Stroessner, sin honores
Entrega Inmediata > EstanciasPor Julio Suárez Anturi
mircoles 16 de agosto de 2006 15:06 COT
15:06
Murió en Brasilia Alfredo Stroessner, uno de los dictadores que formaron la malla militarista en Latinoamérica ondeando la bandera de frenar el avance del comunismo en esta parte del planeta.
El Gobierno paraguayo ya advirtió que no se le rendirán honores militares ni ceremonial de Estado, como hubiera sido en calidad de ex Presidente de la República.
El hospital Santa Luzia dijo que un choque séptico de origen pulmonar fue la causa del deceso de Alfredo Stroessner, quien fue el hombre más temido de Paraguay, país que gobernó con mano de hierro durante 35 años.
Tras su derrocamiento en 1989, mediante golpe de estado apoyado por EUA, se asentó en Brasil en calidad de asilado político.
Su última voluntad es que lo sepulten en Encarnación, una pequeña población a 380 kilómetros al sur de Asunción, donde había nacido hacía 93 años.
mircoles 16 de agosto de 2006, 15:26 COT
Lástima que la vida se las cobre barata a esos dictadores de quinta (Castro, Videla, Pinochet, Stroessner), que se mueren de viejos en la cama de un hospital y no pudriéndose en una oscura celda de una asquerosa cárcel.
mircoles 16 de agosto de 2006, 22:59 COT
Mira que me entero por Entrega Inmediata, lo que quiere decir que si funciona la labor informativa de EQNX.
Hubiera sido simpático titular “Por fin murió el dictador”. No comparto los adjetivos fúricos de Julián ni que mezcle una uva con tres manzanas, pero daba para preguntarse ¿de quien se trataba?
Julián, si esos señores son dictadores de quinta, ¿cuales son los de primera?
jueves 17 de agosto de 2006, 12:19 COT
Pues muy mal por ti, Sentido Común. Ahora resulta que unas dictaduras son “buenas” y las otras son “malas”, ¿verdad? Castro no es menos dictador que Pinochet, así no te parezca.
El “de quinta” es una expresión pleonástica. Ningún dictador es de “primera” en mi concepto, aunque en el tuyo puede que sí.
jueves 17 de agosto de 2006, 13:59 COT
No, don Sentido Común, eso si no te lo creo, que al oír “Stroessner” pensarías en una nueva figura de American Idol. Cómo es eso de que “daba para preguntarse ¿de quien se trataba?”
De otra parte, ya te había comentado, ¡un millón de veces!, que don Julián es pleonástico y exagerado. Cómo que creías que él estaba escalafonando a Stroessner…
Pero lo que me resulta notable, es que “El Gobierno paraguayo ya advirtió que no se le rendirán honores militares ni ceremonial de Estado, como hubiera sido en calidad de ex Presidente de la República”.
viernes 25 de mayo de 2007, 18:20 COT
ESTADOS UNIDOS Y LA FALSA LUCHA CONTRA STROESSNER
(Luis Agüero Wagner/http://luisaguerowagner.zoomblog.com)
“…que la mentira es más cómoda que la duda, más útil que el amor, más perdurable que la verdad…” (García Márquez, El Otoño del patriarca)
El 8 de marzo de 1979 la Liga Mundial Anticomunista abriò en Asunción su XII Congreso, realizado en el local del Instituto Nacional de Tecnología y Normalizaciòn. El objetivo era pronunciarse contra la política de Derechos Humanos del presidente Jimmy Carter, que los paladines de la libertad calificaban como “Carter-comunismo”. El Congreso habìa logrado reunirse merced a la generosa colaboración de importantes empresarios paraguayos, cuyos aportes oscilaban entre 500 mil y un millòn y medio de guaranìes de entonces.
El recaudador, Antonio Campos Alum, no sòlo era director espiritual de la Fraternidad Eclèctica Espiritual Universal, tambièn de las muy terrenales actividades del centro de detenciòn y tortura conocido como “La Tècnica” (hoy convertida en museo de la represiòn). Entre los màs fuertes aportantes se contaban a baluartes de la libre empresa como Cornelius Walde, Nicolàs Bo, Rolando Niella, Carrizosa y el gran “luchador” contra Stroessner Aldo Zucolillo(Archivos del Terror, carpeta DNAT, marzo de 1979).
La amistad de estos angelicales filántropos con Campos Alum no desentonaba, ciertamente, con empresarios de medios de comunicación que contaban entre sus cercanos parientes al consuegro de Stroessner (Tuco), a un hermano que servìa como delator a servicio de Pastor Coronel (Julio Cèsar), y a un cuñado involucrado en el atentado terrorista con bomba que costò la vida a Orlando Letelier en la misma capital de Estados Unidos.
