La nueva guerra
Artículo destacadoPor Marsares
lunes 5 de junio de 2006 20:10 COT
Jamundí es algo más que una matanza orquestada por el narcotráfico, con consuetas militares. Jamundí revela mucho más. Aunque ya se presentía y algunos hechos anteriores así lo revelaban, este genocidio demuestra que los paramilitares comenzaron en firme su guerra frontal contra el Estado.
Consecuencia del talento singular de nuestros gobernantes para seguir cometiendo los mismos errores que generaciones atrás le costaron tanto al país. Llegó, pues, el momento de recolectar la cosecha. Los malos alumnos repiten la materia. La historia sigue vigente.
El parto de los montes
De grupos de ganaderos armados que se oponían a los vejámenes de la guerrilla se pasó a una organización centralizada, protegida y auspiciada por sectores de las Fuerzas Armadas que veían en estos grupos paramilitares una solución para detener el avance de los grupos insurgentes de izquierda.
Paralelamente a esto se vivía el ocaso de los grandes carteles de la droga, con la muerte o la prisión de sus principales cabecillas. Fraccionado el poder, los guerrilleros que antes cobraban por vigilar los campos cocaleros, con el impuesto del gramaje, se apropiaron de la siembra y el procesamiento del alcaloide.
No pasó mucho tiempo para que las autodefensas se contaminaran. Al ocupar espacios de la guerrilla y aumentar los costos de su guerra particular, el secuestro, la extorsión y, por supuesto, el narcotráfico, surgieron como la fuente eficaz de recursos para aumentar sus contingentes y con ellos su influencia.
Del pequeño grupo de ganaderos de Córdoba, el fenómeno se extendió por todo el país, peleándole a la guerrilla no sólo su territorio, sino también los grandes cultivos, aunque su comercialización en el exterior, en no pocas ocasiones, la hicieron en compañía al enviar los intermediarios embarques conjuntos. Paradojas de la guerra.
La nueva generación
Pero como sucedió con la primera generación de narcotraficantes, sus crímenes pronto alertaron a la comunidad internacional, hasta que su situación se hizo insostenible. El mismo Estado, que antes los protegió, comenzó a combatirlos. Persistía la protección local de las brigadas militares, pero el panorama se oscureció.
Los delitos de lesa humanidad los alejaron de cualquier posibilidad de ser considerados como delincuentes políticos. No obstante, con la llegada de Álvaro Uribe, también se presentó la oportunidad esperada: reincorporarse a la sociedad civil, a cambio de dejar las armas, pagar algunos años de cárcel e indeminizar a sus víctimas.
Sin entrar a cuestionar el milagro de su multiplicación a la hora de desmovilizarse, lo cierto es que la mayoría de los grupos abandonaron la guerra y se incorporaron al tenor de la Ley expedida y bajo la sombrilla del presidente que la defendió a capa y espada de sus opositores.
No obstante, si no se atacan sus raíces, un problema no se resuelve. El negocio multimillonario de la droga no se termina simplemente porque los que se lucran de él se retiran del negocio. Otros ocuparán su lugar y así seguirá la cadena hasta el infinito.
La resurrección
El país, que cauteloso miró la desmovilización y cató la euforia presidencial, con la esperanza de que todo fuera cierto, pronto vio que el fenómeno -como el camaleón- simplemente cambió de color. En vez de camuflados, muchos de los desmovilizados volvieron a las andadas en sudadera y arma escondida en la pretina.
Pero eso no es lo más preocupante. En sitios donde en realidad sí surtió efecto la desmovilización, ha comenzado a clonarse el paramilitarismo. Nuevos integrantes, con las viejas mañas de siempre, se suceden por doquier. Las mismas prohibiciones, el mismo amedrentamiento y la procesión de muertos aumentando la lista.
La tolerancia de antaño, sin embargo, ya no lo es tanto. El Estado, por boca del primer mandatario, ya hizo el trabajo sucio, perdonando al viejo paramilitarismo, pero no está dispuesto a que uno nuevo le amargue la vida. Sin embargo, la tarea no se le muestra nada fácil.
Los nuevos, ensoberbecidos por el dinero y el poder que les ha llegado a manos llenas, muchos antiguos lugartenientes de los que se acogieron al proceso de paz y otros, simplemente mandaderos de aquellos que hoy gozan de los beneficios de la vida civil, pero que no piensan abandonar el negocio, le declararon la guerra al Estado.
La guerra de los clones
En Jamundí comienza la nueva etapa del paramilitarismo. Quien se meta con su negocio es su enemigo, y no quepa duda de que no se van a parar en mientes para aliarse con quien quiera que sea para no dejarse apabullar del Estado.
No sorprendería que otros "errores" militares no hayan sino la antesala de Jamundí, demostrando que para estos nuevos paramilitares su enemigo ahora es el Estado que pretende sacarlos del negocio. No obstante, aunque algunos de sus antiguos aliados, como el coronel Bayron Carvajal, continúan de su lado, el círculo se cierra.
