Ida la magia, sólo queda la fe
El jardín de las delicias > Estancias > PsicologíaPor Luis Felipe Tenorio
lunes 16 de marzo de 2009 5:12 COT
En la ciencia sorprende la cantidad de ignorancia acumulada en forma de hechos surgidos de reflexiones y no de alguna realidad. William James
Cuando empecé la universidad el vehículo de mis profesores para expresar su ideología era la cultura popular. Luego supe de esa enfermedad endémica entre los intelectuales que los obliga a mostrar su compromiso social y demostrar su utilidad: la enfermedad del resentimiento. Los intelectuales no quieren ser físicos o médicos, sino científicos auténticos. Los atormenta haber inventado el derecho, la política, la música, la épica, sin ser ciencia.
Enseñan la relevancia de la cultura de masas usando palabras que jamás usaría la masa. En un caso de metalenguaje digno de Stalin, empezaban por reconocer que nadie puede salirse de sus raíces para justificar el tono condescendiente con el que diseccionaban los festivales populares o la decoración de los buses. Y contaban sus investigaciones como exploradores ingleses luego de una vueltita por África.
En algún momento alguien se dio cuenta de que los sistemas filosóficos que aspiran a sistemas religiosos, eliminando debates que discuten su visión del mundo y cambiándolos por dogma, necesitan lenguaje. Las ciencias humanas, conociendo las formas del pensamiento religioso, resolvieron adoptarlas y usar el ritualismo para asegurar su posición. Basta aplicar “el método” para ser ciencia, sin aceptar lo lastimoso de ciertas aplicaciones. Si la ciencia positiva es la nueva fe, las ciencias liberales tratan de oficiar la misa.
Su consigna parece ser que si se pueden oscurecer las cosas, ¿para qué decirlas claro? No hablo de su compleja argumentación, que puede ser artificial, sino a la invención de palabras cuya función, la única, es destacar su inteligencia y alejar a los profanos, usando un truco como dar misa en latín para sacar de la incomprensión un misterio. Yo creo que la historia, las artes, la literatura han dado producciones cumbres de la raza humana. Pero la CIENCIA de la historia y la CIENCIA de la literatura ocultan la belleza de esos productos, e inventarse categorías como “cultura popular” no sirve para mejorar la integración social y el estatus de las masas, sino para crear un corral donde investigarlos posando de apóstoles.
Las ciencias humanas, hechas de palabras, se sienten, aterradas, al alcance de cualquiera que pueda hilvanar una frase. Entonces se llenan de metáforas dificilísimas para preservar un misterio que sólo existe y es relevante en su paranoia cientificista. Mientras los científicos positivos adoran la idea de que las matemáticas son el idioma de Dios, los humanistas se aseguran de divinizar su propio lenguaje, esperando que la incomprensión procree admiración. Claro, muchos positivistas usan artimañas parecidas, pero capitalizando limitaciones propias de sus herramientas, no inventándole limitaciones artificiales al lenguaje diario.
Ese afán de las humanidades explica los ataques que recibe la historiadora Diana Uribe en Colombia. Diana es prócer de la aspiración de popularizar la historia. En su programa usa jerga y pone canciones de Charly García para explicar el peronismo. Algunos creen que los ataques de los historiadores “clásicos”, los que estudian fenómenos populares pero ni Dios lo quiera que ellos mismos van a ser de esos fenómenos, lo hacen para no dejar banalizar el “método”. Yo no. Después de padecer años este resentimiento, concluí que lo que les aterra es perder la banca que han mendigado con soberbia en la catedral de la ciencia, cuando la gente vea que su conocimiento está vacío. Porque su actitud es una pose, su lenguaje lleno de símbolos sin respaldo, su evangelio no tiene Dios, su ciencia tiene método y hasta objeto pero no objetivo y temen que alguien les recuerde que no son artistas geniales porque nadie los entiende.
lunes 16 de marzo de 2009, 11:44 COT
Jared Diamond nos impulsa a considerar la historia como una ciencia en derecho propio sin recurrir a inventarnos un lenguaje intelectualoide. Aunque no estoy seguro si el “-oide” sobre acá.
lunes 16 de marzo de 2009, 11:45 COT
El problema no es que Diana Uribe tenga un lenguaje abierto y democratico. El Problema es que Diana Uribe sea la única que hable al respecto y que sea convertida en el único referente sobre la historia. Pero asi es todo en este país.
