Quintana, el pequeño gigante
Artículo destacado > Con los taches arribaPor Rafa XIII
domingo 21 de julio de 2013 20:59 COT
Hace casi tres años, mencionábamos en este espacio lo que había sido el notable triunfo de un jovencísimo Nairo Quintana en el Tour da L’Avenir, y que el novel corredor era el llamado a continuar la rica tradición del ciclismo colombiano de Cochise, Herrera, Parra, Flórez, Botero y demás ídolos de épocas lejanas y cercanas en nuestros recuerdos.
Y lo cumplió con creces. Su rutilante actuación como debutante en la edición número cien del Tour de Francia, en este 2013, le ha asegurado por derecho propio a Nairo un lugar entre nuestros más grandes deportistas de todos los tiempos. Con apenas 23 años y algo más de 1,60 m de estatura, este pequeño ciclista boyacense se convirtió en un gigante de las carreteras europeas, siendo a la vez el campeón de los premios de montaña, de los novatos y subcampeón de la clasificación general individual, solamente superado por el británico Christopher Froome. Como si fuera poco, el sábado 20 de julio, la fiesta nacional por excelencia de Colombia, le regaló al país la victoria en la etapa Annecy-Mont Semnoz.
Un par de meses atrás reseñábamos el segundo lugar de Rigoberto Urán en el Giro de Italia, y ahora que se dio lo de Quintana, es válido establecer comparaciones sobre la situación de carrera que los llevó a ambos a la posición de honor que finalmente ocuparon. Al igual que Urán con Bradley Wiggins, Quintana inició la competencia como gregario del español Alejandro Valverde, capo de Movistar, y tuvo que trabajar para él hasta la etapa 13, cuando Valverde perdió toda posibilidad de pelear la carrera, y se cambió la prioridad del equipo en favor de Nairo. Viendo el brillante desempeño de nuestro pedalista en los tramos siguientes, con el tiempo que sacrificó en vano en favor de su líder, a lo mejor la pugna con Froome por el título final habría sido hasta la raya de sentencia en París.
De todas maneras, la hazaña de Quintana superó lo alcanzado por Fabio Parra en 1988, con su muy meritorio tercer lugar en el giro galo, y no es para nada aventurado el pensar que, dada su juventud y excelentes condiciones, Nairo volverá al podio de esta competición, pero para estar en el primer lugar y traer a Colombia la mítica maillot jaune —la camiseta amarilla— reservada para el mejor corredor de ciclismo de ruta en el mundo.
Hace tres años destacábamos el origen humilde de Nairo y el hecho de que se había convertido de niño en ciclista porque era la única forma de ir de su finca a la escuela en el pueblo y de allí de regreso a casa. Aunque ya es un hombre famoso, conserva esa misma sencillez heredada de sus padres, un par de campesinos que son el vivo retrato de la familia colombiana. Habla poco, no porque sea engreído, sino por su timidez, tan solo comparable con la que en su tiempo mostraba el gran Lucho Herrera ante cámaras y micrófonos. Merece y recibirá todos los homenajes, que serán muchos, en una trayectoria deportiva que todavía está en sus primeros logros.