Colombia está en mora de poner orden a los cultos religiosos
Estancias > Salón comunalPor Julián Rosero Navarrete
jueves 23 de abril de 2009 13:59 COT
El segundo inciso del artículo 3 de la ley 133 de 1994 señala: “todas las confesiones e iglesias son igualmente libres ante la ley”, asunto que da comienzo a un Estado abierto sin someterse a los designios de ninguna religión en particular. No obstante, tras la promulgación de la ley en mención, no quedó claro un reglamento o estatuto que establezca derechos y deberes en asuntos de educación, espacios públicos, naturaleza económica de la actividad y requisitos específicos de operación. Pese a que se relegó en parte a las autoridades municipales y distritales, resulta necesario establecer parámetros a lo largo de la nación para que la “operación” de las confesiones o iglesias no vayan en contravía de los intereses del colectivo.
En primer lugar, pese a que los diferentes cultos tienen el derecho a establecer sus espacios de operación y la posibilidad de realizar el respectivo rito de defunción en un cementerio de la “autoridad civil”, aún existen inequidades en este aspecto, sobre todo si se compara los diferentes cultos con la religión que, mayoritariamente, practican los colombianos. Si en realidad se quiso promulgar una “libertad e igualdad de cultos”, se debió expropiar a la Iglesia Católica de los bienes y espacios que poseía en Colombia, para hacer que todas las confesiones e Iglesias empezaran bajo las mismas condiciones. Esto sin contar que muchos templos probablemente fueron construidos con recursos que pertenecían al erario, volviendo aún más evidente el carácter público de estos espacios.
De otra parte, en aras de evitar abusos de las respectivas iglesias y confesiones, y teniendo en cuenta que el artículo 2 de la ley en mención reza que “(…) el Estado no es ateo, agnóstico, o indiferente ante los sentimientos religiosos de los colombianos”, se debió constituir una entidad de naturaleza estatal que controle la operación de los diferentes cultos. Algo así como una “Superintendencia de Cultos y Religiones”, de carácter autónomo, que supervise todo lo relacionado con esta temática y tenga un mecanismo de sanciones para las iglesias que incumplan con la normatividad.
Igualmente, en aras de volver aún más evidente el carácter imparcial del Estado, se debió declarar la operación de las respectivas iglesias y cultos como actividades económicas privadas, toda vez que en la mayoría de los casos se requiere de recursos de los ciudadanos pertenecientes a estas iglesias para poder operar (diezmos, aportes, “semillas”, etc.). Así pues, las iglesias y los cultos tendrían que presentar balances, pagar impuestos y mostrar con claridad todo lo relacionado con su operación a la autoridad competente. Sin duda, esto desincentivaría la proliferación masiva de religiones que a través de maniobras engañosas atentan contra el patrimonio privado de los ciudadanos. Solo permanecerían las que en verdad están interesadas en ofrecer servicios religiosos.
En materia de educación, los establecimientos educativos dirigidos por los diferentes cultos y religiones deben también incluir, en sus currículos de educación básica y media, las propuestas de qué y cómo enseñar, establecidas por el Estado, en ciencias naturales y sociales, educación sexual y moral. Esto en aras de concebir una propuesta de educación integral que forme criterio en los jóvenes estudiantes. Que éstos no solo se queden con la visión de la religión que está a cargo de su educación.
De otra parte, como todo lo anterior debería promulgarse en aras de mantener la equidad entre los cultos (derecho al que siempre apelan), ninguna autoridad religiosa, independientemente de su rango jerárquico, estaría autorizada para participar como candidatos en contiendas electorales. Esto en aras de ser equitativo con aquellos que se postulen, puesto que las autoridades religiosas, por su rango e influencia en los feligreses, tienen una ventaja mayor a quienes no gozan de esta condición.
Finalmente, algo que debería establecerse es que el culto de toda deidad o deidades es válido, siempre y cuando no se atente contra los derechos e integridad de cualquier ciudadano o ser viviente. Es decir, las iglesias oscuras o las antítesis de las iglesias de la actualidad que no atenten contra ningún ser viviente o la integridad de sus feligreses, también tendrían derecho a operar.
El problema de realizar una propuesta como la aquí planteada, es que aún el país no es lo suficientemente liberal como para encaminarla. Además, es necesario ver si existiría la voluntad política para que, algún día, algún rector de política pública se anime a hacerla.
jueves 23 de abril de 2009, 16:30 COT
estuvo interesante el articulo antes de refererise a las iglesias oscuras, puesto que estas atentan directamente contra la integridad del individuo, por lo que ya existe en ese sentido una contradicción de su argumento
jueves 23 de abril de 2009, 17:11 COT
diegono,
Tengo entendido que existen cultos “oscuros” que tienen deidades con las cuales adoran el instinto, la ira y la obscuridad; no obstante, son tan radicales con el asunto del respeto a los seres vivientes que tienen prohibido matar cualquier tipo de animal, hasta moscas … ¿no entiendo por qué este tipo de cultos no pueden existir por el sólo hecho de adorar una antítesis del status quo religioso?
