Se acaba el tiempo para que el gobierno japonés reconozca las enfermedades relacionadas con la bomba atómica
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
martes 13 de noviembre de 2007 0:10 COT
(Publicado originalmente el 1 de noviembre de 2007 en japonés y el 7 de noviembre de 2007 en inglés)
Seikō Komatsu habla de su experiencia como testigo de los horrores de la bomba atómica frente a un mapa que muestra el epicentro del bombardeo en el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima, en el distrito de Naka, el 28 de septiembre (Yūsuke Komatsu / © Mainichi Shimbun)
"¿Por qué dice usted algo así? ¡Usted no tiene idea de lo que está hablando!"
Es 14 de septiembre. Seikō Komatsu, de 71 años, se sale de casillas mientras escucha un testimonio en el juzgado 302 del Tribunal Superior de Hiroshima, donde él y otras personas buscan el reconocimiento oficial de que sus problemas de salud tienen que ver con la bomba atómica.
Aquejados de diarrea, heces con sangre, fiebre y pérdida de cabello, entre otros síntomas, Komatsu y los demás demandantes conocen muy bien las enfermedades agudas surgidas tras el bombardeo. Y aun así, aquí se hallaban expertos gubernamentales que testificaban, con toda la calma del mundo, que la radiación de la bomba no era la causa.
Sesenta y dos años después del bombardeo, las demandas interpuestas por 289 hibakusha no acaban. Los demandantes buscan reconocimiento oficial y compensación por sus problemas médicos. Hasta la fecha la totalidad de las seis decisiones de cortes de distrito con respecto a acciones populares han sido falladas contra el gobierno. En agosto, el entonces primer ministro Shinzō Abe prometió en Hiroshima que su administración reconsideraría los estándares bajo los cuales el gobierno reconocía las enfermedades relacionadas con la bomba. Al final, pensó Komatsu, una puerta cerrada por largo tiempo empezaba a abrirse. Pero al mes siguiente vino la súbita renuncia de Abe. La reconsideración que prometió avanza de todas maneras, pero en las cortes de apelación actitudes que pueden describirse como frías e insensibles eran las que ganaban.
"¿Por qué el gobierno no puede entender?", dice Komatsu echando humo de la rabia. "Nunca han pensado acerca de las implicaciones del error que cometieron al seguir en pie de guerra. Su ley del hielo hacia los hibakusha es prueba de ello".
Su impaciencia es evidente en su implacable uso de la expresión "¿por qué?". ¿Cuánto tiempo va a pasar, parece preguntar, antes de que el gobierno finalmente logre entender?
Komatsu sufrió un ataque al corazón en enero. Ha estado entrando y saliendo del hospital desde entonces. Cuando lo visité en primavera su peso había caído a 30 kilos. "Estoy listo para lo peor", dice con una triste sonrisa. Ya había llegado julio cuando pudo levantarse de la cama. Ahora mezcla la alegría con la tristeza.
El 28 de septiembre se dirigió a un grupo de estudiantes de primaria que había venido a Hiroshima en un viaje escolar. Les habló acerca de lo que ha tenido que pasar como hibakusha. Les describió el terrible estado de los cuerpos que vio el día en que la bomba cayó.
"Y por eso", les dijo, "nunca jamás debemos tener otra guerra". Los niños escuchaban atentos. Eso le dio a Komatsu algo de satisfacción. Si el gobierno no entendía, al menos parecía que los niños sí.
Más tarde él y yo le dimos una vuelta al Parque de la Paz de Hiroshima. No había nadie. El sonido de su bastón repicando en el pavimento hacía eco en el silencio. Las hojas de los árboles estaban apenas comenzando a cambiar de color. "El tiempo se está acabando", dijo. "Pero no pienso morir antes de ganar la demanda".
Nacido en Hiroshima, Seikō Komatsu perdió a sus padres a muy corta edad. Tenía 9 años cuando lanzaron la bomba. Sufre de problemas pulmonares y del hígado, entre otros síntomas. En 2003 interpuso una demanda para obtener reconocimiento oficial de que dichos síntomas tienen relación con la bomba atómica.
Por Hideyuki Kakinuma, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés, con apoyo en la versión en japonés, por Julián Ortega Martínez
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