Confrontando la realidad de la devastación atómica (1 de 3)
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
domingo 22 de julio de 2007 0:01 COT
(Publicado originalmente el 18 de julio de 2007)
El reportero Aaron Baldwin del Mainichi Daily News (MDN) en el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki en junio. (Noriko Tokuno / © Mainichi Shimbun)
"En Nueva Zelanda, no tenemos conocimiento alguno de algo como [los bombardeos atómicos]. Conocemos los lugares. Conocemos sobre Hiroshima, Nagasaki, Japón. Pero uno no lo conoce en profundidad", me dijo Emma Trail, de 20 años, interna de una fundación de intercambio internacional en Nagasaki.
Ella describía las exhibiciones gráficas en el museo de la bomba atómica de la ciudad mostrando la devastación de la bomba atómica que explotó sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945, matando al instante a miles de personas y causando la muerte de miles más por el envenenamiento radioactivo.
Yo también soy de Nueva Zelanda y coincidía con ello antes de venir a Japón, nunca había conocido acerca de los bombardeos atómicos en detalle, aun cuando el sentimiento antinuclear es fuerte en mi país, que ha estado completamente libre de ese tipo de armas desde 1987, cuando la Ley de Control de Armas, Desarme y de la Zona Desnuclearizada entrara en vigor.
Dos temas principales estuvieron tras la formación de esta ley: uno fue la oposición de Nueva Zelanda a las pruebas nucleares francesas en el Pacífico, y el subsecuente hundimiento del Rainbow Warrior, un barco de Greenpeace volado por agentes franceses en el puerto de Auckland en julio de 1985. El otro fue la oposición de Nueva Zelanda a la entrada de barcos de propulsión nuclear o con armas nucleares a sus puertos.
En Nueva Zelanda, había oído a menudo críticas a las armas nucleares, pero en realidad nunca había escuchado cómo los ataques nucleares en Japón habían afectado la vida de la gente. Esto cambió cuando hace poco visité Nagasaki para entrevistar a varios hibakusha, o sobrevivientes de la bomba atómica.
Sakue Shimohira, una conocida hibakusha que entrevisté, y quien ahora trabaja como la gerente general de la Asociación para los Familiares Afligidos de los Muertos de la Bomba Atómica en Nagasaki, hizo hincapié en los terribles efectos en curso que continúan mucho después de la detonación de la bomba atómica, calificando a las armas nucleares de "malvadas".
"No importa cuántos años pasen –aun después de 62 años–, tenemos que aguantar las heridas físicas. Esto es lo que hace una bomba atómica, lo que hacen las armas nucleares. La gente necesita saberlo", dijo. Mientras escuchaba a Shimohira, sentí que era injusto que la gente todavía tuviera que sufrir por un ataque que ocurrió hace más de 60 años.
Algo que me dejó una impresión en la mente después de hablar con Shimohira fue la discriminación que, dijo ella, los hibakusha enfrentaban en Japón por sus heridas. Esto me sorprendió porque había imaginado, quizás ingenuamente, que la gente en Japón trataría a sus compatriotas heridos con amabilidad. Para mí, también es injusto que los hibakusha estuvieran sujetos al sufrimiento mental por encima de su dolor físico.
Shimohira ha ido a los Estados Unidos durante sus actividades como hibakusha, y le pregunté cómo respondía ella cuando la gente traía a colación el tema del ataque militar japonés a Pearl Harbor. Ella dijo que a menudo la gente pensaba que Japón no podía quejarse de los bombardeos atómicos porque bombardeó Pearl Harbor primero.
De hecho, sólo dos días antes de conocer a Shimohira yo había oído por casualidad a un visitante extranjero en el Parque de la Paz de Nagasaki decir casi exactamente lo mismo.
"La gente dice que muchos japoneses se salvaron porque lanzaron las bombas atómicas. Pero no los salvó", dijo Shimohira. "Fue la bomba atómica la que mató indiscriminadamente a los ancianos, junto con mujeres y niños. Si la gente piensa que fue justificado, quiero preguntarles, ‘¿entonces por qué las lanzaron en un lugar donde vivían los débiles?’"
Cuando me mudé a Japón hace como 7 años y medio, me sorprendió ver una fotografía de gente conmemorando el aniversario de la bomba atómica de Nagasaki en una iglesia. Más adelante descubrí que el distrito de Urakami, cerca del hipocentro de la bomba, había sido por largo tiempo hogar de los japoneses que abrazaron la fe católica romana, y miles de católicos murieron en el bombardeo que arrasó la Catedral de Urakami, una de las mayores iglesias de Asia.
Como cristiano, tenía muchas ganas de averiguar durante mi visita a Nagasaki cómo los hibakusha cristianos sintieron la destrucción del distrito de Urakami.
