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[Memorias de un camino andado] El hoy de un ayer (4/4)

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jueves 30 de diciembre de 2010 7:41 COT

Zapatería
Foto: Melisa Llano

Del sitio conocido como la Calle de la zapatería, no queda un elemento representativo que deje ver lo que en tiempos pasados fue un lugar lleno de pequeños y grandes talleres repletos de cueros y hormas para la fabricación de calzado. Hoy los locales han sido ocupados por almacenes que venden zapatos de ciudades como Bucaramanga y otros países, además de imitaciones de las marcas extranjeras, principalmente de Converse, O. P., DC, Puma, Lacoste…

Quizá el punto más rionegrero que existe en esta pequeña calle estrechada, aun más por quienes pretenden ampliar sus tiendas fuera de los confines de la puerta, es un punto de venta de Vedetta, empresa que se ha encargado de comercializar calzado por casi todo el valle del Aburrá y el de San Nicolás el Magno, compañía que según Rodrigo Zuluaga, zapatero que aún labora en el municipio, fue creada por unos jóvenes rionegreros hijos de artesanos del calzado.

Este es un hecho que se repite constantemente en el municipio al buscar elementos que den pistas de lo que alguna vez fue la historia del calzado, que según los diversos testimonios recopilados de historiadores y zapateros, se terminó definitivamente en 1990 con el cierre de Calzado Garcés. Desde ese momento hasta la actualidad, la zapatería ha venido experimentando un proceso de decadencia. Según Jesús Gonzalo Martínez Cardona, historiador del municipio, la industria tuvo su punto final cuando el último gran taller artesanal, Calzado PLAZ, cerró con la muerte de su dueño, Pedro Luís Arias, en los primeros años de este siglo.

A partir de entonces, la artesanía del calzado ha llegado casi a la extinción en el municipio. Hecho que se ve sustentado por las palabras de aquellos que vivieron la época en que la industria del zapato impulsó el desarrollo urbano de Rionegro, como William Jurado o Rodrigo Zuluaga, dos de los zapateros artesanales que aún fabrican.

Los tiempos han cambiado y con ellos las ocupaciones de los habitantes que hoy se debaten entre el pueblo y la ciudad que es Rionegro. Aquel ambiente provinciano donde el medio principal de subsistencia eran los talleres del calzado, fue remplazado por los trabajos que ofrecen los emporios empresariales que se han asentado en los predios de la Ciudad Santiago de Arma. Según William Jurado, este factor sumado a la falta de garantías laborales dentro del gremio zapatero, fue decisivo en el rumbo que desde esa época tomaría la industria en el municipio.

Para 2002, la actividad económica de la ciudad estaba regida por la agroindustria, la floricultura, la industria textil, la agricultura y la crianza de ganado, según lo establece el libro Cátedra Local Municipio de Rionegro: Geografía, Historia, Patrimonio, Valores y Personajes.

Como resultado del periodo de asentamiento de empresas en el municipio, hoy Rionegro tiene el 37% de empresas en la subregión del altiplano, esto lo convierte en el municipio con mayor número de compañías dentro de sus límites, afirma José Julián Marín, Asesor Empresarial de la Cámara de Comercio del Oriente antioqueño.

Salmones contra la corriente

Actualmente quedan dos pequeños talleres que aún se encargan de la elaboración de zapatos, Dogos Sport y Cabros. Dentro de estos establecimientos quedan los vestigios, en pequeña escala, de lo que fue la elaboración de zapatos años atrás en el municipio.

“Desafortunadamente la tradición está perdida diría yo, por que nadie quiere aprender”, dice Edison Alberto Otálvaro, quien, a una edad aproximada de treinta años, es el zapatero más joven que ejerce el oficio en Rionegro y es el administrador del taller Dogos Sport, dentro del cual trabajan seis personas, todas mayores de cincuenta años.

Es por este motivo que él no duda en afirmar que esto, como todo en la vida, tiene un periodo “(…) si el ciclo de fabricar calzado es hasta que los artesanos con los que yo trabajo aquí en Rionegro dejen de ejercer su profesión, pues así tendrá que ser”.

