Down by Law, o las derrotas cotidianas
cine > Cineclub > EstanciasPor Marsares
martes 3 de febrero de 2009 21:51 COT
Tráiler de Down by Law (1986)
Dos perdedores (Jack y Zaak) coinciden en la misma celda, generándose una relación conflictiva hasta la llegada de un tercero (Bob) que los une en torno a un proyecto de evasión. Perdidos en los pantanos de Luisiana, sobreviven para luego regresar, cada quien por su lado, a su mundo de derrotas cotidianas.
Jim Jarmuch, uno de los cineastas emblemáticos del cine independiente, sorprendió gratamente al mundo cinematográfico con este retrato en blanco y negro de un trío de hombres grises, incapaces de romper el círculo de derrotas cotidianas que los arruga en su diario vivir.
La cámara para Jarmuch cumple un rol voyeurista. Estática, como quien mira a través del ojo de la cerradura, les deja a los protagonistas la tarea de desnudar sus carencias.
Aquí radica la magia de las cintas de Jarmuch. Sin artificios, sin concesiones al espectador, nos muestra la vida cuadriculada de hoy, que se repite día a día en una sucesión interminable de momentos iguales.
Las primeras escenas nos restriegan esa monotonía. Por eso comienza donde termina la vida, con un primer plano de un carro mortuorio, para luego, en un largo travelling, irnos paseando por un desierto de tumbas iguales, casas iguales, calles iguales, paisajes iguales.
¿Es posible romper esta rueda de molino que asfixia? Nada, excepto el azar, lo puede lograr. De ahí su protagonismo. Tres hombres simples, con el fatalismo a cuestas, se convierten en delincuentes sobrellevando un destino que no les pertenece. Por azar se convierten en delincuentes y por azar coinciden en la misma celda.
Cuando escapan, de nuevo el azar decide por ellos. Perdidos, encuentran una carretera y, sin saber a dónde ir, vuelven a confiar su suerte al azar. Luego de pernoctar en una casa perdida en medio de la nada, dos se marchan por un camino que los lleva a una bifurcación. Ignorando a dónde conduce cada ramal, dejan que la suerte escoja por ellos.
Pero detrás del azar, como su alter ego está la soledad. Ninguno de los tres tiene amigos, ni familia que los espere. Hace tiempo sus mujeres, cansadas de ser cómplices de sus fracasos, abandonaron estos barcos fallidos. Pero como todo en la vida, a veces, tan sólo a veces, se puede cambiar el rumbo.
La única victoria de sus vidas la consiguen cuando unen sus esfuerzos. La libertad es su premio, pero son incapaces de entender que fue gracias a ellos mismos, a su unión, que lograron escapar de prisión. Por ello, en una suerte de fatalismo psicológico, ignoran este llamado de la suerte y vuelven a separarse.
Como lo recuerda Guillermo Cabrera Infante[1], a diferencia de los héroes griegos cuyas propias virtudes son el motivo de su derrota, estos antihéroes están destinados a perder por sus defectos, sin excepción posible.
Quizás, si hubieran permanecido juntos, la vida les hubiera perdonado su mediocridad. Pero nunca lo tuvieron como opción y por eso la última escena es desoladora.
La cámara estática, como un espectador más, nos muestra la bifurcación, idéntica a ambos lados, mientras Jack y Zaak, cada uno por su lado, se alejan, volviendo a jugar la ruleta rusa de la vida sin rumbo.
Down by Law fue presentada por El Barco Cineclub, de la Biblioteca Virgilio Barco de Bogotá, dentro del ciclo “Almas perdidas”.
[1] CABRERA INFANTE, Guillermo, Cine o Sardina, Alfaguara, 1997, pág. 398.