Basada en una historia real: ficción, “verdad” y terror
El jardín de las delicias > Estancias > PsicologíaPor Luis Felipe Tenorio
martes 14 de abril de 2009 14:33 COT
Una fuente de leyendas urbanas son las películas basadas en historias reales, pues la taquilla le ha enseñado a Hollywood que una historia agarra mejor cuando al espectador se le advierte sobre el asunto. El problema es que el matrimonio entre la vida y Hollywood es problemático y allá la “verdad” no sólo es elástica, sino que tiene grados, aunque el espectador rara vez se da cuenta y, muchas veces, sale creyendo lo que vio, o al menos las partes con diálogos profundos y banda musical pausada, ocurrió así. “Verdad” significa que las cosas son ciertas, ¿no? Pues no. Si en la vida real hay grises, en el cine los matices pueden incluir colores desconocidos.
Los grados de “historias verdaderas” son tres:
- “Basado en una historia real”, lo cual quiere decir “basado en un libro o revista de no ficción”, lo cual no impide que los productores se sientan autorizados a poner protagonistas más bonitos, más escenas de sexo o una que otra persecución en carros de motor modificado.
- Después viene “Inspirado en hechos reales”. Eso es “este estudio perdió la guerra por los derechos del libro, pero como los eventos son de dominio público los podemos usar y para evitar una demanda introducimos cambios”. Y multiplican el sexo y la violencia gratuita.
- La última y más sucia de las categorías es “Inspirado en una historia real”. Esto no es una afirmación sino una advertencia: en las palabras tan delicadas que han elegido cabe cualquier cosa. La “inspiración” puede venir de UN renglón de una noticia y la afirmación seguiría siendo cierta.
En mi generación una película de terror impactó por aquello de la “inspiración en la historia real”. A diferencia de El exorcista o Poltergeist, famosas por sus efectos especiales y las muertes de algunos actores, The Texas Chainsaw Massacre, con su edición cortada y granulosa invocaba el horror de que algo así pasara.
Cuando la historia se escribe con motosierra
La película trata de unos jóvenes que va a dar a un lugar de Texas donde vive una familia de caníbales. Uno de ellos, encima, es un monstruo que le arranca la piel a la gente para hacer máscaras (de ahí su nombre Leatherface, Cara de Cuero). El remake de 2003 acentuaba las pretensiones de documental cerrando con una “foto” de Leatherface seguida de un desvanecido a negro y un letrero, muy serio él, sugeriendo que el maniático de la sierra anda por ahí. (Comentario al margen: la película de 1973 se considera una obra maestra porque demostró que el terror insinuado puede ser mejor que el evidente, como hizo Spielberg en Tiburón; el remake ha sido denostado por usar galones de tinta roja).
La historia funciona porque toca fibras sensibles: quedar abandonado en un lugar desconocido (produce más miedo un paraje desolado que cualquier alienígena), el resentido con el mundo (un tipo de 130 kilos con motosierra es una amenaza más seria que un vampiro) y unos jóvenes abandonados en la mitad de la nada (pocas cosas mejores para mostrarle a un adolescente que sin iPhone, Internet y demás quedan desvalidos, aunque la tecnología naturalmente era otra). Hasta hoy hay gente afirmando haber conocido a Leatherface, pero la verdad incluye cosas mejores.
Empecemos por la sierra. A Tobe Hooper, guionista y director de la película, contó que alguna vez, en medio de una multitud en una ferretería, viendo las motosierras se le ocurrió pensar qué pasaría si prendiera una para abrirse paso. Hooper, camarógrafo documentalista, tenía la idea de una película de bosques, aislamiento y muerte y la motosierra catalizó esas ideas. Ahora bien, no era un deseo original: en 1970 Deliverance, una novela, y su adaptación al cine, hicieron ver que el sur profundo de Estados Unidos era potencialmente aterrorizante.
