Soledad y ansiedad en un menudo cuerpecito
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
domingo 11 de noviembre de 2007 6:56 COT
(Publicado originalmente el 31 de octubre de 2007 en japonés y el 6 de noviembre de 2007 en inglés)
Kimie Kishi de compras en Miyoshi, prefectura de Hiroshima. (Takeshi Nishimura / © Mainichi Shimbun)
Un viento de comienzos de otoño pasa silbando por las montañas Chūgoku al sudoeste de Honshu (la mayor isla de Japón). Kimie Kishi, de 61 años, vive sola en una casa con terraza en Miyoshi, prefectura de Hiroshima. Víctima de microencefalia, contraída debido al bombardeo de Hiroshima cuando su madre estaba embarazada con ella en el vientre, Kishi mide 1,38 m de estatura y la cabeza le mide apenas 52 centímetros de circunferencia. Sentada en la sala sin ventanas de su casa, masajeándose la adolorida pierna izquierda, murmura suavemente, "de veras me encantaría poder verlos a todos de nuevo, pero…"
En noviembre hay una reunión de la clase de su escuela primaria y secundaria en la ciudad de Hiroshima. Kishi no cree que pueda ir. Tendría que viajar hora y media en carro. Un taxi especial para discapacitados le permitiría estirar la temblorosa pierna, pero el viaje de ida y vuelta le costaría decenas de miles de yenes. Es uno de los pequeños sacrificios que cada vez más le pide la vida. Individualmente cada uno de ellos puede parecer trivial, pero juntos se suman a una cada vez más profunda sensación de soledad.
Este verano el dolor de la pierna empeoró. Finalmente tuvo la necesidad de usar una silla de ruedas para ir de compras o al hospital para tratamiento ambulatorio. Cocinar se le volvió un suplicio, pues estar de pie en la cocina por cierto lapso de tiempo le da mareo. Tose con flema sin cesar. Sufre de profundos dolores en las vías nasales. Le hormiguean las yemas de los dedos. "Sí tengo momentos", confiesa con una risa débil, "cuando me pregunto: ‘¿por qué a mí?’".
Sin importar cuán indispuesta se sienta, una rutina diaria que nunca omite es la de apretar las manos para orar ante el altar budista en el que tiene puestas fotografías de sus dos hermanas mayores, quienes murieron de repente, una detrás de la otra, en noviembre pasado. "¿Qué van a hacer ustedes hoy?", les pregunta. Sus hermanas eran muy importantes para ella. Las tres comían juntas y hablaban de sus problemas juntas. Cuando las recuerda ahora, se le llenan de lágrimas los ojos.
Los problemas de Kishi crecen. Una mamografía realizada a mediados de septiembre le detectó un bulto en el seno derecho. Cuando era joven había tenido un bulto en el mismo lugar. Resultó ser benigno y sus amigos le dicen que este tal vez sea igual, pero ella sabe que muchos hibakusha contraen cáncer como consecuencia de la radiación de la bomba.
Los resultados de las pruebas no saldrán antes de diciembre. Mientras tanto, debe vivir con el suspenso. ¿Y si sus peores temores se hacen realidad? "Trato de decirme, ‘me preocuparé por eso cuando llegue la hora’, pero…" La voz le tiembla, y su cuerpecito parece encogerse ante mis ojos.
Por Hiroko Tanaka, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés, con apoyo en la versión en japonés, por Julián Ortega Martínez
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domingo 11 de noviembre de 2007, 11:25 COT
Me conmueve repasar las letras de testimonios que no cesan. Por Dios! que esto nunca más se repita! ¿Será posible? Tu labor Julian al traducir estos escritos es plausible desde todo punto de vista. Al menos es hacer eco como llamado para crear conciencia. Ojalá los "líderes" mundiales entiendan lo grave de una guerra nuclear. Te abrazo apreciado Julian!
domingo 11 de mayo de 2008, 03:07 COT
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