La hibakusha Sugako Akizuki habla con los reporteros del Mainichi Aaron Baldwin y Yūichi Nishigori en Nagasaki en junio. (Noriko Tokuno / © Mainichi Shimbun)
Uno de los hibakusha católicos más famosos en Nagasaki era Takashi Nagai, un doctor especialista en radiología que cuidó de las víctimas del ataque nuclear estando él mismo enfermo. En su exitoso libro Nagasaki no Kane ("Las campanas de Nagasaki"), Nagai sugirió que la bomba atómica fue llevada a Urakami en un acto de la divina providencia y que Nagasaki fue escogida para ser masacrada y quemada como un sacrificio para compensar los pecados de la Segunda Guerra Mundial. Pero a algunos les pareció difícil aceptar este punto de vista.
Sugako Akizuki, una conocida hibakusha a quien entrevisté, dijo que nunca pensó que el bombardeo fuera parte de la voluntad de Dios.
"Yo era cristiana en esa época, pero no compartí la misma clase de sentimientos que Nagai", expresó. "La bomba sí acabó cayendo en Urakami, pero nunca pensé que fuera la voluntad del Señor".
Akizuki trabajaba como enfermera en el Hospital número 1 de Urakami en Nagasaki cuando la bomba atómica explotó en sus cercanías. El hospital se desmoronó a su alrededor, pero sorprendentemente ella eludió heridas serias.
Mientras cientos de heridos buscaban tratamiento tras el bombardeo, Akizuki se encontró cara a cara con la muerte. Los pacientes que ella veía en la mañana y a quienes les decían que aguantaran estaban muertos por la noche. Había moscas sobre las espaldas de las personas y gusanos en sus heridas. Los cuerpos tenían que ser tirados por las ventanas porque no había suficientes obreros para bajarlos. Era la clase de tragedia que uno no podía imaginar, pero ella sabía que debía quedarse y ayudar, dijo.
"Creo como enfermera que nos lo machacaron en la cabeza. No podíamos apartarnos de los pacientes", manifestó. "Nunca pensé en huir".
Mientras Akizuki hablaba me pregunté cómo habría reaccionado yo. Pensé que no hubiera sido capaz de soportar una situación así sin pedirle ayuda a Dios.
El hibakusha cristiano Isao Nishimura habla con los reporteros del Mainichi Yūichi Nishigori y Aaron Baldwin en Nagasaki en junio. (Noriko Tokuno / © Mainichi Shimbun)
Otro hibakusha cristiano que entrevisté, Isao Nishimura, de 73 años, quedó destrozado por la devastación de Urakami y su catedral.
"¿Por qué Cristo no hizo un milagro?", recuerda preguntándose luego de ver la catedral destruida, añadiendo que había personas que pensaban que el mundo había llegado a su fin.
"En ese entonces no sabíamos que era una bomba atómica", dijo. "Nadie entonces pensaba que una bomba pudiera tener un poder tan devastador".
Inmediatamente después de la explosión, Nishimura vio a mucha gente muriendo por las quemaduras y los efectos de la radiación.
"La sangre empezó a salir de los dientes de las personas que no tenían heridas externas. Y luego empezaron a aparecerles en la piel manchas azules. Cuando eso sucedió les daba fiebre y en una semana estaban muertos", afirmó.
Hablando con estos hibakusha, me di cuenta de que habían pasado por experiencias que nunca podría haber imaginado en Nueva Zelanda, que ahora es clasificado como uno de los países más pacíficos del mundo. A comienzos de este año, la unidad de inteligencia de la revista The Economist de Londres calificó a Nueva Zelanda como el segundo país más pacífico del mundo, después de Noruega, en un índice global de paz de 121 naciones (N. del. T.: Japón quedó quinto y Colombia quedó 116, o sexto entre los menos pacíficos, apenas superando a Nigeria, Rusia, Israel, Sudán e Iraq).
Lo que me sorprendió escuchar fue que algunos hibakusha no habían hablado de sus experiencias durante décadas. Uno de ellos fue Isao Yoshida, que tenía apenas 4 años de edad en la época del bombardeo.
"No toqué el tema por 48 años", dijo. "No hablé nunca acerca de ser un hibakusha. Mi experiencia cuando tenía 4 años fue tan miserable que cerré mis sentimientos. No podía decirle a nadie".
Yoshida dijo que los efectos de la radiación de la bomba le causaron leucopenia, una enfermedad que se caracteriza por la falta de glóbulos blancos. Las manchas y los rasguños de la piel se convirtieron en pus, y le salieron costras en la cabeza por las que otros niños se burlaban de él. Estos efectos de la radiación continuaron por alrededor de dos años y medio.
"Ahora quiero compensar esos 48 años en que no toqué el tema", afirmó.