La cooperación entre paraguayos y agentes imperiales en estos asuntos sòlo constituye “disparate” para antiguos beneficiarios de donaciones de embajadas como Alcibíades Gonzàlez Delvalle, considerando la profusa documentación existente de la que ya no duda una sola persona razonable. En la carpeta confidencial de Campos Alum se hallaron inclusive tiernas cartas por navidad que dirigìa al jefe de La Tècnica el director del FBI Clarence Kelly. Que el FBI estaba perfectamente informado del cariz, naturaleza y detalles de los procedimientos de la policía de Stroessner lo documentan los pulcros informes del agente especial Robert Scherrer, operativo del burò en Buenos Aires. Y eso sin mencionar todas las cartas en las que Guanes Serrano y otros citan a la CIA como fuente de sus informes, o los escritos del gran benefactor de la democracia paraguaya Timothy Towell dirigidos a la policía de Stroessner , y adjuntando manuales para interrogatorios. En realidad, el mencionado diplomático, luego devenido en empleado de Andrès Rodríguez, contaba con extensa experiencia en eliminación de amenazas a la seguridad estadounidense, desde que en 1967 acompañó a John Maisto en Cochabamba, participando del asesinato extra-judicial del Che Guevara, para luego ampliar rubros incursionando en las entregas vigiladas como la que le puso en la estacada con el caso “Parque Cuè”.
Ya sabemos la escasa consistencia entre lo que dicen y hacen algunos funcionarios de gobiernos extranjeros que constantemente hablan de combate al narcotráfico pero sin embargo sus nombres siempre aparecen en las agendas de los peces gordos del narcotráfico cuando èstos son arrestados. Esta dualidad es lo que en màs de una oportunidad ha permitido a conocidos narcotraficantes desafiar airadamente a los recaderos imperiales, lo cual està demostrado por la absoluta desverguenza con que Andrès Rodríguez ignorò las advertencias del embajador Jonathan Glassman en el robo de la victoria electoral de Luis Marìa Argaña, en las internas coloradas de diciembre de 1992. Aquel bien conocido episodio corroborò ademàs que los sucesos de Febrero de 1989 sòlo tuvieron como motivación exclusiva la ambición personal y no las convicciones polìticas y mucho menos democràticas. Esta incontrastable verdad fue verificada por el pùblico que asistiò al forcejeo por el dinero sucio que llevò a màs de un Oficial de caballerìa a convertirse en millonario de la noche a la mañana mediante la incautación de propiedades, automotores y dinero en efectivo.
A pesar de ser esto ampliamente conocido, ello no impidió que los “grandes luchadores” pretendan aparecer como los responsables del “derrocamiento de la dictadura”. Una vez que cesaron los cañonazos y balaceras, Domingo Laìno abandonò su refugio en una embajada para desfilar por Palma a bordo de su desvencijado Jeep militar de entonces, como si hubiese estado al frente de las acciones armadas. Calè Galaverna trepò a los hombros de un desprevenido cambista que deambulaba frente al Panteón de los Hèroes, al notar que aparecìan càmaras de televisión, para arengar a dos o tres indiferentes clientes del Lido Bar. No quedaron a la zaga ciertos dueños de radios y diarios que se atribuyeron el golpe militar como si sus medios no hubieran sido clausurados por el mismo règimen que financiò con dinero pùblico su aparición.
Ese mismo dinero pùblico que siguen recibiendo a manos llenas en agradecimiento por el invalorable servicio de haber llevado a la patria a su lamentable situación actual, y todavía ufanarse de ello e instrumentar ese falso prestigio para seguir figurando en el presupuesto del gobierno.
