Piedad Córdoba, con los crespos hechos
Estancias > Primera planaPor Marsares
viernes 9 de octubre de 2009 19:26 COT
Bueno, se acabó la novela. El premio Nobel de Paz 2009 se lo ganó Barack Obama y Piedad Córdoba se quedó vestida y alborotada. Pese a que las apuestas la consideraban favorita, a que el gobierno, por boca de su ministro de defensa, no encontró razones para su nominación, a que el senador Robledo la consideraba digna ganadora por su doble condición de mujer y negra, un pecado en una sociedad machista y racista, a que variados colombianos la colocaban en el cielo y las huestes uribistas la echaban por tierra calificando la probable escogencia como un premio Nobel para las FARC, Piedad Córdoba no ganó y de nuevo, un jefe de Estado se llevó los honores y el millón de euros.
¿Pero se lo merecía la Negra?
Un Nobel de paz, se supone, debe buscar con desinterés la paz. No debe tomar partido por ninguno de los contendientes, su labor debe ser callada y efectiva, debe contribuir al acercamiento de las partes, la protección de las víctimas, y el freno de los abusos de los actores del conflicto deben constituir su mayor prioridad.
Colombia le reconoce a la Senadora Piedad Córdoba sus gestiones a favor de los secuestrados y gracias a su intervención, algunos han sido liberados por sus captores. Pero el fin no justifica los medios y Córdoba no ha sido un modelo de desinterés y altruismo. Su cercanía manifiesta a la guerrilla, de la que se ha distanciado más por la presión pública que por íntima convicción, su obsecuencia con el presidente Chávez y su modelo autoritario, y haber convertido la liberación de los secuestrados en un espectáculo para beneficio propio y de sus amigos, con boina incluida y empujones para la foto, no muestran a una gestora de paz sino a una política oportunista, que como las propias FARC y el presidente Álvaro Uribe, convierten el dolor humano en mercancía para ganar réditos a su favor.
Tampoco su labor política es un modelo para mostrar. Sus alianzas electorales con políticos corruptos como César Pérez, quien perdió la investidura de congresista por sus líos judiciales y configuró un clan nefasto en la política antioqueña, dejan mucho que decir de su transparencia. Hábil manipuladora de compromisos regionales, en los últimos tiempos tomó distancia de ellos merced a su labor humanitaria que la proyectó a la escena internacional, con amplios beneficios en imagen.
¿Se lo merecía Colombia?
Sin embargo, más allá de los méritos personales de la Senadora Córdoba, la concesión del Premio Nobel de Paz proponía un escenario novedoso para el conflicto colombiano. La autoridad del Nobel hubiera apalancado la gestión de la parlamentaria y puesto en aprietos al presidente Uribe, obligado a contar con ella en primerísimo término no sólo para las eventuales liberaciones sino para el inicio de un proceso de paz con la guerrilla, pues negarse a ello elevaría aún más la imagen de su contradictora, convirtiéndola en mártir y, hacia el futuro, en una seria competidora electoral.
Un premio Nobel de paz habla y se le escucha. Si en estos momentos la parlamentaria antioqueña se ha convertido en interlocutora de gobiernos, organismos internacionales, subversión, ONG, un galardón de esta magnitud la habría proyectado con mayor fuerza y autoridad en el escenario internacional y con ella, las víctimas del conflicto habrían tenido un eco mucho mayor, al tiempo que las tropelías de gobierno, guerrilla y paramilitares se habrían auscultado con mayor severidad, empezando por la propia Corte Penal Internacional. Un escrutinio riguroso sobre los desplazados y la legalización del apoderamiento de sus tierras por empresas criminales o los ricos de siempre, equilibrarían las cargas frente a un régimen para quien los subsidios a los poderosos y las migajas a los pobres son su razón de ser.
Futuro prometedor
No ganó Piedad Córdoba el Nobel de la paz, pero la exposición internacional como la principal favorita a quien le ganó un contrincante de las ligas mayores no es una pérdida sino una victoria que debe saber aprovechar la Senadora, corrigiendo los errores pasados y convirtiéndose en verdadera garante de paz, con un único compromiso político, la protección y respaldo a las víctimas de la guerra colombiana.
Una oportunidad para que su carisma se ponga a prueba y sus contactos con la subversión consigan ponerle un punto de quiebre a esta guerra degradada a la que únicamente se le pondrá fin cuando las partes, con sinceridad, se sienten a negociar la paz, que no sólo consiste en bajar las armas, sino en convertir a Colombia en una verdadera democracia.
¿Álvaro Uribe y Alfonso Cano serán sus protagonistas? No, pero los que vienen detrás, los sobrevivientes de la Seguridad democrática y del terrorismo, seguramente lo harán y en este escenario Piedad Córdoba será fundamental para el acercamiento y romper la desconfianza. En ese momento, se habrá ganado con justeza no sólo el derecho al Nobel de paz, sino el reconocimiento universal.
sbado 10 de octubre de 2009, 10:26 COT
paz
viernes 16 de octubre de 2009, 06:04 COT
Estoy de acuerdo en que a las FARC no hay que darles la más mínima posibilidad mediática; pero me parece que va siendo hora de dejar de lanzar el mensaje de que Piedad Córdoba y las Farc son la misma cosa. El que Uribe después de ordenar los espionajes contra ella y todo él (la) que no se arrodille ante él y no haya conseguido pruebas que la vinculen a la farcpolítica deja claro que tal vinculo no existe; cosa que no puede decirse de Uribe y los paramilitares. El que en equinoXio ponga como entradas relacionadas los mensajes que mencionan a las Farc y los que mencionan a Piedad Cordoba deja claro el mensaje que lanzan: Piedad Cordoba y las Farc son lo mismo.