Recuerdo un articulo que salio hace como 2 semanas en Semana titulado “la bacanizacion de la historia”; salia Diana Uribe por supuesto, como si fuera algo nuevo, algo que no llevaramos escuchando hace siglos.
Hay mucha gente sobretodo en historia, inlcuyendome, que se aburre de todas esas categorias que se inventan para clasificar lo inclasificable, pero tampoco considero que porque existan dianas uribes haya que descartar a la historia como ciencia. Si no hubieran investigaciones serias, de esas academicas a las que usted se refiere, no existiría material de lectura para Diana, veamoslo por ese lado. Es decir, no tan en blanco y negro.
lunes 16 de marzo de 2009, 11:47 COT
Hola Luis,
Tuve el gusto y placer de ser estudiante de Diana y aprendí mucho con ella. Después tuve la oportunidad de estudiar historia y literatura como áreas menores en la Universidad. También aprendí bastante y no creo que estas dos formas de conocimiento estén reñidas, al contrario, se complementan. Diana cumple una tarea de motivación con su estilo para divulgar el conocimiento. Este a su vez se puede profundizar en cursos especializados sobre la materia.
La historiografía (y las diversas corrientes historiográficas) es una belleza en sí misma y sus métodos (porque no hay uno solo) cada vez se van haciendo más complejos, aunque no por ello los resultados deban ser publicados de manera ladrilluda. En este sentido, especialmente en la literatura anglosajona, se pueden leer estudios fabulosos y rigurosos.
Que haya gente que siempre critique a otra o le niegue el valor a lo que hace creo que es, a mayor o menor escala, universal. Claro, me imagino la cantidad de estudiantes que se preguntarán por qué el profesor ladrilludo que sigue leyendo sus apuntes amarillentos no podría tener un poquito más de pasión con la materia que está dictando, es un problema real que Diana les puede crear a tantos académicos soporíficos.
Un problema válido porque no hay derecho de que las universidades estén llenas de profesores que van a recitar conocimiento. Pero de ahí a descalificar los métodos o logros de la ciencia por personajes que descalifican a Diana, hay un largo camino, me parece. Hoy en día cada vez tiene menos cabida el epígrafe de William James que utilizó.
lunes 16 de marzo de 2009, 13:27 COT
Pero el show business edifica nuevas deidades sobre babas. De mucho tiempo atrás las emisoras llevan a un sabelotodo y lo llaman así: “… usted que lo sabe todo”. Académico formal con puesto en una facultad, a Juan Carlos Flórez lo ponían a comentar bombardeos sobre Bagdad en tiempo real y él, sin más que su incontinencia verbal conceptuaba que eran bombas de alta precisión que no afectaban civiles; tal vez porque lo leyó, tal vez porque lo cree, pero evidentemente el man no es un perito en misilería ni explosivos (El de ahora es Fabián Sanabria, “experto en religiones”, quien contesta sobre lo divino y lo humano y hasta receta terapias). Sin ninguna rutina de inversión ni manipulación de tensores, Juan Gossaín dice después de un terremoto que fue la Falla de Palestina o la de Romeral, mientras los noticieros van por el funcionario de Ingeominas llamándolo experto. Una lluvia roja es llamada lluvia de sangre y un canal le bota la explicación a un cura.
Personalmente preferiría un escenario de divulgación donde no se invistiera el conocimiento de infalibilidad ni chicanería; distribuido, como en “yo sé quién sabe lo que usted no sabe”. Esa idea de los problemas como algo con varias miradas posibles sería un poco más sensata en términos científicos y tendría algo más de sentido civil. Sin embargo es posible que sea más útil socialmente el consenso en torno a un gusto de bajo esfuerzo, frente a lo cual promover actitudes críticas e inquisitivas podría ser también una agenda totalitaria (me siento Sideshow Bob).
