Una cruzada de toda la vida para acabar con el mal
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
martes 15 de mayo de 2007 0:01 COT
(Publicado originalmente el 8 de mayo de 2007)
Hiroshi Hara cuida estudiantes de primaria en Hiroshima. (Yūsuke Komatsu / © Mainichi Shimbun)
Por 23 años Hiroshi Hara, de 75, ha estado haciendo bocetos del Domo de la Bomba Atómica de Hiroshima. Recientemente ha asumido otra misión. Cada mañana a las 07:30 se pone una cazadora verde fluorescente y se queda de pie frente al edificio de su apartamento, vigilando de forma protectora a los niños que formados y en grupo van hacia la escuela.
"Ohayō gozaimasu! ¡Buenos días!" Los alegres saludos de los niños mientras pasan emocionan el corazón de Hara.
Pero su presencia entre ellos surgió a partir de una tragedia. El 22 de noviembre de 2005, el cuerpo sin vida de Airi Kinoshita, una estudiante de la primaria Yano Nishi, que está cerca de su casa, fue hallado en la zona. La niña había sido asesinada. Encontraron su mochila muy cerca de la residencia de Hara.
"En ese entonces mi propia nieta estaba asistiendo a esa escuela", dice Hara. "Esto no era algo que podía pensar que no tenía nada que ver conmigo". La noción de un asalto así a la escuela cuya primera junta de padres y maestros él había presidido fue espeluznante. Sentía que debía hacer algo, involucrarse de algún modo.
La cada vez mayor violencia contra los niños consterna a Hara, quien vio morir a muchos de sus compañeros de clase en el bombardeo atómico de Hiroshima. Con sus bocetos del Domo y sus charlas, ha procurado mantener viva la memoria de Hiroshima y dar testimonio de lo valiosas que son la paz y la vida.
"Una vez que uno aprecia el valor de la vida", dice, "no puede ya acosar o atormentar a los demás. Por favor, piensen en la paz como asunto de ustedes, y aprendan las lecciones de Hiroshima". Sus palabras son tan relevantes hoy como siempre.
A un mes de iniciado el nuevo año lectivo, la temporada de excursiones escolares está por comenzar. Cerca de 60 escuelas han pedido que Hara se dirija a sus estudiantes mientras recorren Hiroshima. Algunos días lo ven hablando con estudiantes de tres escuelas diferentes. A veces él se siente desanimado. Un hibakusha como él, con quien había dado charlas por años, había fallecido repentinamente. Otros, abrumados por los problemas de la edad, están desvaneciéndose. Uno está en el hospital, otra debe cuidar de su esposo incapacitado; un tercero se queja de sus problemas del corazón; y así.
"A veces me siento tan impotente", suspira Hara. "¿Por cuánto tiempo seré capaz de seguir? Simplemente no lo sé…"
Por ahora, sin embargo, trabaja incansablemente, sin tomarse siquiera el descanso de un día. La presencia del Domo de la Bomba Atómica, con su crudo mensaje de que las armas atómicas deben abolirse, le infunde energía fresca. Es primavera. Los árboles envuelven el Domo en sus nuevos trajes de verde. "Dibujo vida de ellos", dice Hara. Las jóvenes hojas relucen en el sol primaveral.
Por Noboru Ujō, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés por Julián Ortega Martínez.
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