Paul Auster, un testigo de nuestro tiempo
Estancias > Salón comunalPor Marsares
mircoles 31 de mayo de 2006 11:01 COT
Imagínese un amigo de la infancia que regresa a usted en su vida adulta. Es un escritor en potencia y usted un columnista de prestigio en un periódico reconocido. Antes de desaparecer, este amigo le encarga que lea su obra y si le encuentra méritos, la haga pública. Usted la califica con un “vale la pena”, la hace llegar a la editorial y consigue el éxito.
Pero ahí no termina la cosa. La obra se difunde y usted, no sabe a qué horas ni cuando, termina involucrado en la vida del antiguo compañero, hasta el punto de asumir su rol. Sophie, la compañera sentimental del ausente, se convierte en la suya y, usted, además, lo reemplaza como padre de su hijo.
La vida continúa, con la normalidad que puede tener la suya o la mía, hasta que descubre que su amigo no está muerto. ¿Cómo encontrarlo? Un columnista es un escritor frustrado y por eso emprende la tarea de escribir la biografía del "resucitado", siguiendo sus pasos, como pretexto para llegar hasta él y confrontarlo.
Esta trama pertenece a “Una habitación cerrada” novela perteneciente a la trilogía de Nueva York del escritor estadounidense Paul Auster, publicada en 1986 y que se encuentra en español publicada por Anagrama. Este prolífico escritor de cuentos y novelas, ensayista, poeta, cineasta y libretista de televisión, acaba de ganar el premio Príncipe de Asturias.
De sus obras ha dicho: “En casi todos mis libros, el final es algo que se abre a otra cosa, una cosa nueva. Se abre al episodio siguiente, a un paso que no aparece en el libro pero que el libro sugiere. Un paso de un libro o un paso de la vida: es lo mismo. Si el personaje no está muerto, su vida continua."
"Sería peligroso, cínico y deshonesto observar al mundo como algo feo: todos somos ángeles y demonios", señaló en alguna entrevista. En Brooklyn Follies" su última novela, sigue fiel a su pensamiento: “Ella fue quien quiso separarse, y, dado el alcance de mis fechorías y transgresiones a lo largo de los años, verdaderamente no podía reprochárselo. Treinta y tres años viviendo bajo el mismo techo y, cuando nos fuimos cada uno por su lado, no habíamos llegado absolutamente a nada.”.
Su capacidad para recrear la realidad fue lo que tomó en cuenta el jurado. Es un gran testigo de nuestro tiempo, dice el acta, que logra atraer a las nuevas generaciones al mirar agudamente nuestros problemas individuales y colectivos.
jueves 1 de junio de 2006, 09:18 COT
Una gran obra que generosamente permite todas las interpretaciones que uno quiera porque precisamente Auster lo está haciendo en cada momento, porque ese es el tema de su obra. Y ante la realidad de que no somos más que productos del azar, de que nuestra vida no tiene sentido, tenemos la libertad de darle el sentido que se nos dé la gana, de ver lo que queramos ver. Por eso precisamente su obra imita tan bien la realidad.
jueves 1 de junio de 2006, 10:16 COT
Por supuesto, Juglar. Ahí radica la magia de su obra. Somos juguetes del azar. No existe nada preconcebido. Y por eso puse el ejemplo de la “Habitaciòn cerrada”. El protagonista, en la medida que cumple con el deseo de su amigo, se ve inmerso en una serie de situaciones con las que no contaba, que van transformando su vida. Refrescante leer a Auster y más aún, que se le haya premiado con justeza.