Beatriz, tu vida marcha sobre ruedas
Especial Día Internacional de la Mujer 2011Por Silvana Escobar
domingo 6 de marzo de 2011 21:27 COT
Creí que era una princesa y no me equivoqué. Beatriz es del tipo de princesas que escasean en esta sociedad mal jerarquizada donde rubias plásticas ocupan la monarquía de la fama musical. Donde mujeres estiradas, con títulos obtenidos con la potestad de no sé quién, gobiernan naciones dizque modernas con el absurdo rótulo de reina.
Obviamente ella no es así. Su cabello castaño claro, natural, dista mucho del color que genera el agua oxigenada número cuarenta. Su camisa negra de corte en V y con un decorado en la parte del busto lleno de piedras brillantes, que no son diamantes, no fue comprada en ninguna de las tiendas de Armani, ni diseñada exclusivamente para ella. Su rostro dulce no luce maquillajes extraños de la última tendencia otoño-invierno, sólo decora sus parpados con un colorcito tornasolado lleno de destellos chispeantes.
El castillo de la princesa es una casa de tapia maciza y barandal en el frente en el que, a veces, un perro enorme atranca su hocico. La fachada es colonial y bien mantenida, de colores vivos, una pequeña finca en medio de una de las calles más transitadas y ruidosas de Rionegro.
Beatriz es la segunda de los tres hijos de la familia Rivas Urrea, una prole dedicada desde los tiempos de su abuelo a hacer arte con madera. Desde hace más de cuarenta años realizan el oficio en un espacio de La Calle de la Madera, un popular sector del municipio que se destaca por sus múltiples locales dedicados a las producciones con olor y textura de árbol.
Los dos hermanos de Beatriz encaminaron su vida profesional hacia otras vocaciones. El mayor es médico y la menor abogada, pero el primero sí heredó el gusto y cada que las emergencias y enfermedades por curar le dan tregua se dedica a la carpintería. La princesa sí se decidió cuidar el producido familiar desde la parte más artística, poniéndoles color y sensación suave a todas las obras de su padre.
Beatriz no será la cenicienta que correrá escalas abajo dejando atrás su zapatilla de cristal, ni taconeará con ella por salones enormes después de que el príncipe se la devuelva, Beatriz recorre la vida en silla de ruedas.
Muchas veces aguarda en la puerta de su negocio o en el corredor de su casa vieja, tal vez sólo espera que el tiempo pase mientras deja perder su mirada buena en el horizonte de cemento y madera que la rodea por doquier. Nunca imaginé, antes de hablar con ella esa tarde de agua, que era así: una mujer sin complejos, activa, con los pies bien puestos en la tierra.
Tan sólo dos meses y medio llevaba en esta tierra de contrastes mágicos y miserables cuando una fiebre intensa la mandó a un hospital. El diagnóstico cambió su vida para siempre: una poliomielitis grave le paralizó por completo sus pequeños huesos. Había perdido toda posibilidad de movimiento. Los tratamientos proporcionados hoy le permiten tener activa la parte superior de su cuerpo.
Pero no, esta no es una historia de lástima, de sufrimiento y de diferenciación, porque ella es como cualquiera, no se siente diferente y no es diferente. El uso común que le damos a la palabra invalidez, ese desagradable término, no se ajusta en nada a lo que es Beatriz. Ella no necesita que sus pies funcionen para caminar, para qué si camina con la cabeza, pone a funcionar su cerebro para andar por la vida siendo un ser tan válido, o más, que cualquiera de nosotros.
Cuando habla de su pasado se le va la mirada y una sonrisa leve asoma de su boca al recordar los tiempos de infancia que fueron, según sus palabras, deliciosos. O cuando vuelca su pensamiento hasta la época del colegio en la que hizo unas cuantas pilatunas como escaparse de clase con sus amigos.
Su ímpetu y decisión para asegurar que ella es capaz de hacer lo que quiera y que las discapacidades sólo están en la mente parten mucho de la crianza que recibió en su familia. Nunca marcaron diferencias con sus hermanos, si ellos barrían Beatriz también, si ellos aprendían a nadar Beatriz también.
La independencia de sus acciones es notoria, no depende de nadie para bañarse, vestirse, cocinar o ser feliz, aunque cuenta con decenas de amigos que encantados le ayudan, la cuidan, le hacen compañía y le ofrecen amistad. Están con ella no porque genere tristeza, sino porque, y es perceptible desde el principio, irradia una luz particular, una energía positiva y optimista; de hecho, esto último es una de las premisas de su vida, optimismo ante todo.
Todo huele a madera, es un olor agradable y rotan por la silla del lado diversas amigas suyas que vienen a verla confirmando lo sociable que es la princesa.
El único elemento que la hace ver como una típica princesa de cuento de hadas es su visión romántica del mundo. Nada la parece malo, todo es perfecto aunque el entorno en el que vive sea tan poco amigable con personas como ella. Un mundo que sólo está diseñado para gente alta, flaca, diestra, vidente y caminante. Donde no hay rampas de acceso fácil para su silla de ruedas, ni oportunidades laborales para demostrar todas sus capacidades. Ella cuenta con suerte de que sus padres nunca la subestimaron y puede laborar independientemente.
Su futuro no lo ve aún en imágenes concretas. Lo deja con fervorosa resignación a Dios, pero sus palabras delatan intenciones, muy femeninas por cierto, de formar un hogar. El amor tampoco es un mito que le preocupe, ya ha compartido espacios de su vida con seres que ha amado y la han amado. Mientras tanto seguirá viviendo con tanta intensidad como siempre. Hará canciones en su guitarra, las entonará con su grupo cada martes que se puedan reunir. Irá a nadar para dejar en cada brazada las pocas cosas que le puedan acongojar. Saldrá a bailar con sus amigos a San Antonio y “azotará baldosa” hasta el hastío. Pulirá y llenará de arte todas las obras de carpintería del negocio familiar. Seguirá siendo útil.
No queda ninguna duda de por qué Beatriz es una auténtica princesa.
lunes 7 de marzo de 2011, 09:20 COT
excelente,tanto que estoy usando íntegramente los parlamentos para programa radial aqui en Perú,comprendo que el verbo y la acción ,hace retroceder , felicitaciones.
wilfredo mendoza castillo
Periodista.
martes 8 de marzo de 2011, 22:25 COT
Sili… demasiado buena, como todas tus creaciones narrativas. Que entretenido es leer algo que te involucra de esa manera. Mil felicitaciones amiga, sigue adelante y sabes que en lo que te pueda ayudar, inmediatamente.
mircoles 9 de marzo de 2011, 08:25 COT
La felicidad nace del espíritu de cada ser y eso lo demuestra Beatriz, la princesa romántica y soñadora. Es que cuando esos sueños se apaguen, se apagará la existencia. Así es.
Hermoso texto Silvana, sencillamente precioso.
Mi saludo para Beatriz y por favor, muestrale este escrito a ella y su familia.
Hugs!!