Miguel Hernández, hermano
Estancias > Katherine EscobarPor Marsares
mircoles 28 de marzo de 2007 0:01 COT
Qué puede uno decir de Miguel Hernández que no se haya dicho ya. Basta acudir al imaginario para percibirlo en su Orihuela del alma, sin igual pastor de cabras y de versos. Adolescente capaz de asombrarse con los clásicos mientras intenta imitarlos. Agridulce descubridor de Madrid, antes de hacerlo con Josefina, amor que no sabe a piel húmeda. “Te me mueres de casta y de sencilla: / estoy convicto, amor, estoy confeso”. Miguel, pasajero del tren religioso, “salvado” por Neruda y Aleixandre, en las inolvidables tertulias que pulieron su estilo y su alma. Y su amor por la República, cuando La Pasionaria inflamaba los corazones y las Brigadas Internacionales apuntalaban las ilusiones que se derrumbaban. “Llegaron a las trincheras / y dijeron firmemente: / ¡Aquí echaremos raíces / antes que nadie nos eche! / Y la muerte se sintió/ orgullosa de tenerles”.
Poemas suyos han sido convertidos en éxitos musicales por Serrat, Mocedades, por el recordado Víctor Jara… como "El niño yuntero", de quien es este video:
Esta es su letra:
"Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatifecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepurtura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.
Le veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
u declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros."
Triste suerte para un poeta que no tuvo la de García Lorca de morir a tiempo. Tuvo que soportar las cárceles franquistas, como transeúnte del olvido. Un 28 de marzo, con 31 años a cuestas, murió Miguel Hernández. "Adiós, hermanos, camaradas y amigos / Despedidme del sol y de los trigos".
sbado 31 de marzo de 2007, 16:05 COT
Miguel Hernandez: Mi ídolo.
jueves 5 de abril de 2007, 18:07 COT
“Jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños”. Tempranera muerte para un ser del cual pudimos aprender mucho. Nunca es bueno buscar cuplables, pero me parece injusto lo de su encierro… ¿acaso su verdugo estará en paz consigo mismo?
Miguel Hernández, donde estés… GRACIAS!!
Dr. Marsares, para tì mi saludito afectuoso a muyyyyy larga distancia!
viernes 6 de abril de 2007, 22:22 COT
Marsares, me gusta ver por aquí en medio del interesante contenido que tiene la revista en este momento, este pequeño pero sentido homenaje a Miguel Hernandez.Poeta fino, poeta en todo el sentido de la palabra, poeta que como ud anota ha perdurado en manifestaciones como las de cantantes de los años 60 y 70 en varias latitudes, qué grato ver este sencillo pero significativo homenaje.