Una de las experiencias memorables de Yoshida fue observar el Bockscar, el bombardero B-29 que lanzó la bomba atómica sobre Nagasaki, durante un viaje a Ohio.
"La ira brotó en mí y pensé, ‘Así que esto fue lo que usaron para matar a toda esa gente en Nagasaki’", recuerda. Pero no fueron sólo japoneses los que murieron, señaló. Muchas personas en un campo de prisioneros de guerra en Nagasaki, entre ellos gente de EUA, Gran Bretaña y Australia, también murieron. Yoshida dice que mucha gente se sorprende al escuchar esto.
El reportero del MDN Aaron Baldwin toma notas en el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki en junio. (Noriko Tokuno / © Mainichi Shimbun)
Quedé impresionado por la actitud positiva y amigable de Yoshida. Al oír que yo era de Nueva Zelanda, sacó una fotografía mostrando un monumento donado al Parque de la Paz de Nagasaki por Nueva Zelanda en octubre de 2006. El monumento, llamado "El Manto de la Paz", está diseñado con la forma de un manto maorí, que representa la unidad de las personas comprometidas con un mundo pacífico y la protección de la gente en su abrazo. Yoshida amablemente me ofreció una fotografía que lo muestra a él frente al monumento.
Yoshida dice que la gente necesita compartir la meta de hacer de Nagasaki el último lugar que sufra un ataque nuclear.
"En 20 años creo que todos los hibakusha desaparecerán", dice. "Ahora la edad promedio es de 74 años". Yoshida afirma que a los 66, es probablemente uno de los hibakusha más jóvenes que todavía pueden recordar la bomba atómica.
Aunque mi visita a Nagasaki duró sólo seis días, para cuando terminó mi tiempo allí supe que tenía una imagen mucho más clara del sufrimiento causado por el ataque de la bomba atómica.
- 2a. parte: Creando bien a partir del mal [05.08.2007]
- 3a. parte: Esperanza para una época en la que las armas nucleares ya no se usen [06.08.2007]
Una parte memorable de mi visita fue un viaje al hipocentro. Un pilar negro se erige en la zona cero. Una inscripción reza que para el 9 de agosto del año pasado 140.144 personas habían muerto luego de haber sido expuestas a la explosión. Mientras miraba los alrededores y pensaba en la gente común y corriente muerta o expuesta a la radiación de la bomba, un sentimiento de tristeza emergió dentro de mí.
Me había opuesto a las armas nucleares y lo que oí de los hibakusha hizo más sólido mi punto de vista. No creo que las armas nucleares vayan a desaparecer debatiendo sobre los ataques anteriores. Pero sí creo que podemos aprender del pasado.
Lo triste es que mucha gente todavía no entiende los sentimientos de los sobrevivientes de la bomba atómica.
Tadahiro Funayama, subdirector de la Fundación Nagasaki para la Promoción de la Paz, lo pone de esta manera:
"Hay ignorancia. [La gente en otros países] sabe cuánto daño causan las armas atómicas, pero no saben acerca del dolor y de la tristeza que afecta la dignidad de los humanos".
Por Aaron Baldwin, Mainichi Daily News. Traducido del inglés por Julián Ortega Martínez
© 2007 THE MAINICHI NEWSPAPERS. All rights reserved. Reproduced under permission (Todos los derechos reservados. Reproducido con autorización).
MAINICHI DAILY NEWS http://mdn.mainichi-msn.co.jp/
domingo 5 de agosto de 2007, 00:02 COT
[…] parte: Confrontando la realidad de la devastación atómica […]
domingo 5 de agosto de 2007, 22:12 COT
Soy un asiduo admirador de la cultura japonesa, y la verdad es que admiro su tesón y su significado del honor y la tradición [deberían algunos gobernantes aprender mucho de ello]… Que hasta inclusive funde un ShoGuNaTo Virtual je je je…
Es increible lo que nos comentas, Y ademas las cognotaciones de caracter religioso – poliico
que se le dio… Recuerdo mucho la pelicula Hotaru No Haka “La tumba de las luciernagas” que la verdad le llega al corazon….
Saludos Ancestrales.
lunes 6 de agosto de 2007, 03:57 COT
[…] parte: Confrontando la realidad de la devastación atómica […]
martes 14 de agosto de 2007, 00:02 COT
[…] Pero en julio hay poco de eso y no mucho por hacer más que languidecer en casa, presa de insoportables recuerdos que empiezan a aflorar por esta época del año: las calles reducidas a montañas […]
jueves 15 de noviembre de 2007, 00:06 COT
[…] Confrontando la realidad de la devastación atómica […]
viernes 28 de octubre de 2011, 17:58 COT
una pregunta cual es el sujeto el destinario y el destinador por favo digamen