“¿El gobierno sólo está esperando nuestra muerte?”
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
domingo 1 de junio de 2008 21:57 COT
(Publicado originalmente el 5 de mayo de 2008 en japonés y el 19 de mayo de 2008 en inglés; este es el último artículo de la serie de la primavera de 2008 del Hibakusha Project)

Yōko Nakano muestra la foto de su nieta que le enviaron a su teléfono celular, en su casa de Fukutsu, prefectura de Fukuoka, el 30 de abril. (Kyōji Yamashita / © Mainichi Shimbun)
"Bueno, me complace saber que más gente será elegible para la ayuda del gobierno. Pero…"
Yōko Nakano, de 62 años, se refiere a los nuevos y menos rígidos estándares para el reconocimiento oficial de los hibakusha. Los estándares revisados rigen a partir de abril, extendiendo la compensación médica gubernamental a muchas víctimas de las bombas atómicas a quienes durante mucho tiempo les rechazaron sus peticiones. Así, sólo en abril el número de personas a quienes se les permitió reivindicar sus síntomas ocasionados por los bombardeos excedió el número correspondiente al año fiscal anterior.
Pero Nakano, oriunda de Nagasaki y ahora residente de la ciudad de Fukutsu, prefectura de Fukuoka, no deja de tener sus dudas.
En el mismo mes de abril el gobierno japonés lanzó un nuevo sistema de seguridad en salud para los adultos mayores, imponiéndoles cargas financieras adicionales a los demandantes con edad igual o superior a 75 años. Esto ha causado bastante angustia y enfado. Una reacción típica es "¿el gobierno sólo está esperando nuestra muerte?" Algunos ciudadanos mayores han expresado resentimiento por los beneficios extendidos a los hibakusha justo cuando sus propios beneficios les son reducidos.
- Primavera 2007: Creciendo a la sombra de la bomba
- Invierno 2007: Una misión por cumplir
- Otoño 2006: Marcada de nacimiento por la bomba atómica
A Sakue Shimohira, una hibakusha de 73 años, hace poco la abordó alguien en una calle de Hiroshima, quien le gritó: "ustedes los hibakusha tienen suerte, el gobierno dándoles de comer". Le cuento esto a Nakano, quien baja la mirada.
"En serio", dice. "Bueno, si no estuvieran sufriendo no estarían descargando sus propias frustraciones en los hibakusha". Teme que los hibakusha, cuyas vidas enteras se volvieron una denodada lucha contra los efectos de la radiación, acaben perdiendo la poca influencia que tienen en la sociedad como un todo.
En marzo ocurrió un evento feliz en la vida de Nakano: el nacimiento de su nieta, Aika. La niña se acurruca silenciosamente en los brazos de su abuela. "Los bebés son muy receptivos a las emociones de la mamá", le dice Nakano a su nuera. "Así que debes mantener la mente tranquila mientras crías a tu hija".
Es el mismo consejo que Nakano oyó de su propia madre, aunque para la madre de Nakano, quien recordaba haber vagado por la ciudad bombardeada buscando frenéticamente a su esposo, la tranquilidad no pudo ser algo fácil de conseguir.

La madre de Nakano murió sin haber hablado nunca de la explosión nuclear que vivió. Respecto de la propia Nakano, "le contaré a mi pequeña Aika lo que sé… si ella pregunta".
Ella espera que para cuando Aika sea lo suficientemente grande para entender esas cosas, las armas nucleares se hayan convertido en cosa del pasado.
De vuelta a casa, hojea un grueso álbum de fotos familiar. Pronto tendrá fotos de Aika. Me muestra una foto de celular de la pequeña. "Mi hijo me dice que se parece a mí", y sonríe.
Yōko Nakano es hibakusha desde antes de nacer, pues llegó al mundo, más concretamente a Nagasaki, seis meses después de la explosión atómica. Cuando era niña, mientras asistía a la Escuela Primaria Shiroyama de Nagasaki, formó parte de un estudio acerca de los efectos de la radiación realizado por los Estados Unidos. Cada año Nakano vuelve a dicha escuela para participar en una ceremonia de la paz para orar por la abolición de las armas nucleares.
Por Mitsuo Matsumoto, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés, con apoyo en la versión en japonés, por Julián Ortega Martínez
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viernes 22 de mayo de 2009, 20:11 COT
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