Gracias a la prontitud con que actuó la Fiscalía, es probable que el crimen no quede impune, y también que la connivencia de militares de alta graduación se aquiete ante el justificable temor de ir a parar a la cárcel, y lo más grave, sin un peso de las ganancias obtenidas gracias a sus servicios.
Inevitable, hacia el futuro, que estos nuevos grupos, aún en formación, busquen nuevos aliados. El camino los llevará a las Farc, con quienes fortalecerán su respuesta armada contra el Estado. Nunca, como ahora, resulta verdadero el dicho de que los extremos se juntan.
El desafío
El Estado, y con él todos los colombianos, nos enfrentamos a esta espeluznante resurrección. Los próximos cuatro años de Uribe no sólo los va a gastar persiguiendo en la selva a las Farc sino combatiendo en su seno a los que, con su tolerancia y apoyo, permitió que se instalaran en los sitiales del poder.
Cría cuervos… parece ser el resumen de esta nueva guerra que se ha estado incubando desde que la "limpieza" interna desalojó a los viejos comandantes, permitiendo la llegada de otros, quienes, como sucedió con los carteles, se van a fraccionar en muchos grupúsculos para evadir al Estado.
Ya no existe un Estado Mayor, ni la defensa de las instituciones como justificación de su existencia. Existe simplemente el negocio, y éste es el más poderoso incentivo que los hará llegar a incendiar el país si no les permiten seguir con él.
Dura lección para nuestra historia. Dura, porque se olvidó que la democracia es el arma formidable que permite derrotar a los enemigos de un país. Cuando se trata de ganar utilizando el atajo de la ilegalidad, se prohijan monstruos que luego se vuelven contra sus creadores, devorándolos.
El panorama no es halagador, pero existen salidas. La Rama Judicial lo ha demostrado, cerrándole el paso al autoritarismo y abriendo espacios a la democracia. Quedan en deuda los otros dos poderes. El problema es que, si no se unen a la lucha, perdemos todos, excepto los violentos y sus aliados soterrados.
El gobierno que pronto estrenará su segundo mandato tiene este desafío, al igual que sus amigos en el Congreso que se preparan a manteles para repartirse el poder. mientras la guerrilla está cercana a ganarse un aliado formidable que puede cambiar el curso de la guerra.
Las victorias no sólo tienen champaña y abrazos. También su propio guayabo. El de Uribe es la matanza de Jamundí, el día en que el hijo pródigo renegó del Estado que lo crió y ahora desafía su autoridad. Veremos ahora si Uribe, aparte de estarle a Dios rogando, se atreve a enfrentarlo. El fiscal Iguarán le dio el ejemplo.
El balón queda en el campo presidencial. Que comience el partido que no queremos perder.
martes 6 de junio de 2006, 08:42 COT
Muy buen análisis de la situación en que quedamos después de las elecciones. Ojalá la fiscalí pueda conseguir aclarar esta masacre cuanto antes.
martes 6 de junio de 2006, 10:24 COT
Lo felicito por el buen conocimiento que se tiene sobre la farc,el ejercito y el gobierno.
Qué bueno que todos estos aportes les sirvan a nuestros administradores para comprender la plena realidad donde estamos. Creo que sabemos mucho de todo este sistema maquiavélico y en ocasiones sobredimensionamos los extremos.
A las nuevas generaciones las debemos comprometer con dichos conocimientos para hacerlas participativas y criticas como parte del problema.
martes 6 de junio de 2006, 11:42 COT
A muchos nos ha sorprendido tanto la entereza del Fiscal como el silencio de los altos mandos militares, “denunciado” por la esposa de Carvajal. ¿Será que ReUribe se les enfrenta de verdad? ¿O va a salir con otra “estrategia”, igualita a esas de las elecciones? ¿Hará las de siempre: no delegar responsabilidades (como en los consejos comunales), a menos que se le esté cuestionando? Más vale que todo se aclare lo más pronto posible…
martes 6 de junio de 2006, 12:50 COT
Es uno de los mejores analisis centrado, conciso y futurista que he leido en estos ultimos tiempos, desafortunadamente el país crees que los altos mandatarios que gobiernan son la solución a los problemas.
Esperemos que pase el tiempo y el remedio no sea más caro que la enfermedad.
mircoles 7 de junio de 2006, 21:23 COT
Marco, pienso que la línea que separa paramilitares, militares y estado, es cada día más difusa. Y creo que no existe una guerra entre ellos, sino un estado que cada vez con más fuerza, se define como mafia. Espero equivocarme.
jueves 8 de junio de 2006, 10:46 COT
Alvaro:
En momentos críticos de nuestra historia reciente, con excepciones, claro está, la Rama jurisdiccional ha respondido. Jueces y fiscales han defendido las instituciones dentro de sus limitaciones. El nuevo sistema acusatorio comienza a mostrar sus aciertos, pese a su flojo comienzo. Jamundí es la prueba de fuego.
