De oligopolios y otros excesos
Crónicas Utópicas > EstanciasPor Daniel Ramos
domingo 15 de diciembre de 2013 15:02 COT
La trampa en la que cayó el alcalde mayor Gustavo Petro es un capítulo más en la historia infame del poder de los oligopolios en Colombia. De ingrata recordación es la imagen del entonces director del Grupo Santo Domingo, Augusto López, presidiendo desde la tribuna, cual emperador Augusto, la sesión del Congreso en la que se acordó establecer el impuesto de la cerveza sobre el valor de la producción y no del consumo. El ataque del que fue víctima el ministro de Hacienda en ese momento, Rudolf Hommes, fue despiadado. Su pecado fue señalar que la evasión de impuestos del sector cervecero (un eufemismo para referirse al monopolio del Grupo Santo Domingo) podría rondar el 30%. Hommes recibió una paliza mediática y en el Congreso que ningún otro funcionario público ha recibido hasta hoy en día. De pronto, como van las cosas, el alcalde Petro podría superarlo.
De manera un tanto cándida se preguntaba Luis Carlos Sarmiento si los cacaos tienen tanto poder como se les atribuye. Es tan caótica la situación colombiana que si hubiera un deus ex machina se notaría dicho poder. Pero es que la gracia del poder de los cacaos está precisamente en sustentar, sostener y fomentar ese caos.
¿Cómo lo hacen? Manteniendo el sistema político colombiano atomizado, el clásico divide y reinarás de Maquiavelo. Mientras no haya partidos políticos fuertes en Colombia, no existe la más remota posibilidad de que algún valiente funcionario público actúe (o siquiera se pronuncie) contra los oligopolios o monopolios en el país. ¿Qué puede hacer el ministro Hommes contra el Grupo Santo Domingo? ¿Obligarlo a pagar el impuesto sobre el consumo y no la producción? ¿Facilitar las condiciones para prohibir el monopolio (como se hace en la principal potencia capitalista, EUA) o promover la competencia? Lo intentó y sabemos cómo le fue.
¿O qué puede hacer el alcalde Petro contra el oligopolio de las basuras? ¿cómo le fue con el del transporte? Ya Emilio Tapia se encargó de explicar cómo se orquestó la sanción del procurador general Ordóñez contra el alcalde. Petro cometió el acto suicida para cualquier funcionario público colombiano: desafiar a los oligopolios. Sin una estructura partidista sólida que lo respalde, es un acto kamikaze. Lo peor es que a pesar de haber sido advertido por Tapia, fue a la guerra sin prepararse bien ante la trampa que lo esperaba. El oligopolio logró crear el caos de las basuras de hace un año y Petro dio papaya cometiendo varios errores administrativos.
Lo que podría marcar un giro estructural en este caso es la lucha de titanes que se avecina. Como ya lo han señalado varios constitucionalistas, dado el fuero especial del que goza el Alcalde Mayor de Bogotá, el Procurador no debió destituir directamente al alcalde Petro sino presentarle una solicitud en este sentido al Presidente de la República. Independientemente de la desproporción del fallo del Procurador, lo que es claro es que se arrogó poderes presidenciales. ¿Será sancionado por la Fiscalía General por prevaricato? El plato está servido.
De hecho, la sanción de la Fiscalía sería lo mejor que le podría suceder a Santos: así no tiene que mojarse en esta pelea Ordóñez-Petro, pues el fallo del Procurador sería improcedente. Si el fallo se sostiene jurídicamente, por ley tiene que actuar y conociendo el solipsismo del Presidente, tendrá que buscar una solución salomónica entre las partes: reconocer que hubo fallos de gestión de parte del alcalde pero que la sanción del Procurador es desproporcionada y, más aún, vulnera sus derechos como ciudadano al decretarle la muerte política. Pesa también que su ministro de Justicia ya se pronunció ante la necesidad de limitar los poderes del Procurador. Hay que añadir la presión de la Comunidad Internacional que está atenta a la sanción final, pues debe quedar la sensación de que se obró en justicia y no políticamente, es decir, que a Petro se le sanciona por una falla administrativa y no por su afiliación o pasado político. De cara al proceso de paz en La Habana es fundamental que el fallo sea sin mácula: lo contrario sería avalar la crítica de la falta de condiciones para ejercer la oposición política en Colombia.
Mientras tanto, los cacaos disfrutan del choque de gladiadores, siempre y cuando no desestabilice mucho el ambiente saludable para los negocios. Si hay algo positivo del horror y malestar que sienten los bogotanos por el Carrusel de la Contratación y uno de sus coletazos, el negociado del oligopolio de las basuras, es que esta situación debe cambiar por el bien de todos: no se puede seguir saqueando el patrimonio de la ciudad porque afecta directamente la calidad de vida de cada ciudadano.
Destituir por errores administrativos al hombre que se enfrentó al oligopolio es darle la señal a la sociedad de que lo que paga y vale en Colombia es usufructuar impunemente el patrimonio nacional. Esto solo se sabrá con el desenlace del juicio a Petro. En todo caso, como se siguen planteando las elecciones de cara al 2014, no habrá ni un solo grupo político que sea capaz de enfrentarse a los monopolios o los saqueadores del país. Así nos va.