Aunque el futuro de la artesanía del zapato no parece tener un destino diferente a la desaparición absoluta, al menos así lo manifiestan zapateros como Obed Montoya cuando dice que la fabricación artesanal se acabó y fue remplazada por las fábricas. El oficio podría trascender, al menos en la enseñanza de la técnica de la elaboración de zapatos, en personas como Yeison Guarín. Él a sus dieciséis años se dispone a aprender el arte del calzado gracias al impulso de su tutor en el hogar Aldea SOS. Lo hace en sus horas libres después del colegio. Aunque manifiesta tener interés en formarse y quiere ser capaz de hacer sus propios zapatos, no quiere dedicarse al oficio como estilo de vida, su sueño es ser arquitecto.

Como consecuencia de los diversos conflictos que sufrió la industria del calzado en Rionegro, la vocación de muchos zapateros que se dedicaban a hacer algún pasó de la elaboración del zapato hecho a mano, cambió hacia la reparación, convirtiéndolos en remendones, término acuñado por Jesús Gonzalo Martínez. Por este motivo, en la ciudad se pueden encontrar en diversas partes pequeños talleres que se dedican a la reparación de calzado.

Para zapateros como William Jurado y Rodrigo Zuluaga, su nueva labor no es algo que les agrade mucho. Constantemente están manifestando la inferioridad de la calidad del calzado de producción en masa, pero tanto en los talleres remendones como en los que aún elaboran calzado, la reparación se ha convertido en un método de asegurar su subsistencia.

Aunque los motivos que acabaron con los años gloriosos de la zapatería son múltiples, dentro de los zapateros se puede encontrar uno que identifican como el elemento clave: las grandes industrias. Apreciación que es sostenida por William Jurado cuando dice, con una cierta dosis de melancolía, “es muy complicado competir contra el capitalismo”.

El eslabón perdido entre lo técnico y lo artesanal

Dentro de una de las tantas calles del superpoblado barrio El Porvenir de Rionegro, más específicamente en el sector de La Mota, se encuentra un pequeño taller con nombre de mujer, Calzado Salomé. El sitio es una modesta casa que exhibe en su sala, sobre unos pequeños estantes, varios pares de zapatos. Después de recorrer un pequeño corredor se puede llega a un patio que ha sido adaptado como taller.

“Ésta es de una fabrica de Bogotá que exclusivamente saca maquinaria para calzado industrial, estás son maquinas industriales”, dice Antonio Grisales, mientras señala una máquina. Él es un hombre de aproximadamente cuarenta años y dueño del negocio que administra con su esposa “en el nombre de Dios”.

Dentro de sus herramientas, tiene una pulidora de última generación que además aspira los residuos restantes de las suelas de los zapatos, el taller cuenta, además, con una máquina de coser industrial y un horno de cocina que es empleado para acelerar el proceso de secado y pegue de las suelas. Sin embargo, Antonio no está completamente desvinculado de lo artesanal, él como hijo de zapateros rionegreros, aprendió el oficio a la antigua. Hoy conserva elementos artesanales en la elaboración del calzado como las hormas, las suelas y el proceso de soladura que se realizan manualmente.

El taller que inició hace poco y que lleva el nombre de su hija menor, es el inicio de un proyecto ambicioso que lleva entre sus aspiraciones expandirse y hacer de Calzado Salomé una boutique de calzado que logre competir con grandes empresas del gremio.

Aunque reconoce la calidad de los zapateros artesanos de Rionegro, no duda en hacer crítica del trabajo que ellos realizan. “(…) son buenos fabricadores del calzado, lo que les falta es iniciativa. Iniciativa de abrir más cancha y podrían ser unos grandes fabricantes del calzado”.

Lo que más discute es el atraso tecnológico de los dos talleres artesanales que quedan en el municipio. “Les falta mucho ser emprendedores (…) En este momento, para mí, ellos pueden ser alumnos míos, por que no les gusta sino a lo antiguo”.

Sin embargo, William Jurado, zapatero de la vieja escuela, manifiesta que le gustaría ver la industria tecnificada.

Aunque es probable que el trabajo que se realiza en Calzado Salomé dentro de un lapso pierda su rasgo artesanal, es en estos momentos es el punto intermedio entre la manufactura industrial y manual del zapato.

La “celebración” de los días de gloria

Año tras año Rionegro sigue celebrando las Fiestas de la Industria, la Artesanía y el Calzado la última semana de diciembre. En el 2010 llegaron a la versión número 41.

