El juicio final (ficción)
Homo UrbanisPor Sentido Común
domingo 18 de noviembre de 2007 14:53 COT
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“Solamente cuando hubo terminado la labor de asepsia, Mesten regresó a la improvisada estación solar, cargado con los aparejos de caza que ese día halló entre los restos calcinados de la nave. La Sponk V estaba considerada por los expertos como el mejor artefacto intergaláctico jamás construido por la inteligencia artificial. Los androides liturianos, esas asombrosas criaturas que ahora dominaban la vía láctea, desde Orión hasta Nenúfares 831, habían alcanzado un alto nivel tecnológico y un descomunal poder en el universo.
– Démonos un compás de espera, que pronto llegarán las ayudas y entonces podremos salir a la superficie, sin riesgo de ser transmutados por los liturianos – increpó Mesten a los demás miembros de la tripulación, quienes yacían casi inmóviles bajo los sobres térmicos que impedían que la sofocante onda calorífica tostara sus pieles, causándoles quemaduras irreversibles. – Nadie debe desactivar la válvula de sello epóxico de su sobre por ninguna razón.
– Capitán, las algas están agotándose y el agua anhídrica comienza a dar muestras de contaminación. Tenemos a lo sumo 3 o 4 semanas de provisiones, luego seremos devorados por las criaturas que nos acechan desde nuestra llegada a este maligno lugar… – observó el contramaestre Fuchs.
– Señor Fuchs, le pido que evalúe la posibilidad de usar rayos catódicos para purificar de nuevo el agua. El campo de vacío permanece estable desde el accidente. Es posible que funcionen en gravedad 0 – aseveró Mesten, en tono poco convincente.
– Lo intentaré al despuntar el alba, señor. Entre tanto seguiremos economizando las pipetas de oxígeno – respondió el contramaestre, resignado a su suerte.
Pocas esperanzas abrigaban los 23 únicos sobrevivientes de la hecatombe cósmica a la que precedió la decisión de Turión de atacar la central de inteligencia de los liturianos. Como un castillo de naipes, las bandas elípticas de la resistencia humana se fueron derrumbando una a una.”
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En esta lectura de una amarillenta novela en edición de bolsillo se hallaba concentrado Rigoberto, cuando los agentes de la DIJIN irrumpieron en la habitación del inquilinato en el que residía desde hacía cuatro días. Don Rigo, como se le conocía en la Calle del Cartucho, había abandonado su oficio de jíbaro, para dedicarse “por unos días” a la atención de su novedad de salud, un tumor maligno alojado en el páncreas. Los pocos días que le quedaran de vida no serían desaprovechados, al menos mientras pudiese mantener su estado de conciencia. Los miembros de la ley destrozaron inclementemente sus escazas pertenencias, en busca del material de intendencia, robado del Batallón Guardia Presidencial, a escasas cuadras de su nuevo albergue. Don Rigo se convirtió en el sospechoso número uno, y sus libros de ciencia ficción quedaron confiscados como evidencia de su dedicación a labores terroristas, calificadas así por el régimen de la Seguridad Democrática.
La brutalidad policiaca terminó con las valijas personales del pobre hombre, hacinado por necesidad en uno de los tugurios más peligrosos de la ciudad, foco de vicio y delito. Ahora pasaba a ser el responsable intelectual de un golpe asestado por otros a las entrañas mismas del Palacio Presidencial. En la calle contigua, vagabundos de la noche quemaban llantas para impedir su propio congelamiento, efecto de las terribles heladas que se hacían sentir ya hacía seis años en toda la sabana de Bogotá, como efecto del calentamiento global que desde finales del siglo XX asolaba al planeta Tierra. Era el año 2015 y nada parecía dar muestras de mejoría en aquel mundo que poco a poco era consumido por la acción depredadora de su especie dominante, la raza humana.
