¿Qué debe ser el “socialismo del siglo XXI”?
Estancias > PolíticaPor Julián Rosero Navarrete
lunes 9 de noviembre de 2009 15:52 COT
En alguna ocasión, el Instituto de Ciencia Política “Hernán Echavarría Olózaga” dedicó el número 16 de la revista Perspectiva a compilar ensayos y artículos en los cuales se desdibujaba el concepto mismo del socialismo, basándose en los errores de los Estados latinoamericanos que han adoptado el modelo en el continente. De hecho, varios de los ensayistas satanizaban prácticas como la intervención en la economía, el estado garantista y la estatización de los recursos extractivos de esas economías. De la misma manera, argumentaban que la política pública encaminada no beneficiaba del todo al fin último del socialismo que es la población vulnerable.
No obstante, independientemente de si se está de acuerdo o no con las conclusiones de la mencionada publicación, es prudente mencionar que deja las bases para indagar sobre cuál es el fin y, de hecho, la población objetivo del nuevo socialismo. Observando también la columna de Rodolfo Arango en El Espectador titulada La definición de la izquierda, se puede observar que los simpatizantes y militantes de los partidos de esta corriente política buscan arduamente una definición, desligándola de las concepciones de socialismo que imperaron en el siglo XX. Y claro está, en medio de la era “antiterrorista” es necesario hacer rigurosamente ese divorcio, pues gran parte de las corrientes socialistas del siglo pasado concebían su actuar político de la mano con un brazo militar clandestino, hoy descalificado en su totalidad.
Sin embargo, en medio del afán de acabar la relación de la izquierda actual con “todas las formas de lucha”, se olvidan de reflexionar en cuál es la población objetivo y el fin mismo del socialismo. Arango hace alusión a una definición del Dr. Carlos Gaviria en donde dice que “ser de izquierda es ponerse del lado de los débiles”. La verdad, siendo el socialismo el régimen cuya principal filosofía es el imperio de la colectividad, resulta bastante contradictorio y excluyente esa premisa. Los débiles y los pobres no son el todo de las sociedades, ni el todo de la colectividad. La sociedad también la componen agentes con situación de poder y grupos poblacionales en “medio de la escalera”, quienes gestan y engranan importantes procesos para lograr y mantener el desarrollo político, económico y social de todos los ciudadanos. Es pues como resulta prudente corregir la máxima sartriana del Dr. Carlos Gaviria, enunciando que “ser de izquierda es ponerse del lado de la sociedad, de la colectividad”.
Es decir, aterrizando lo anterior, lo que busca o debería buscar el socialismo del siglo XXI es el bienestar individual a partir del bienestar colectivo, sin excluir a ningún agente por muy “burgués” que fuere. Desde una perspectiva ejecutiva, la política pública encaminada por las naciones que adoptaran el socialismo bajo la concepción aquí enunciada, debe tener como objetivo proveer los bienes y servicios públicos necesarios a toda la sociedad, desde un enfoque universal, para sanear las necesidades y así, permitir con eso el desarrollo individual. Ejemplo de ello es la provisión de salud, educación y seguridad.
El proponer políticas universales de salud y educación, y de la mejor calidad posible, no es un discurso populista ni “mamerto”, sino que también tiene componentes que buscan beneficiar el desarrollo de los individuos. O alguien puede responder, ¿quién podría surgir de manera honesta y correcta en un país donde prima la ignorancia? ¿quién podría sentirse sano y seguro biológicamente en un país en donde a la gente aún le da tuberculosis, o están latentes enfermedades como la leishmaniasis, fiebre escarlatina, etc.? ¿quién podría constituir emporios empresariales o generar industria, sin tener la mano de obra óptimamente calificada para lograr tal cometido?
De la misma manera se debe pensar con la provisión de seguridad. El hecho de formular políticas de seguridad en un gobierno socialista no lo hace acercarse a la “derecha”. La seguridad, el orden público y el hecho que recaiga el monopolio de las armas en el Estado, son factores importantes para la cohesión social. Resumiendo, el socialismo es una doctrina que busca, a través de la política pública concebida como universal, sanear las necesidades colectivas, en el marco del goce efectivo de los derechos sociales, económicos y culturales de todos los ciudadanos, generando así las bases para el desarrollo individual. Así pues, concepciones de desarrollo tipo “copa rebosada” no entran en esta definición, toda vez que en ellas se encamina la política pública para beneficiar un pequeño sector asumiendo que esto desencadena el bienestar de otros sectores. Tampoco entra la clásica definición de socialismo, en donde se despoja de toda riqueza, independientemente si hubo procesos legales y justos para la generación de ésta, de un sector para, supuestamente, traspasarlo a los “más pobres”. Debe reiterarse que la población objetivo del socialismo actual es toda la colectividad.
Finalmente, políticas como la intervención económica, la estatización de recursos, entre otras, por muy polémicas que parezcan ser, son loables siempre y cuando el directo beneficiado sea la colectividad. En caso en el que sólo se favorezca un pequeño sector o un pequeño grupo de agentes estatales o paraestatales, dichas políticas evidentemente son erradas. La pregunta es, ¿y cómo hacer para determinar si en realidad se beneficia la colectividad? Es ahí donde es necesaria la democracia, el control popular y la veeduría ciudadana. De lo contrario, cualquier intento benévolo de socialismo puede convertirse en dictadura civil, como lo que se ha venido observando a lo largo del continente.