Dios no es play, o sea, está out
Homo UrbanisPor Sentido Común
domingo 21 de agosto de 2005 18:32 COT
¿Filosofía acaramelada? "Me llena de orgullo tricolor el éxito de Crepes & Waffles en Madrid y deseo que se multiplique. Pero no le metan filosofía a la masa, por favor. Las declaraciones de la dueña de la empresa a Credencial –muy leídas en internet– son un cúmulo de necedades rosadas con las que sermonea al personal. “Hago crepes con ideas caídas del cielo”… “C & W es un don de Dios al servicio de todos”… “Somos amor traducido en alimentos”… “Hay que inyectar espiritualidad a la empresa”… “Si llegas al corazón te quedas en la mente”… Como yo solo quiero que los pasteles me lleguen al estómago y me horroriza la indigestión de “paz, amor y energía positiva”, anuncio mi retorno inmediato al cuchuco y la bandeja paisa.” Tomado de la columna Cambalache (parte final): ¡Y la vaca alzó la cabeza! (27 de julio de 2005) de Daniel Samper Pizano en EL TIEMPO ……………………………………………………………………………………………………………………………………… Ojeé por curiosidad el libro Mi Receta de Beatriz Fernández y mientras lo miraba, se proyectó en mi memoria toda una película, con vivencias que datan de mi juventud soltera y se deslizan por mi vida hasta alcanzarme en aquella mesa de Creppes & Waffles, donde me encontraba entonces, hace poco más de un mes. Recordé aquel pequeño local, medio piso enterrado, donde nació ése restaurantito rico (y atiborrado desde aquella época), en el que los jóvenes de una Bogotá que ya no existe, solíamos llevar a nuestras novias* para dejar allí con gusto los ahorros de la mesada semanal. Recordé cómo C&W fue creciendo y tomando el edificio piso por piso, hasta desalojar al propio papá de Beatriz de su negocio, que recuerdo se llamaba “El Gourmet”. Ella personalmente atendía la cocina, la barra y hasta las mesas cuando se necesitaba. Era (y sigue siendo) una mona espectacular, con un toque de bondad y sencillez que es extraño en mujeres así. Recordé cómo ella y Lalo se convirtieron en el arquetipo local de la pareja ideal. Jóvenes, bien plantados, con un negocio próspero y una bonita relación que saltaba a la vista. Me parece verlos por la 15 en una camioneta pick up blanca con llantas exageradamente grandes, de la que solo recuerdo otra parecida, la tristemente célebre de Emilio Pizano. Saludar entonces a Beatiz y a Lalo era para nosotros un motivo para "chicanear", como lo seguirá siendo aún para algunos. Recordé la sorpresa que fue encontrar en unas vacaciones un C & W en Cartagena, con la misma calidad de Bogotá. Desde entonces sentí que su negocio tenía cuerda para llegar lejos. No estaba tan equivocado. A diferencia de las cadenas de comida chatarra, a los viejos clientes de Beatriz y Lalo nos han acompañado siempre, en cualquiera de sus restaurantes, tres cosas que hacen la diferencia y nos permiten ir a la fija: un local agradable, una buena atención y una comida concebida con gusto gourmet, a precios asequibles. Pero la verdadera receta del éxito no es tan simple, porque simple sería triunfar entonces copiándola. Es lo que una persona como el periodistas Daniel Samper Pizano no capta, cuando asume el papel de cómplice de su hijo Daniel Samper Ospina, con ocasión de sus travesuras en Soho. Con la frase "en Colombia, una bendita teta obró el milagro de sacar de su madriguera a la ultraderecha católica", Daniel padre trata de minimizar la carencia de su hijo en materia de valores morales que, a lo mejor por olvido suyo, no se inculcaron en casa y se traducen hoy en la búsqueda afanosa a toda costa de lo play, de lo in y de lo light. ¿Acaso a quien carajo escandaliza una teta hoy? El tema real es la connotación negativa que tiene el jugar con los sentimientos espirituales de otros, dejando de lado el respeto por sus creencias. Ello es un antivalor llamado burla. La “filosofía acaramelada” que describe Beatriz en su libro es en verdad la razón de su éxito y es de lo que carecen tantos y tantos negocios, tantas y tantas empresas, pero lo peor, tantas y tantas personas. Resulta irónico el desencanto de muchos al descubrir que el libro no regala la fórmula de la Stroganoff y demás ricuras de su carta, cuando precisamente habla sobre algo mucho más sustancial y necesario. Me refiero al triunfo del espíritu** más que al éxito económico, porque la prosperidad normalmente viene de la mano cuando se logra el primero, en cambio cuando la meta es el enriquecimiento en metálico, lo único que se puede transmitir es banalidad