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Cuando Merlín Sarmiento terminó de escribir este párrafo de su quinta novela, estaba convencido de que algún día sería reconocido como ‘el profeta de los tiempos’, en aquella Bogotá de los años 50’s, pero sobre todo, de que por fin una obra suya sería publicada y vendida, lo cual marcaría el final de su precaria situación financiera.
De 41 años, cajero auxiliar del Banco de Londres y Montreal, vestido de paño negro y raido, Merlín sostenía con su escaso ingreso a una familia compuesta por su esposa Elena, sus cinco hijos, un gato negro y su suegra, doña Saturia, mujer robusta y de pelo en lunar carnoso, quien en ocasiones parecía ser la dueña de casa y hasta de la propia pobre vida de Merlín. Casado desde los 19, su único espacio personal desde entonces era el Café el Automático, donde compartía solitario los 20 o 25 minutos que le robaba al día, al salir del banco, y antes de llegar su casa para escuchar los problemas del diario vivir y soportar las frases sarcásticas de doña Saturia.
El Automático era pues su refugio, su oasis espiritual. Tenía lo que duran un tinto y un cigarrillo para escuchar desde su pequeña mesa las conversaciones y tertulias de otros, así fuera en breves capítulos diarios, los cuales iba grabando en su memoria e hilvanando en su mente, como una gran colcha de retazos, de la que luego salían las líneas de inconclusos relatos, que poco a poco fue integrando en un gran manuscrito que convirtió en cinco novelas, todas inéditas por ausencia de un editor que creyera en su relativo talento para escribir.
Bogotá, llamada abusivamente la Atenas suramericana, era una ciudad culturalmente limitada. Pocas eran las casas editoriales y ninguna la que tuviera en cuenta solicitudes como las de Merlín para publicar una obra literaria de su estilo. Esa tarde en el café, el hombre se encontraba absorto en sus pensamientos, tratando de armar un discurso introductorio para presentarle a don José María Venegas, gerente de Editorial Nuevo Mundo, su obra culmen, “El Juicio Final”, la cual reposaba en el cartapacio de sus escritos, anidado secretamente en el desván de su humilde casa en arriendo, en el barrio Santa Bárbara, entonces el límite sur del centro de la ciudad.
Ese 17 de abril de 1952, Merlín entró a su casa y se encontró de frente con doña Saturia:
– Con que en eso es que gasta el tiempo el señor cuando no lo vemos. Escribiendo pendejadas y cosas sucias. Desde hoy va a coger juicio ¿verdad?
– De qué me habla, doña Saturia – respondió nervioso Merlín.
– ¿De qué? De esos panfletos que le encontré en el desván. Algún día teníamos que asear ese lugar y fue hoy. Ha quedado limpio, no vuelva a guardar basura allí.
Una fina columna de humo azul se alzaba perezosa en el patio posterior de la casa, junto al brevo, lugar donde los Sarmiento solían quemar parte de su basura, especialmente papeles y cartones.
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Terminando de escribir lo anterior, Miguel Olarte teclea Control Del y envía a la papelera de reciclaje el trabajo de casi 1 hora en su portátil, material que pensaba postear en el blog, pero que al final ya no quiere. Viene pensando hace días en escribir algo distinto a lo de siempre, para ver si logra encontrar ojalá nuevas personas que lo lean, y dejar de lado a sus frecuentes trolls, personajillos de la blogosfera que han visto en sus escritos un buen lugar para derramar la hiel de sus corazones. Para Miguel, Internet es un medio de relajación que a ratos se le ha convertido en fuente de mayor stress.
Indignado por los agresivos e irritantes posts de un reconocido blogger, y especialmente por un cínico comentario de éste, Olarte ha caído un día en la tentación de editar las palabras del susodicho, y finalmente las ha sacado a la luz, dándoles el significado opuesto de lo que el malquisto blogger comentaba. Divertido solo hasta ahí.
