“Los efectos de los bombardeos no son tan simples como el gobierno cree”
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
martes 11 de marzo de 2008 10:15 COT
(Publicado originalmente el 30 de enero de 2008 en japonés y el 28 de febrero de 2008 en inglés; este es el último artículo de la serie del invierno de 2008 del Hibakusha Project)
Sumiteru Taniguchi (Yūichi Nishigori / © Mainichi Shimbun)
Cada vez que Sumiteru Taniguchi, de 79 años, oye hablar de enfermedades por radiación, sus pensamientos de inmediato se vuelven hacia Joe O’Donnell, quien murió en agosto de 2007 a los 85 años de edad. O’Donnell le inspira emociones complejas a Taniguchi. Era un fotógrafo del ejército de EUA que capturó las secuelas dejadas por el bombardeo atómico. En 1989 publicó uno de sus más apreciados negativos, que muestra a un joven de pie frente a un improvisado crematorio cargando un niño ya fallecido en la espalda. Es una imagen que aún hoy nos habla de los horrores de la guerra y de la importancia de la paz.
El 15 de septiembre de 1945, O’Donnell fotografió a un Taniguchi que yacía en una cama de hospital, atormentado por las quemaduras de la radiación. Volverían a encontrarse en 1993. "¡Nunca imaginé que todavía estuvieras vivo!", le dijo O’Donnell. Siguieron siendo amigos cercanos hasta la muerte de O’Donnell 14 años después.
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O’Donnell hizo una asombrosa revelación. "Me dijo que también estaba enfermo por la radiación", recuerda Taniguchi. "La circulación de la sangre no la tenía bien, la columna la tenía hecha pedazos, ya había tenido cierta cantidad de implantes óseos artificiales. Lo habían operado unas 50 veces ya, e iba a necesitar otra operación cuando regresara a los Estados Unidos".
Los criterios bajo los cuales el gobierno japonés reconoce oficialmente (y brinda compensación médica por) las enfermedades por radiación, actualmente en revisión, especifican exposición a la radiación dentro de las primeras 100 horas después del bombardeo. "Pero el ejército estadounidense ingresó al área sólo un mes después", señala Taniguchi. "Eso es mucho más que 100 horas".
Las heridas del propio Taniguchi son reconocidas de forma oficial como relacionadas con la bomba. La espalda le quedó muy quemada y las células subcutáneas, completamente destruidas. Los reiterados transplantes de piel no han podido solucionar el problema; sólo el año pasado tuvo dos. Al menos su tratamiento puede recibir compensación del gobierno.
Aparte del tratamiento, no obstante, dice Taniguchi que "las quemaduras de la radiación causan heridas muy profundas". Añade que "en muchos casos, la parte enferma de la piel no puede respirar más. Es una incapacidad que persiste allí y para ella no hay reconocimiento oficial".
O’Donnell, en sus últimos años, se hallaba consternado por la tendencia, entre los miembros retirados del ejército estadounidense, de justificar los bombardeos atómicos. "Los efectos de los bombardeos", dice Taniguchi con el rostro ensombrecido, "no son tan simples [como cree el gobierno]".
Taniguchi estaba trabajando, en su ronda habitual como cartero, cuando la bomba cayó en Nagasaki. Golpeado directamente por la radiación en la espalda, estuvo durante largo tiempo entre la vida y la muerte. Sobrevivió de milagro. Es el presidente del Consejo de Nagasaki de Víctimas de la Bomba Atómica.
Por Yūichi Nishigori, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés, con apoyo en la versión en japonés, por Julián Ortega Martínez
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