El eterno femenino
Especial Día Internacional de la Mujer 2011Por Fabio Villegas Botero
domingo 6 de marzo de 2011 21:31 COT
Como un homenaje a la mujer en su día (8 de marzo de 2011), quiero transcribir unas pocas líneas de este bello himno del sabio jesuita Pierre Teilhard de Chardin, quizás el místico más profundo del siglo XX. No añadiré ningún comentario, para que todos y todas saboreemos este maravilloso poema, escrito en medio del horror y el espanto de la primera guerra mundial:
“Yo aparecí desde el origen del mundo…
Todo el universo se realiza por unión y fecundación, por reunión de elementos que se buscan y se funden de dos en dos, y renacen en una tercera cosa…
Yo soy el lado conjuntivo de los seres, yo el perfume que los hace encontrarse y los arrebata libremente, apasionadamente, por el camino de su unificación…
Yo soy el esencial femenino…
El hombre, síntesis de la naturaleza, hace muchas cosas con el fuego que arde en su corazón. Acumula el poder, persigue la gloria, crea la belleza, se consagra a la ciencia. Y muchas veces no es capaz de advertir que, bajo formas tan diversas, es siempre la misma pasión la que lo anima —depurada, transformada, viviente—: la atracción femenina.
Cuando el hombre se enamora de una mujer, se imagina ante todo que su amor se dirige tan solo a un individuo como él, al que envuelve en su poder y asocia libremente…
Bien pronto, sin embargo, tiene que admirarse de la violencia que se desencadena en él ante mi proximidad… Pensaba no encontrar junto a sí más que una compañera, y advierte que en mi toca la gran fuerza secreta, la misteriosa latencia, sobrevenida bajo aquella forma para llevárselo.
Quien me ha encontrado se halla en el umbral de todas las cosas… Yo me prolongo en el alma del mundo; o, mejor, yo soy la atracción de la presencia universal y su innumerable sonrisa.
Yo soy el acceso al corazón de la creación —la puerta de la tierra—, la iniciación…
Quien me alcanza, se entrega y es poseído por el universo.
En el mundo regenerado, yo he continuado siendo, como desde mi nacimiento, el llamamiento a la unión con el universo, el atractivo del mundo sobre un rostro humano.
Yo seduzco siempre, pero hacia la luz. Yo sigo arrastrando, pero en la libertad. Yo soy la sombra maternal que se inclina sobre la cuna, y la forma radiante que adoptan los sueños de la juventud, y la aspiración fundamental que atraviesa el corazón como un poder indiscutido y extraño, la huella, en el ser individual, del eje de la vida…
Yo soy la belleza inmarcesible de los tiempos por venir, el ideal femenino.
Yo soy el eterno femenino”.