y “prestigio” social. Conservo en algún cajón mi medalla de Comensal Emérito No. 77 de Andrés Carne de Res, la que me acredita como fundador del establecimiento. Sin embargo, desde cuando el sitio se convirtió en pieza emblemática de la gente play, poco he vuelto allí por la pereza de sentarme al pie de la crema y nata de la frivolidad bogotana, que hace fila para ser vista en el lugar. Con el perdón de Stella y Andrés, no es la calidad de la comida, la atención, ni mucho menos los precios, lo que atrae a su clientela. Su verdadera hazaña es haberse mantenido in por tanto tiempo. Es que somos gente del tercer milenio, centrada en la apariencia y dedicada a lo inmediato, pasajero y palpable. Gente que se ha olvidado de su ser interior y ha caído en la trampa de negar, tal vez por vergüenza y ligereza, su conexión con niveles más altos de conciencia, con la eternidad, con la sabiduría y bondad infinitas, o en últimas, con eso que muchos llamamos simplemente Dios. El no emite certificado de existencia y es difícil e inútil tratar de convencer a otros de ella, cuando sus experiencias de vida no les han llevado aún al camino. Es un proceso que cada quien debe surtir interiormente. Pero ante la imposibilidad de algunos de llegar a El, Dios no deja de existir, porque está presente en el ADN de la conciencia individual, punto de partida de la ética y puerto de llegada de la moral. De la primera surgen los principios, de la segunda los valores. La crisis fundamental de nuestra sociedad, de nuestro país y del mundo entero, radica en el olvido de los primeros y la degradación de los segundos. Los principios son verdades tan esenciales como la vida, la paz, la libertad, la solidaridad, la lealtad o la justicia; por lo tanto no pueden ser cambiantes ni excluyentes. Los valores en cambio están referidos a una sociedad, un lugar y una época, por lo que van mutando de acuerdo con la dinámica social. Son normas establecidas tácita o explícitamente, que se deben cumplir para que haya unidad en una sociedad. ¿Cómo lograr unidad en una sociedad tan heterogénea, fraccionada y descompuesta como la colombiana? Muy posiblemente mediante una formación en valores, que debiera comenzar en el hogar. La formación colectiva no existe sin alienación, por lo que es preciso sembrar responsabilidad y conciencia en cada individuo. La duda que surge inmediatamente es ¿Somos idóneos los padres para ejercer esta responsabilidad con nuestros hijos? Claro que sí. Ellos son fundamentalmente lo que reciben en el hogar. Los protagonistas de la violencia que hoy nos mata son hijos de hogares deshechos, huérfanos que vieron asesinar a sus padres, quienes no alcanzaron a infundirles valores como el respeto a la vida y la tolerancia. Pero son protagonistas también los delincuentes de cuello blanco y los niños bien de los barrios ricos, que beben, se drogan y delinquen por gusto. * En ésa remota época aún existía la institución del noviazgo. ** Mis disculpas a los teólogos, filósofos y sociólogos por la metida al rancho tan feroz.
lunes 22 de agosto de 2005, 09:43 COT
Cuando Dios esta presente en la vida, las cosas son tan distintias… para todos, no solo para uno, sino todos los que te rodean se benefician de este sentimiento… lo he visto .. una vez lo encuentras ya no lo puedes dejar… y desafortunadamente los que no lo hacen o piensan que no es necesario pues hablan como habla ese señor… de cuyo nombre no quiero acordarme… tenemos ejemplos muy cerquita…Quien sera responsable de los que piensan asi ? los padres de ellos ? o ellos mismos ? Todo les da lo mismo, y los hijos nuestros leen o escuchan estas cosas, y si no tienen unos padres que los guien, como puede suceder, pues se forman con este tipo de cosas. Los padres tambien debemos aprender a ser padres… la mayoria no sabe como hacerlo… o creen que lo que hacen es lo correcto… o creen que lo que dicen los medios, es lo que está de moda y que así es como ser deben formar los hijos… y formar las opiniones… por eso, porque sus valores tampoco son firmes, ni ellos estan convencidos de los mismos…
martes 23 de agosto de 2005, 07:35 COT
Los valores deberían ser la piedra angular de la sociedad, mucho más allá de la religión, aunque también es importante. Respecto a la comida es increible, pero cierto, que con la disposición con la que uno cocine, con los sentimientos que le ponga, con el amor…, las cosas quedan mucho mejor, la empleada de mi cuñado indigesta a todo el mundo cuando está de mal genio.