Su picardía desencadenó toda la ira contenida de algunos navegantes de la Internet, en buena parte personas reprimidas, amargadas o que ven la red como un medio más formal de lo que en realidad es. Ante el escándalo desencadenado, Olarte tomó la decisión de borrar definitivamente el comentario editado, aunque hubiese sido mejor idea dejar los dos comentarios, el original, venenoso y tozudo, y el editado, divertido y burlón, como un día se lo recalcara su amigo Dito en un chat.
Con posterioridad, el cibernauta ha sido víctima de los crackers, ha recibido insultos a diestra y siniestra, ha tenido que morderse la lengua para no responder más infamias y ataques, sobre todo, porque no tiene caso tratar de explicar algo así. Lo hizo y ya. Y lo volvería a hacer, si no afectara a otros. Pero los afectó.
Hoy solo piensa en seguir escribiendo, encontrando personas con quien intercambiar opiniones, pero sobre todo, manteniendo la paz que finalmente encontró en Papeete, a donde viajó en plan de reflexión, tras la muerte de su amigo Julio. A su regreso le siguen llegando los trolls como moscas, fastidio del que quisiera sacudirse. Por eso trata seguido de escribir cosas diferentes, que le lleven a otro lugar y a otras gentes. Pero siempre termina borrando lo escrito. Es ya una maña suya que otros ni entienden, ni aceptan. Internet o morir.
Adenda.
Fecha de este post: domingo 18 de 2007, a las 14:53 p.m. hora colombiana (Inmóvil)
Pero ¿y si me diera la gana cambiarla? No se puede y no lo haré, porque si vuelvo a alterar una fecha me botan de equinoXio. Como no quiero que me pase eso, sino irme cuando se me antoje (porque ese defecto también tengo), no tocaré más ni la fecha ni el tema. Solo quiero hacer claridad, como se lo he manifestado a la Madre Superiora antes, que si lo hice alguna vez no fue con el fin malévolo que se interpretó. Lo que sí pido es que no me dejen los comentarios abiertos, porque espantar moscas es aburrido y quita tiempo.
Sentido Común
lunes 19 de noviembre de 2007, 18:10 COT
Estimado SC:
A modo de protección de nuestros sentimientos comunes te puedo asegurar que Julio (si estamos hablando del mismo) no está muerto…
¿Andará de parranda?
Cariños.
lunes 19 de noviembre de 2007, 18:47 COT
Hola Don Sentido
Veo que lo que dice en la ultima parte de su historia es lo que ha venido sucediendo desde aquel dia en que algo paso y todos se dijeron “usted fue” “no fue usted! lo investigaremos hasta las ultimas consecuencias!!!! y como que asi fue … lo investigaron… y aun hoy no perdonan
Hay que decirle a Miguel Olarte que es bueno que escriba historias distintas (?), que no las borre, seguro hay lectores a los que les interesa, y no le hacen perder esa paz que tiene ahora en Papeete
Ojala los Trolls algun dia cercano, lo dejen tranquilo. o entiendan porque lo hizo y cambien ya de cancion… porque esta bien aburrida… ya nos la sabemos de memoria.
Ahora me quedo pensando porque Turion causo esa Hecatombe ? que paso con esos 23 sobrevivientes?
si usted sabe me cuenta…
martes 20 de noviembre de 2007, 01:17 COT
Martica Q.P.:
Quiero decirte que personalmente creo en la resurrección y en la reencarnación. Un abrazo y salúdame al parrandero.
Macaya:
Dicen que la realidad supera a la ficción, y parece ser cierto.
Un abracito cálido, que no acalore.
mircoles 21 de noviembre de 2007, 15:07 COT
Gracias por sacar de la caneca este post de Miguel Olarte, genio incomprendido.
Atte:
Asociación Olartiana de Trolls
jueves 22 de noviembre de 2007, 15:49 COT
Lanark:
Gracias a usted por su comentario. Y por favor ¡me saluda a la gallada Olartiana!