Francisco:
Romper la cortina de silencio, y como en estos casos, el espíritu de cuerpo de las Fuerzas Armadas, es una tarea de todos nosotros. Lo primero, difundiendo sus tropelías. Lo segundo, con una actuación eficaz de la justicia ordinaria. La pronta intervención de la fiscalía y las afirmaciones contundentes que le siguieron, llaman a pensar que, por lo menos en este caso, la impunidad está arrinconada. La meta hacia el futuro es que la informaciòn de todo lo que esté pasando llegue al común de la gente. A los nuevos medios les cabe parte de esta responsabilidad.
Julián:
El espíritu de cuerpo sigue presente. Vergonzosa, por decir lo menos, las recientes declaraciones hechas por el Director de la Justicia Penal Militar, que se niega a reconocer la matanza de Jamundí. Habla de "errores", al tiempo que defiende a capa y espada SU justicia, creada para cubrir las huellas de sus delitos. Depende de la fiscalía y de los jueces de la República que la impunidad no cobije también este hecho. Ya verá Uribe si, ante los hechos cumplidos, agacha la cabeza, embolata las cosas, o toma el toro por los cuernos. Por ahora, el balón está en el campo de la fiscalía.
Janet:
Lo que dice es cierto y lo está comprobando el gobierno. El remedio de combatir a la guerrilla con fuerzas paramilitares, resultó peor que la enfermedad. Matanzas, narcotráfico, terrorismo, secuestros, son las secuelas y ahora el abierto enfrentamiento con el gobierno que los protegió.
Rana:
La afirmación es muy tajante, y no la comparto. El paramilitarismo no ha sido una política de Estado. Ha sido prohijado por sectores del gobierno de turno (apenas una parte del Estado) y por sectores de las FFMM, pero ramas del Estado como la Jurisdiccional, ha sufrido la acción criminal de estos delincuentes. Valerosos jueces y fiscales han dado su vida. Hoy la fiscalía se enfrenta al espíritu de cuerpo militar para castigar el genocidio de Jamundí. Congresistas de varias vertientes políticas han denunciado, han sacado avante leyes, han sido sacrificados por enfrentarse a estas tenebrosas fuerzas.
No podemos hablar de que el alcalde de Bogotá (que hace parte del Estado) sea o prohije el paramilitarismo. Tampoco Sergio Fajardo, alcalde de Medellín o Angelino Garzón gobernador del Valle, y tantos otros que tercamente insisten en defender las instituciones, como el gobernador de Nariño, para sólo citar unos ejemplos.
Por unos cuantos, no podemos juzgar a todo el Estado. Por fortuna, hay muchos funcionarios honestos, así al frente del Gobierno esté un personaje ambiguo, difuso, con quien no se sabe a ciencia cierta si se puede contar en esta nueva guerra que se abre camino.
jueves 8 de junio de 2006, 11:21 COT
Tal vez ReUribe se atreva a hacer algo, especialmente ahora que el Congreso gringo acaba de congelar US$30 millones de ayuda del Plan Colombia (por la plata baila el mono…). Como anillo al dedo ahora que va para allá a felicitar a Bush por lo de Al Zarqaui…
Ala, cómo se pasa el tiempo. Hace ya un año de esto. Virgen Santísima…
viernes 9 de junio de 2006, 18:00 COT
Julián:
Tienes razón. Hay presiones internacionales, no sólo de sectores del Congreso norteamericano, sino también de la Unión Europea. Los hechos dirán si quiere coger el toro por los cuernos o se para enfrente de él para que lo corneé. No hay muchas opciones.
sbado 10 de junio de 2006, 00:07 COT
Sr Masares, de dónde sus fuentes? de dónde todos esos datos acerca de los paracos?.
En toda desmovilización ocurre lo mismo, lo que pasó con el EPL y El M-19, por ahí quedaron reductos.
Según lo que planteas Masares, De los paramilitares reinsertados, hay más en la vida legal, o hay más que volvieron a la ilegalidad?
La justicia panal militar debería ser suprimida, por corrupta y benévola
domingo 11 de junio de 2006, 00:40 COT
Definitivamente mientras el narcotrafico siga infiltrando todos los estamentos del Estado va a ser muy dificil que culquiera que se monte en el potro (Uribe, Gaviria, Mockus, Serpa? o quien prometió “parar” la guerra en 6 meses) logre controlar los dineros que se manejan más alla de la puerta del despacho presidencial, o aún en su interior. Los errores (o mejor horrores) militares, las masacres paramilitares, los ajusticiamientos guerrilleros, etc. se seguirán presentando para acabar con cualquiera que no se deje comprar o que intente acabar con un negocio de tantos millones.
Es necesrio depurar de arriba hacia abajo y no al contrario, como se viene tratando de hacer.
domingo 11 de junio de 2006, 12:04 COT
Camilo
Mis “fuentes” son las de todos nosotros. Las denuncias de los medios colombianos y extranjeros, las de la ONU, las de la Procuraduría y la Fiscalía, las de AI, y de personas que viven en los barrios Manrique y Castilla en Medellín y Cartago en el Valle, y las de las ONGs de todo tipo.
Calígula:
De acuerdo. Si la cabeza es corrupta, qué se puede esperar de lo demás. Aunque, de todas formas, el cambio hay que llevarlo a cabo en todos lados y hacia todas las direcciones.