La imagen de una locuaz señora con GB de enciclopedias y datos expuestos coloquialmente (y a toda m), más que vulgarizar, bien puede vender la idea de que la historia solo se sabe como erudición al bulto, disuadiendo a quienes sí podrían hacerla como oficio, como ejercicio de investigación. Si tan solo pusieran un: “si quieres saber más acércate a la biblioteca”.. pero no, la información está en los metros de discos y ya está ahí, toda; no hay preguntas, no hay cabos sueltos.
lunes 16 de marzo de 2009, 13:46 COT
Gracias a Víctor por recordarnos esta payasada y por reivindicar a Alfonso Castellanos, Abelardo Forero y Ramón de Zubiría.
Por desgracia, yo estudié algo que no es ni lo uno ni lo otro. Por ello, me siento con menos “autoridad” para opinar.
martes 17 de marzo de 2009, 12:44 COT
Gracias a todos por sus comentarios.
En realidad, aunque soy conciente de que todo parece escrito para defender el trabajo de Diana Uribe (además de que personalizar la discusión es una tentación demasiado apetitosa para dejarla pasar 🙂 no era mi intención.
El problema para mí reside en la curiosa deficación de la ciencia positiva, lo que ya me parecería bastante malo. Pero las ciencias humanísticas y liberales, que habrían sido las llamadas a plantear un nuevo paradigma y otra forma de entender el mundo, lejos de hacer eso se han dedicado a reivindicar su puesto A PARTIR DE LA MISMA CIENCIA POSITIVA. Las ciencias liberales y humanas, aunque se esfuerzan en reclamar “otra mirada” (la expresión me parece patética, pero no vamos a discutir), dejan traslucir que se mueren de la envidia por el estatuto científico de las ciencias positivas y se mueren de las ganas por tener algo parecido. Y como no lo tienen, atacan a los físicos, químicos o matemáticos, que ni se enteran de esa pelea y mientras tanto profesores de sicología, historia o literatura se comportan como niños malévolos despreciando el brillante juguete de su amigo. Pero sólo es que lo tuvieran…
Me parecería magnífico que a uno lo mandaran a la biblioteca a aprender más (¿tal vez recuerden una serie de los 80 llamada “Viajeros”?), me parecería estupendo que los “comentaristas” mostraran alguna humildad y quisiera que a uno le ayudaran a formarse una opinión más versada.
Pero lo malo es que la historia, la literatura, la filosofia en las universidades en realidad tampoco hacen eso (y cuando lo hacen es buscando algún lugar donde guarecerse, como la Alemania del kaiser cuando reclamaba “un lugar bajo el sol”). Lo que hacen es reclamar un respeto por sus formas, por sus métodos y decir que ellas “no son pero si son” ciencias positivas. El día que encuentren una forma de vestirse de los ropajes de la ciencia dura, la mayoría de estos seudofilósofos se olvidaran de la pelea con la ciencia positiva y dirán que no, que siempre ha sido la ciencia respetable.
Diana Uribe es sólo la encarnación de un fenómeno reciente, y no la defiendo más de lo que defiendo a Alfonso Castellanos, Antonio Panesso, Alberto Dangond, José de Recassens y otros que no traigo para que no se me note lo viejo. Simplemente cuenta la historia. No aspira a que sea una ciencia. No dice que la historia lo es por ser una ciencia y dejaría de serlo cuando se demuestre que la ciencia no puede estudiarla, confundiendo el fondo con la forma. Yo no sé (ni defiendo) si la historia debe bacanizarse o no. Pero sí sé que debajo de las ciencias humanas hay un inmenso manto de hipocresías y de refelxiones que sólo sirven para justificar facultades universitarias o burocracias intelectuales que se concentran tanto en debates de forma que se les olvida que, sea una ciencia o no, no es cumplir el método lo que agrega valor en una sociedad, sino hacer aportes o plantear preguntas de fondo, así no puedan responderlas. Pero no plantear discusiones bizantinas que sirven más para mostrar el hambre y el resentimiento y crear toda una industria vergonzosa alrededor de esos debates de comparsa….
martes 24 de marzo de 2009, 00:30 COT
Luis Felipe:
Yo comparto en buena parte los puntos de su artículo. Las llamadas ciencias sociales definitivamente no son “ciencias” y comparto su apreciación sobre la ambigüedad hipócrita que sus seguidores tejen entorno a las mismas: toda una construcción teórica en que por un lado rechazan ser ciencias, pero por otro lado la quieren dotar de un supuesto rigor y andamiaje teórico, construido en virtud de la mistificación del lenguaje, y con el fin de “alejar a los profanos” de sus “sagrados territorios” del saber.
