelista japonés Shiga Naoya presentó una obra escrita por su nieto como uno de los escritos en prosa más notables de la época. Se publicó en una revista literaria. Se titulaba “Mi perro”, y decía así: “Mi perro se parece a un oso; también se parece a un tejón, también se parece a un lobo…” Continuó enumerando las características especiales de su perro, comparando cada una de ellas a la de algún otro animal; resultado de ello fue una lista completa del reino animal. Sin embargo, el escrito concluía diciendo: “Pero como es un perro, a lo que más se parece es a un perro”.
Me acuerdo que me eché a reír a carcajadas cuando lo leí, pero decía algo serio. El cine se parece a muchas otras artes. Si el cine tiene características literarias, también tiene cualidades teatrales, un lado filosófico, particularidades de la pintura y la escultura y elementos musicales. Pero en conclusión, el cine es el cine”.[1]
Akira Kurosawa
En un país como Colombia, donde la guerra y los odios que genera son un elemento más de lo cotidiano, resulta interesante verla a través del cine que con sus múltiples ojos nos proporciona perspectivas diferentes, tan seductoras como la que se encuentra en Rapsodia en agosto (Hachigatsu no rapusodī, 1991), la penúltima película de Akira Kurosawa, una historia de reconciliación con la vida a través de la tragedia de la misma guerra.
Los conflictos armados pueden mirarse de muchas formas, y sobre todo la Segunda Guerra Mundial: las épicas victorias, el dolor que genera, la humillación de los vencidos, el perdón, la crueldad, en fin, pero el acierto de Kurosawa es mostrarla pura y simple en su película Rapsodia en agosto, sin adjetivos, sin culpas, sin falsos ropajes, enseñándola a las nuevas generaciones como lo que es, una crueldad sin sentido que no debe repetirse.
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