Cantar me ayuda a olvidar la enfermedad
Estancias > Hibakusha ProjectPor Mainichi Shimbun
domingo 4 de febrero de 2007 16:01 COT
(Publicado originalmente el 25 de enero de 2007)
Seikō Komatsu canta Akogare no Hawaii Kōro en un establecimiento de karaoke en Hiroshima. (Yūsuke Komatsu / © Mainichi Shimbun)
Con los brazos abiertos y los pies marcando el ritmo, Seikō Komatsu, de 70 años, canta a grito entero su número Akogare no Hawaii Kōro (“En curso por el mar a mi amado Hawai”). Es 9 de enero y estamos en una cafetería con karaoke en Hiroshima, no muy lejos de la casa de Komatsu en Asaminami. Es tal su vigor que uno nunca pensaría que sufre de múltiples enfermedades por causa del bombardeo nuclear de hace 61 años.
“Yo era cantante profesional”, me dijo. “De verdad”, le dije, “me gustaría escucharlo”. Su respuesta fue llevarme a este establecimiento de karaoke que frecuenta una vez al mes. “Con el micrófono en la mano”, dice, “mis sentimientos vuelan”. Su risa es sorprendentemente contagiosa.
Empezó a cantar cuando era niño, y cantaba bien. Tras el bombardeo, acabó en casa de unos parientes en Osaka. Mostraba la languidez típica de las víctimas de la radiación. Incomprensivos, sus parientes le reprochaban la pereza. Para disipar su soledad cantaba a la orilla del río Yodo en Osaka. A la edad de 19 años se fue de la casa. Un conocido lo puso en contacto con una compañía discográfica con la que lanzaría dos discos de enka (música popular japonesa con cierta influencia occidental). Su carrera parecía despegar a un comienzo brillante, pero desarrolló asma, que empeoró y lo obligó a enfrentar el hecho de que sus días como cantante profesional habían terminado.
Una canción a la que le tiene especial cariño es una balada llamada Aogiri wa Miteiru (“El árbol Aogiri está mirando”). Hay un aogiri, o árbol de parasol de la China, en el Parque de la Paz de Hiroshima. Una amiga de Komatsu, Suzuko Numata, es una hibakusha de 83 años que a menudo da charlas acerca de lo que ha pasado como resultado del bombardeo. El hibaku aogiri, dice, le ha dado el valor para vivir. De eso se trata la canción. La letra y la música fueron compuestas por un conocido de Komatsu. En 1988 Komatsu y Numata la grabaron; él cantando y ella narrando su historia.
Hicieron 200 copias que distribuyeron entre los niños de primaria y secundaria que iban a Hiroshima en viajes escolares.
Hace más o menos cinco años, Komatsu vio un grupo de niños de primaria cantando esa melodía frente al árbol aogiri. Le dio alegría ver la canción pasando a la joven generación.
En el sitio de karaoke hace tres números. Las manos le tiemblan mientras escribe los títulos de las canciones que quiere que la máquina le ponga para acompañarlo. El reumatismo es una efecto más, quizás, de la radiación.
En noviembre pasado sufrió un ataque al corazón. Pasó un mes en el hospital. Esta semana fue hospitalizado otra vez, sometido a una operación para removerle un tumor en el hígado.
“Las canciones”, dice con alegría, “son mi luz. Las canciones me ayudan a olvidar la enfermedad”.
Por Hideyuki Kakinuma, Mainichi Shimbun. Traducido del inglés por Julián Ortega Martínez
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