Tanto en el gremio zapatero, como en la Administración Municipal, se habla de un festejo, que se ha transformado de ser una fecha representativa para los artesanos del municipio en algo que no es otra cosa que un pequeño reconocimiento a lo que anteriormente fue el oficio de zapatero.

Por esto, no es de extrañar que en 2008 se pensara en cambiar el nombre de las fiestas, pues como manifiesta Julio Giraldo, coordinador turístico del municipio y encargado de organizar las fiestas, actualmente, el nombre no es representativo con las dinámicas del municipio.

El motivo por el que no se cambió el nombre es porque, como lo manifiesta Jesús Gonzalo Martínez y Julio Giraldo, no se puede desconocer y hacer caso omiso de lo que fue para el municipio la industria del zapato.

Durante las festividades se ha dispuesto un día en el que los zapateros compiten en un concurso, que dura aproximadamente dos horas, de elaboración de calzado en las categorías del zapato mejor elaborado, el más grande y el que se haga más rápido.

Sin embargo, dentro del gremio zapatero hay una sensación generalizada acerca de la poca relevancia que tiene el calzado en el certamen. Zapateros como Obed Montoya, manifiestan que dentro de este evento no se ha buscado vincular de una forma real al zapatero.

Frente a este mismo tema, William Jurado, tres veces ganador consecutivo en la categoría del zapato mejor elaborado, dice que los premios han mejorado, tanto que han pedido los demás artesanos que a él lo declaren fuera de concurso. Aunque es enfático que no quiere dejar de competir, piensa que no debería ser un concurso como tal, sino un día en el que los zapateros restantes salgan a mostrar sus trabajos y sirva para agremiarlos.

No se pueden deshacer los pasos del camino andado

Frente a la zapatería en el municipio hay opiniones diversas, dentro de los zapateros es desafortunado el fin de la tradición que hasta ahora parece inminente, y del cual no se ve quedar un legado o un registro firme de lo que en otra época fue.

Según Jesús Gonzalo Martínez, Historiador del Municipio, la zapatería en otro tiempo hizo de Rionegro un punto de referencia, reconocido por ser el lugar donde se elaboraba el mejor calzado de Colombia.

De aquellos tiempos también queda lo que actualmente es conocido como el barrio La Cooperativa, que según Francisco Zapata, historiador del municipio, fue creado por la cooperativa Liborio Mejía, que era una agremiación de zapateros del municipio.

Si bien, tanto los últimos exponentes del oficio, como las fuentes históricas y oficiales del municipio, coinciden en que con los últimos zapateros morirá el oficio, hay proyectos que pueden ayudar a conservar algo de lo que fue la zapatería en otra época.

“Yo con la administración municipal en este momento he tenido charlas y he luchado porque yo hoy expongo mis argumentos de recuperar la identidad de Rionegro. Como lo fue el arte del calzado”, dice William Jurado, uno de los últimos exponentes del oficio, para hacer alusión a un proyecto contemplado en el plan decena de turismo de la Administración Municipal. Donde se expondrá calzado artesanal hecho en Rionegro.

Por otro lado, hay personas como Andrey Mauricio Palacios, director del Centro Cultural Ricardo Rendón Bravo, quien manifiesta que aunque no se puede desconocer lo que fue el calzado, actualmente Rionegro cuenta con otras dinámicas culturales y económicas, “la historia es podernos recordar en el pasado quienes fuimos”. Apreciación que se ve sustentada cuando Jesús Gonzalo Martínez Cardona se refiere a la zapatería como un ciclo que pasa, cuando dice que la memoria es para valorarla y la historia para no repetirla.

En torno a la zapatería, se han creado montones de historias que actualmente y debido al aumento poblacional que experimenta el municipio, crea procesos culturales, muchas veces permeado por culturas foráneas, que según Andrey Mauricio Palacios “Rionegro da la impresión de que es de todos y no es de nadie”.

De lo que fue la industria zapatera, se podría decir que quedan las historias de los momentos en que se constituyó como el sustento económico de la zona urbana de Rionegro, y que paulatinamente fue remplazado por nuevas dinámicas culturales y económicas que conforman el municipio.

Queda la memoria de un camino hecho con las manos de sus obreros que delimitó la marcha que tomaría el destino de Rionegro.

Quedan dos talleres con un puñado de hombres que serán zapateros hasta el día de su muerte y con ellos morirá el arte.

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