Creciendo a la sombra de la bomba
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
martes 22 de mayo de 2007 0:01 COT
(Publicado originalmente el 12 de mayo de 2007)
Yōko Nakano sonríe cuando muestra el vestido de su madre. (Seiji Iigahama / © Mainichi Shimbun)
Yōko Nakano, de 61 años, estaba vestida de negro. “No puedo usar colores brillantes”, dijo. Era 18 de abril cuando la visité en su casa de Fukutsu, prefectura de Fukuoka, al día siguiente del tiroteo que segó la vida del alcalde de Nagasaki Itchō Itō.
Nakano e Itō tenían la misma edad. Ella lo conoció mediante su difunta madre, una activista de los derechos del consumidor por largo tiempo que contaba con el alcalde entre sus amigos; hace siete años él asistió al funeral de ella. Para Nakano la conmoción fue demasiado repentina. Suspiró con amargura. “¡Él tenía mucha vida por delante!”.
La madre de Nakano estaba embarazada de ella en la época del bombardeo y dio a luz siete meses después. En apariencia, Nakano no sufrió secuela alguna. “Es simplemente cuestión de buena suerte el que yo sea saludable”, dice. Trata de mantener una actitud positiva, concentrándose en el futuro más que en el pasado.
En febrero de 2006 celebró su sexagésimo cumpleaños y cuando su familia habló de presentarla con la tradicional chaqueta roja de kimono sin mangas y acolchada apropiada para la ocasión, ella los disuadió. “Por favor”, les dijo, “¡en lugar de eso denme un vestido rojo!”.
“Yo no parezco una hibakusha, ¿cierto?”, le gusta decir. Pero ella creció a la sombra de la bomba, e inevitablemente ello la marcó.
Cuando era niña en la primaria Shiroyama de Nagasaki, se encontró a sí misma en “clases de la bomba atómica”, dividida equitativamente entre niños que habían y que no habían pasado la experiencia del bombardeo. Su madre fue estricta. Cuando Nakano no podía dar una voltereta en la barra horizontal, estaba hecha para quedarse después de clases para practicar. Obtener algo menos que la marca perfecta en una prueba significaba una fuerte regañina maternal. También tenía que aprender a tocar piano, bajo el ojo vigilante de su madre porque, decía ella, “necesitas dominar alguna habilidad”.
Una mujer firme y de voluntad fuerte, su madre murió sin haber hablado nunca del bombardeo. Nakano se imagina su dilema entre el optimismo y el pesimismo respecto del destino de su hija, esperando que permanecería libre de síntomas, temiendo que podría no estarlo.
“La vida empieza a los 60”, se dice a sí misma esperanzada, reconociendo a su madre como la fuente de su resuelto optimismo. Los testigos vivos de los horrores del bombardeo atómico, aquellos que cuentan sus historias, que relatan sus sufrimientos y transmiten sus experiencias a las jóvenes generaciones no son los únicos hibakusha. ¿Cuál fue el precio que los bombardeos se cobraron en la gente de aquella época y en sus hijos? ¿Cómo les cambió la vida? Debemos hacer el esfuerzo de entender.
Por Kenji Shimizu, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés por Julián Ortega Martínez
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