Creo que en buena medida esto parte de la premisa falsa de que si algo no es ciencia no es conocimiento válido y que en reemplazo de eso hay que buscar todo un sistema “experto” que la reemplace.
Sin embargo creo que su artículo falla cuando pone el ejemplo de Diana Uribe. Seguramente muchas de las críticas a Diana Uribe parten de ese snobismo elitista y cuasi religioso que ud apunta. Pero eso no quiere decir que muchas otras no puedan ser más legitimas. Que la historia no sea una ciencia y que sea ideal presentarla de manera clara a la gente, no excluye la idea del rigor y de un mínimo de precisión con los conceptos, cosas de las que carece la mencionada señora.
martes 24 de marzo de 2009, 19:35 COT
Salud, Sergio.
Los cantantes dicen que a veces se encuentran canciones que ellos quisieran haber escrito, los articulistas a veces encontramos comentarios que nosotros quisiéramos haber escrito. Es el caso de la tuya y la agradezco.
Dos comentarios: no llegué a tanto como decir que las humanidades o “ciencias liberales” no sean ciencias. Creo que sí lo son (o mejor, PODRIAN serlo) siempre y cuando dejen de lado esa ambivalencia tonta frente a la ciencia positiva. Su paradigma, puesto y aporte es otro, pero están consiguiendo que las deje el bus por concentrarse en unas peleas formales que no les interesan sino a ellas, para compensar unas carencias que no deberían serlo si asumieran su puesto en el andamiaje del conocimiento.
En cuanto a Diana Uribe… de acuerdo. Peca de falta de rigor muchas veces y en nombre de la popularización trata sus temas como si fueran versiones para niños autistas (nada personal en la comparación, solo ilustro el punto), ni siquiera para “bacanes”. Pero ¿qué quieres? Me enfurece que en lugar de atacarla por eso, con hechos en la mano, con un discurso igual de claro, amistoso y comunicacional, lo hagan porque ella vende los secretos del templo y muestra que la historia todavia puede ser divertida. Su aporte es en la forma… y de esa forma las ciencias sociales podrían aprender bastante, creo, aunque ella se equivoque, supongo que a veces deliberada y manipulativamente, en el fondo. Pero sus aportes y logros siguen siendo válidos, creo. Y conste que no la defiendo…
viernes 3 de abril de 2009, 08:30 COT
Las humanidades en definitiva no pueden ser ciencias, es ridículo aplicar “el método” a las humanidades, el método científico pretende predecir y controlar, y aunque lo intenten no es posible ni predecir ni controlar al ser humano, los humanos son complejísimos, todos diferentes entre si y variables, los objetos y hasta los fenómenos naturales casi siempre poseen las mimas características.
En cuanto a Diana, uno puede decir que una cosa es un programa de radio y otra muy diferente una cátedra de universidad, la radio la escucha todo el santismo mundo sin lectura ni estudio previo del tema!. A la universidad se va supuestamente con cierto cumulo de conocimientos y con la lectura requerida de la clase, sino mejor no vaya porque ahí si se le va a hacer ladrilludo. Cualquier locutor de radio sabe que habla para una gran variedad de publico, y en ese sentido debe hacer su discurso digerible para todos, no estamos en el país mas culto, ni lector, ni estudiado, ni medianamente culto del mundo y en ese sentido hay que llegarle a la gente como sea.
Ahora, la historia, la literatura, el arte, las ciencias son para “todo el mundo”, si una sociedad pretende evolucionar en algo no puede pretender que estas disciplinas sean inaccesibles solo por el hecho de que quienes las estudian a profundidad y las representan en cada país se crean intelectuales o cienteficos por encima de todo el mundo y hacen del conocimiento algo inaccesible para la mayoría de la gente, porque en su creencia de super cerebros creen que nadie mas a parte de ellos puede “conocer”, eso l,o único que hace es limitar absurdamente el desarrollo de una sociedad como esta por ejemplo.