lunes 29 de agosto de 2005, 10:44 COT
Buenas buenas. Interesante post, luego pasaré con más calma a leerlo. Un saludo pues. 🙂
lunes 29 de agosto de 2005, 21:47 COT
Espero no seas nada de Poncho Rentería…jejejeje! (¿paisa?)
viernes 16 de septiembre de 2005, 08:34 COT
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sbado 24 de septiembre de 2005, 17:58 COT
Vamos por la visita del segundo… y que me recordó mi cita inconclusa. Jejeje. Dicho esto, añadimos al comentario que siempre se lucha frente a la idea de que el consumidor sea una persona más posicionada frente a un mercado y no se deje manipular. Incidencias siempre tendremos, pero ser títere consumista es bastante molesto.
lunes 26 de septiembre de 2005, 15:30 COT
Muy bueno su post. Respecto al tema de los valores, debo decir que a pesar de no tener creencias religiosas ( aunque estudié en un colegio de monjas), para mí son importantes otros valores, como el respeto y la confianza. Transmitir esos valores a un hijo, me parece muy difícil, aunque aún no soy nada ni remotamente parecido a una madre. En mi opinión, la única herramienta válida en ese caso es el ejemplo.
Y sí, es cierto; es increíble lo que la gente puede llegar a hacer por guardar las apariencias.
domingo 30 de octubre de 2005, 20:05 COT
¿Y ya hay C&W en Chisinau? El de Madrid no es realmente tan bueno, pero le va de maravilla.
Ya en serio (que lo de Madrid era en serio). A mí me molestaron las declaraciones de la señora y me encuentro de acuerdo con Samper. Dudo que él esté negando valores de una sociedad supuestamente necesitada de ellos, sencillamente está haciendo un llamado a la seriedad. En cocina, no sé quién lo dijo pero lo dijo: “la cocina no es arte, es cocinar”. Bueno, lo mismo: “la cocina no es valores y sentimientos, es cocinar”. Y en C&W cocinan muy bien, es el mejor concepto y triunfa porque uno come lo que está pagando. Ni más ni menos. No se está pagando el “comer ahí” como en tanto restaurante esnob, y se paga el dinero justo por unos buenos ingredientes y una estética coherente y bien lograda.
Pero me indigesto, como Samper, si me dicen que con un sencillo crepe de jamon, queso y tomate -el que siempre pido- estoy consumiendo el más puro sentimiento, el más inmenso cariño y lo que quiera esa señora que creamos. Ella no tiene para que ponerse con esas cursilerías y mucho menos pretender con una soberbia ingenuidad que están cultivando valores (Valore$ sí, no lo dudo). Pero no sé si ella es así, yo no la conozco. Uno le pregunta a las meseras que si en efecto la vieja les lee sus poemas y oraciones cada mañana y dicen que sí, que se animan, pero que se les quita en media hora: el servicio de C&W es cada vez peor.
Un saludo.
martes 1 de noviembre de 2005, 08:16 COT
Juglar: El sentido central de mi artículo es la importancia de respetar a los demás en las diferencias y apreciar sus actitudes cuando constituyen un valor. No es ninguna suposición el que nuestra sociedad NECESITE valores, es un hecho fehaciente.
Por curiosidad un día hojeé el libro de Beatriz y de inmediato supe que no era para mí. No por éso puedo salir a desprestigiar su trabajo, mucho menos su negocio.
A cada quien según le va en la feria…nunca me han atendido mal, siempre salgo satisfecho y jamás han tratado de mezclarle filosofía a mi pedido, esta viene implícita.