Hooper aprovechó un estado de ánimo general. Así que no, aparte de algunos paramilitares y uno que otro desadaptado en el mundo, no hubo un asesino de la sierra. Pero sí alguien parecido y de ahí lo de “inspirado en una historia real”. Leateherface tiene parientes cercanos en el cine, como en El silencio de los inocentes (Buffalo Bill asesina a sus víctimas para hacerse un vestido con su piel) y Psicosis.
Su denominador común es Ed Gein. El hombre de la máscara de cuero. Gein nació en Wisconsin, hijo de un matrimonio entre un alcohólico y una mujer religiosa que resistió las palizas por su concepto religioso del divorcio. Cuando su hijo llegó a la adolescencia, mudó a la familia a una granja con el fin de alejar de su hijo la maldad del mundo y las prostitutas, que eran todas las mujeres. Le leía pasajes bíblicos con muertes gráficas posibles. Naturalmente, cuando la señora murió, el pobre Ed quedó literalmente solo en el mundo, cerró las salas de su casa para dejarlas intactas y se mudó a vivir a una despensa.
Tiempo después de supo que desde 1947, un año luego de muerta su madre, Gein profanaba tumbas de mujeres para arrancarles la piel y hacerse un vestido de mujer. Hubiera pasado desapercibido si no fuera porque en 1957 la policía allanó la granja sospechando una relación con la muerte de Bernice Worden, cuyo cuerpo encontraron decapitado y eviscerado. Tambien encontraron calaveras adornando los postes de la cama y usadas como soperas, máscaras y pantallas de lámparas hechas de piel humana y varias narices y vulvas.
Se le declaró loco y murió en 1984 en un hospital mental. Nunca se supo cuántas de sus “reliquias” venían de sus asesinatos y cuántas de las profanaciones. Su impacto en la cultura popular ha sido inmenso. No sólo es de los primeros asesinos múltiples registrados, sino que la sevicia de sus crímenes, su lastimosa historia (muchos creen que su madre mató esa gente casi tanto como si hubiera jalado el gatillo), el peligro latente para su comunidad (sobrevivía con trabajos como hacer de niñero) y su tranquilidad narrando sus andanzas sin justificarlas, le garantizó puesto en el imaginario colectivo.
mircoles 15 de abril de 2009, 11:24 COT
Lamentablemente la única referencia que tiene mucha gente (especialmente los gringos) de la historia, es lo que ven en las películas. Por eso para millones de estadounidenses la última revuelta de los samurais coincidió con la llegada de los gringos a Japón (como en “El último samurai”), al emperador Cómodo lo mató un general convertido en gladiador (con cara de Rusell Crowe) y 300 espartanos en tanga pusieron de rodillas al monstruoso ejército de Xerxes (como en “300”). Lo peor del caso es que la historia real es más interesante y emocionante que muchas de esas obras de ficción…
Pero bueno, posiblemente tengamos un gusto no confesado por los monstruos y corremos felices a que nos asusten, así en el fondo también seamos conscientes de que probablemente todo sea invención o una colcha de retazos de hechos aislados.
viernes 17 de abril de 2009, 11:47 COT
El tema de la historia en el cine es uno de no acabar nunca y varias películas (como “Gladiador” por ejemplo) merecen ya tratarse como leyendas urbanas, Apoloduvaris. Gracias por el comentario, espero tratar algún caso en próximas columnas.
El caso de 300… es bastante particular y cae en una especie de metarealidad. Aunque la película trata (“hace referencia”, más exactamente) el histórico evento de las Termópilas, no invoca el evento como tal, ni su atmósfera ni nada (como Gladiador, Cruzada y otras parecidas) sino el comic de Frank Miller, que a su vez sólo era la disculpa para los dibujos superheroicos. Miller sólo aprovecho los hechos para darle a su cuento un hilo conductor; tanto le hubiera dado si fuera la batalla de Maratón En otras palabras, la deuda de 300, la película es con 300 el comic y no con los 300 espartanos de Leonidas. Pero ¡ah particular el caso!