LOS FARSANTES (II)
“La Historia a veces parecería ser como una propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas” (Rodolfo Walsh)
No hace mucho tiempo se divulgó una encuesta revelando que apenas un tercio de los paraguayos mantenía su fe en la democracia, dato que debería haber sugerido un mayor espíritu autocrítica a quienes se adueñaron del país a partir de febrero de 1989. Para desgracia nuestra, estos personajes no sólo guardaron una enorme distancia de los conductores de otras transiciones democráticas (como Frei o Lagos en Chile, por ejemplo) sino que además pretendieron imponer una historia autocomplaciente y fantasmàtica de “lucha inclaudicable” contra la dictadura para censurar toda crítica a sus deshonrosos actos de estos últimos 18 años. Quienes no fuimos protagonistas –por motivos varios, entre ellos generacionales- de la resistencia contra la dictadura, en estas últimas dos décadas nos hartamos de ver en el escenario olímpico, monopolizando Micrófonos, a los “grandes Héroes” de la “democracia” como Andrés Rodríguez, Calè Galaverna, Humberto Rubìn, Aldo Zucolillo, Pepa Kostianovsky, Domingo Laìno, Carlitos Filizzola Pallarès, Alcibíades González Delvalle, etc, etc. Debemos suponer, dado la forma excluyente en la que han obrado todo este tiempo y la inmensa responsabilidad que han tenido en el rumbo de esta perpetua transición la mayoría de ellos, que éste país que hoy tenemos es el que deseaban cuando “luchaban” contra Stroessner. Un lugar donde citar el Apocalipsis o leer las noticias son en la práctica casi la misma cosa. Nada más revelador de lo que vendría como el matiz de los hechos que pusieron en marcha la transición: el cierre de cuatro entidades financieras y un golpe casi incruento, sin alternancia de partidos ni grupos. La familia Rodríguez reemplazando a la anterior en todos los buenos negocios, incluyendo medios de comunicación, y las nuevas camarillas interpretando muy pronto las nuevas formas de impunidad acordes a una “democracia”. El conocido ex jefe de la DEA en Paraguay Robert Ridler se mostró sumamente “comprensivo” ante la prensa internacional cuando fue consultado sobre el papel de Cambios Guaraní (uno de los detonantes del golpe, que contaba entre sus socios al célebre grupo Peirano-Facio) en el lavado de narcodólares, declarando que no podía asegurar que la “sospecha” sea fundada. Las premisas estadounidenses respecto al narcotráfico podían causar tensiones incómodas. Las carpetas serían archivadas, pero no destruidas, pensando en cualquier eventualidad. El famoso libro “Conexión Latina” de Natham Adams y los artículos de Jack Anderson en el Washington Post, que habían sido tan deliciosas en círculos opositores, perdieron de inmediato su interés y se esfumaron mágicamente de la memoria de los grandes combatientes por la libertad como Aldo Zucolillo, Humberto Rubìn, Calè Galaverna o Carlitos Filizzola Pallarès. La misma complacencia devino para los nuevos “zares” de la comunicación, y las nuevas èlites políticas y financieras. La resolución 862 del 25 de mayo de 1977 del IBR por la cual Humberto Rubìn fue beneficiado con 2.000 hectáreas de tierra por Stroessner (contrariando expresas disposiciones del estatuto agrario, ley 864/63), pasó a convertirse en una “vil patraña” inventada por los roedores de los mármoles de la patria periodística. Un ataque parecido de amnesia había afectado a Aldo Zucolillo cuando en la mañana del 25 de marzo de 1988 logró reunirse con Robert Gelbard, subsecretario adjunto par Asuntos Interamericanos del Departamento de Estado norteamericano. Frustrado por el fracaso de su plan Zeta acusaría allí a los opositores de “vagos, necios y cobardes”, de acuerdo al memorando. Omitió por supuesto delatar a sus amigos que traficaban drogas y ocupaban puestos claves en el aparato gubernamental, entre ellos al que había formado sociedad con él, para parir ABC color. También las tapas de ABC pidiendo la cabeza de los disidentes, las crónicas donde el diario se congratulaba de haber recibido al dictador “en su casa”, o los editoriales defendiendo la regresión genocida desatada en Argentina por Jorge Rafael Videla, irían a parar al freezer. Pero si algo no se puede negar a los “inclaudicables luchadores” contra Stroessner, es su extraordinario don de la ubicuidad. En dictadura mezclados con los represores, en democracia revueltos con las víctimas. Si no es cierta esta aseveración, que lo diga Leila Rachid, quien hasta logró colarse en la Comisión de Verdad y Justicia en una de sus múltiples excursiones recreativas por cuenta del estado, en aquella oportunidad por la tanguera, culta y lujuriosa capital del Plata. Y ello a pesar de haber trabajado por años bajo las directas órdenes de “Poncho Pytà”, en pleno auge del operativo Cóndor, habiendo sobrevivido a los cancilleres Alberto Noguès, C.A. Saldìvar y Rodney Elpidio Acevedo, ex representante de Stroessner ante el caudillo de España por la gracia de Dios Francisco Franco Bahamonde.
Digamos que no es un caso muy distante al de Humberto Rubìn, que aceptó en 1977 el obsequio que le hizo Stroessner de dos mil hectáreas de tierra, en plena zona de conflicto entre represores y las Ligas Agrarias. O de Aldo Zucolillo, gran luchador por la libertad de expresión, que combatía por la democracia fustigando desde las páginas de ABC color la política a favor de los Derechos Humanos de la Administración Carter , defendiendo al gobierno de Jorge Rafael Videla, y entregando donativos en metálico a “La Técnica ” que dirigía Campos Alum.