Ahora, otra cosa son esas iglesias satánicas que violan vírgenes, matan animales para beber su sangre y le hacen culto a la maldad …. esas infringen la ley, por tanto, no pueden operar.
Ese es el punto,
jueves 23 de abril de 2009, 18:50 COT
bueno, estuve mirando unos documentales sobre Mr. Crowley, una figura de respeto para estas congregaciones satanicas, pienso que en verdad puedes tene razon, hay que diferenciar estas religiones, pero si se habla de una antitesis de Jesus por ejemplo, esto significa una adoracion a la maldad a la violencia, al odio, ahora pueden existir otras religiones tipo Jhon Lenon, de paz y amor, drogas, mas libertades, etc, si no afectan a nadie, claro deben tener su espacio
viernes 24 de abril de 2009, 06:49 COT
Estoy completamente de acuerdo con que hace falta una superintendencia que vigile la manera como todas esas iglesias y/o sectas manejan la plata que les exigen a los feligreses.
Sin embargo, por momentos el artículo me parece escrito desde una perspectiva muy parcializada: asume que todas las religiones son esencialmente como la católica. Por dos cosas, principalmente
1) La autoridad. Prohibir que una autoridad religiosa participe en política requiere que sea fácil determinar si alguien tiene autoridad religiosa o no. Hay sectas donde todos tienen más o menos la misma autoridad, o donde incluso para ellos es difícil determinar quién tiene más, lo que en realidad no importa. En fin, parece ser que se asume que sin autoridad no hay religión.
2) La idea de que “ofrecen servicios religiosos”. Eso es muy claro en las iglesias mainstream, que son una especie de farmacia de la experiencia religiosa, donde uno va, paga, y le dan. Pero muchas sectas son algo diferente, son un parche de gente que se reúne para hacer cosas fritas que les parecen importantes, de manera más o menos espontánea.
A mi me parece que el ateísmo, algunas formas de chamanismo e incluso de budismo y taoísmo no son de manera alguna iglesias y probablemente ni siquiera sectas, pero definitivamente encajan en lo que la ley llama confesiones
Sobre las iglesias “oscuras” y todo eso, hay que mencionar que la ley no puede ni debe adoptar la idea cristiana de “dignidad del individuo”; es claro que un delito es un delito así se haga con motivaciones religiosas, pero condenar religiones por cosas que sólo van contra otra religión es absurdo. La ley no debe ser un instrumento de una religión para aplastar a las otras.
Si hacen una iglesia sobre la base de que Mahoma era un pendejo, la ley no puede condenarla por eso, apenas puede limitar los problemas de orden público y la violencia que generaría. Seguramente los musulmanes hallarían la manera de hacer oír su opinión al respecto. De hecho, probablemente serían los que reaccionaran en contra los que terminarían en el lado equivocado de la ley.
Algo a lo que los cristianos y católicos normalmente son completamente ciegos, es que una cosa es no tener la ley al servicio de su religión, y otra cosa muy diferente es tenerla en contra. Ellos pueden hacer las campañas que quieran contra el satanismo y contra todas las demás religiones desde su punto de vista, y mientras no se pasen la ley por la faja, no van a tener probemas.
viernes 24 de abril de 2009, 10:06 COT
Lanark,
Pues creo que tiene razón. Volví a releer el artículo y me parece que puede estar parcializado. Pese a que leído muchísimo de religiones y esas cosas, la experiencia que he tenido es meramente católica.
Soy ateo, pero fuí bautizado en esa confesión. También mi tradición es católica entonces es complicadísimo tratar de enmarcarse en otras confesiones. Es verdad que asumo autoridades, el esquema de “servicios religiosos”, etc. …
Lo tomaré en cuenta en otros artículos que escriba sobre el tema para enmendarlo …
viernes 23 de octubre de 2009, 18:27 COT
El manejo del dinero en esto cultos es lo de menos, el verdadero problema es que la mayoría de estos cultos se dedican a destruir a sus adeptos, aislarlos socialmente y a manipularlos a tal punto que estas personas pierden sus libertad, convirtiéndose en lo que yo llamaría esclavos del siglo XXI. Los líderes de estas asociaciones atentan contra la sociedad puesto que los utilizan para conseguir favores, sexuales y económicos.
El gobierno debería pronunciarse y proteger los ciudadanos instaurando leyes que los protejan, puesto que estos cultos se dedican a destruir a cualquier ex miembro que decida hacer ejercicio de su libertad. El problema no es entrar, el problema es salir y retomar el curso de su vida,
En otros países existen leyes que regulan este tipo de asociaciones y protegen los derechos civiles de los ciudadanos. Que está haciendo Colombia a este respecto?