Cobrando valor de un árbol que rebosa de vida
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
domingo 20 de mayo de 2007 0:01 COT
(Publicado originalmente el 11 de mayo de 2007)
Suzuko Numata habla a niños de escuela. (Yūsuke Komatsu / © Mainichi Shimbun)
El pueblo de Monzen en Wajima, prefectura de Ishikari, sufrió los embates del terremoto de la península de Noto en marzo pasado. Pero para el 25 de abril Chiyo Kawakami, de 87 años, había puesto sus enseres en orden y se preparaba para despedirse de la vida en un refugio público.
Kawakami vive sola. En su propiedad hay un viejo pino que domina la comunidad. “Lo primero que haré al llegar a casa”, dijo ella con optimismo, “es plantar una semilla del parasol de la China (hibaku aogiri). La sembraré al lado del pino”.
El 5 de abril, en un hogar para adultos mayores del distrito Minami de Hiroshima, yo le había dicho a Suzuko Numata, de 83 años, cómo los mayores, muchos de ellos bastante solos en el mundo, estaban viviendo en refugios en Monzen. “Por favor”, dijo, “trae estas”.
Con las manos ligeramente temblorosas por el reumatismo, me oprimió algunas semillitas negras en la mano. Semillas del hibaku aogiri. El árbol conocido como hibaku aogiri (el parasol de la China expuesto a la radiación de la bomba atómica de Hiroshima) tiene un profundo significado para los hibakusha. Ennegrecido por la radiación de la bomba atómica, no obstante, en la estación debida, rebosa de nuevas hojas. Se convirtió en un símbolo de regeneración y les dio a muchos hibakusha el valor de seguir viviendo.
Cumplió un papel similar tras el gran terremoto de Hanshin de 1995 (el que semidestruyó la ciudad de Kōbe). Estudiantes de primaria y de secundaria de la zona afectada visitaron Hiroshima y Numata se dirigió a ellos.
“Después del bombardeo atómico”, les dijo, “me tuvieron que amputar la pierna izquierda. Cuando sentía que ya no tenía la fuerza para vivir, miré los árboles hibaku aogiri. Ustedes también pueden cobrar valor del aogiri”.
Los niños escucharon, con los ojos brillantes, y Numata resolvió de nuevo pasarle a la nueva generación sus experiencias como sobreviviente de la bomba atómica.
“Como hibakusha”, dijo Numata, “quiero que nosotros y la gente de la península de Noto entiendan el dolor de cada uno. Volaría hacia allá en este momento si pudiera. Infortunadamente, sin embargo, no estoy muy bien. Así que vayan”, me dijo a mí, “y denles estas semillas de esperanza de mi parte”.
Dos días después le entregué las semillas a Kawakami. Mientras me despedía de Noto, traté de imaginarme cómo el aogiri crecerá al lado del altísimo pino.
Poco tiempo después, hablé con Kawakami en el teléfono. “El pino, el aogiri y yo”, me dijo. “¿Cuál de los tres va a prosperar más? ¡Tendremos una competencia!”. En mi mente vi su rostro profundamente arrugado dibujando una enorme sonrisa.
Por Tetsuya Hirakawa, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés por Julián Ortega Martínez
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lunes 28 de mayo de 2007, 00:05 COT
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