Decía Jacobo Timerman que se necesita a los mejores periodistas de la izquierda para hacer un buen periódico de derecha, lo cual sería aplicable a ciertos periodistas de la patria publicista, si no hubiera estado mal informado Stroessner al tildarlos del “subversivos”.
La apertura de los archivos del terror no sólo permitió conocer muchos atroces procedimientos policíacos, sino además descubrir lo mucho que eran capaces de abrir la boca algunos “grandes luchadores” contra la dictadura. La mucha o escasa difusión de estos documentos sensibles, obviamente, quedó librado al arbitrio y estado de ánimo del áulico círculo imperante en la superestructura cultural y su patria periodística. Entre los documentos más reveladores se cuenta a una declaración del 4 de diciembre de 1975, extraída a Miguel Gregorio Chase Sardi, quien asistido quizás por sus conocimientos de antropología, había logrado engañar tanto a Stroessner como a los mismos jerarcas de la Unión Soviética, fingiéndose un convencido comunista. Habiendo visitado Moscú en varias oportunidades y siendo favorecido de Eugen Vladimrovich, encargado para el Paraguay del Partido Comunista de la URSS , Chase Sardi llevaba bastante tiempo actuando de doble agente e informando también a la embajada norteamericana sobre las actividades del comunismo paraguayo, recibiendo 500 dólares mensuales por el servicio. Este hecho era ignorado por el Jefe de Investigaciones Pastor Coronel, quien ordenó su arresto y sometimiento a los acostumbrados masajes, hasta que acudió en su auxilio la “diplomacia” estadounidense.
Otro caso análogo que podríamos citar es el del policía de la Cultura Alcibíades Gonzàlez Delvalle, cuyo vacío difícil de llenar en la Dirección de Cultura de la Municipalidad todavía no fue digerida por la patria periodística. El policía de la cultura, ex integrante de los cuadros represivos de la etapa más sangrienta de la dictadura, y ascendido por méritos el 7 de Septiembre de 1962 en decreto firmado por Stroessner y Edgar L. Ynsfràn, también cambió de bando cuando las directivas del norte se volvieron contradictorias. Era el tiempo en que otros meritorios luchadores cerraban sus radios para ahorrar el dinero que la NED les enviaba por mantener trabajando a sus operarios.
Cuando el Fiscal Clotildo Jiménez acusó al policía de la Cultura de violar la Ley 209 a mediados de 1980, éste se encontraba precisamente en Estados Unidos cumpliendo sus labores de informante. Es que al Departamento de Estado le interesaba “la guerrilla de las Ligas Agrarias”, por lo cual había convocado a uno de “sus hombres en Asunción”, quien se encontraba en territorio norteamericano desde el 24 de mayo de 1980. Al terminar sus obligaciones en el norte para regresar y ser detenido, no se le ocurrió mejor abogado defensor que Fernando Levi Ruffinelli, uno de los redactores y férreo defensor de la Ley 209 en la Cámara de Diputados, además de gran amigo de ABC color.
Había sido precisamente Levi Ruffinelli un pionero en la colaboración con la dictadura, allá por la década de 1960, aceptando el puesto de alcahuete rechazado con dignidad por otros dirigentes liberales como Carlos R. Centurión. Es que se necesitaba a un parlamento representativo en vísperas de firmarse el entreguista tratado de Itaipù, tan lamentado hoy por los diarios comprometidos con la libertad de expresión.
Pensamos que ni falta hace recordar antecedentes de otros grandes próceres de la democracia como Domingo Laìno, pescador en directorios liberales revueltos, donde el común denominador era la trepada a costa de la integridad física del correligionario por medio de delaciones ante el temible Pastor Coronel. O de un Carlitos Filizzola Pallarès, perseguido por la dictadura hasta en sus enredos con la policía de Tránsito por chocar con un coreano, hoy convertido a los 45 minutos del segundo tiempo (igual que en épocas pasadas) en rabioso anti-oficialista. Y conste que lo hace después de haber sido el pasionario defensor de las políticas deflacionarias y tributarias del nicanorismo, impartidas desde Hacienda y el BCP, con sus histéricos discursos en el Senado. Tanto contraste entre la realidad y la historia oficial sólo puede hacernos sospechar que un juicio tan tendencioso del pasado, generando una instrucción tan parcialista del presente, además de generar tanto despropósito político, debe resultar bastante lucrativa para quienes se abocan a repetirlo con tanta insistencia.
LUIS AGÜERO WAGNER.