[Especial de navidad 2009] España: Felices navidades negras
Especial Navidad 2009Por Huésped
lunes 21 de diciembre de 2009 22:02 COT
En esta sociedad tan competitiva, al jubilarse, uno se convierte en un proscrito social y, de ser alguien respetado, se transforma en una persona invisible hasta para quienes ayer le adulaban. Por eso, jubilado y con la jodida crisis económica aplastándonos, éste será el primero que celebre las fiestas sin recibir ninguna cesta de Navidad.
La cesta navideña es una canasta de mimbre con la que amigos, socios, pacientes o patrones agradecidos te envían a casa un obsequio consistente en dulces, embutidos y licores propios de estos días. A mayor gratitud, así aumentan la cantidad y calidad del contenido. A mayor prestigio o poder del destinatario, más numerosas son las cestas que recibe. La llegada de estos regalos es el heraldo que anuncia la Navidad, sobre todo en casa de políticos corruptos y empresarios ladrones. Lamentablemente, este año no habrá cesta alguna ni para mí ni para los cinco millones de españoles desempleados.
Foto: Maris Blanco
Sin embargo, el Ayuntamiento de Madrid vela por los parados y los que no recibimos cesta, y, sabiendo que nuestro único recurso festivo será el ocioso vagabundeo callejero, ha decidido regalarnos alegría en forma de luces de colorinchis. Ocho millones de bombillitas iluminarán la tristeza de mis putos paseos urbanitas mientras maldigo al alcalde que despilfarra y contamina.
Porque, hasta hace un par de años, estos días me lanzaba a la calle como desesperado. Antes de la recesión económica, cuando España era todavía un país de nuevos ricos ilusos que creíamos infinito el maná del euro, compraba compulsivamente todo lo innecesario para las celebraciones navideñas, adquiría los más irrazonables regalos y adornos para el Nacimiento sin pensar que mi patria bailaba sobre un despeñadero financiero.
Consciente ahora de nuestra ruina moral y económica escapo de los reproches de mi ex pareja, hoy propietaria del que fue domicilio conyugal y de una jugosa pensión alimenticia, y de unos hijos, voraces consumidores que, desdeñosos de afecto y hambrientos de efectivo, únicamente me telefonean en Navidad para pedir pasta.
Buscando calor para el alma acudo a restregar mi frustración contra una amante tan desesperada y falsamente alegre como yo, o visito al último amigo fiel que aún conserva su empleo para que me invite a unos tragos navideños. Cualquier distracción, siempre gratuita, que sirva para olvidar el desánimo propio y el del país. Y es que, donde no hay harina, todo es mohína.
Una vez que la amante y el amigo me abandonan, disfrazando de ineludibles compromisos su evidente desinterés en acompañar a un perdedor, queda uno inerme ante los escaparates que ya anuncian las REBAJAS en el centro de la ciudad. Cada año unos pocos días antes. Una semanita arañada al bolsillo de los consumidores que no entienden porqué ayer nos robaban un 50% más por el mismo artículo. Harto de chupar vitrinas, eludiendo atascos en el Metro, sorteando los reclamos de prostitutas y camellos y esquivando a los carteristas con indignada experiencia, llego a la Plaza Mayor.
Recorro aburrido el tradicional mercado navideño que sirve para que los madrileños compren poco y miren mucho, las turistas se dejen seducir los nativos, los niñatos se emborrachen haciendo botellón y las preadolescentes apalabren su desvirgamiento con algún zangolotino repetidor. Pero 130 puestos de megacaloríficos dulces de convento, pasando por abetos, adornos, figuritas de belén made in China y objetos de broma para el día de los Santos Inocentes, fatigan pronto a quien no tiene un euraco que invertir en droga dura navideña.
Atravieso la Puerta del Sol y, allí, me aguarda el demonio para tentarme. No tiene cuernos, ni rabo, ni huele a azufre; tiene forma de señora gorda, muy abrigada y con mogollón de números de la Lotería Nacional colgados del cuello. “Pruébala”, dijo la cabrona de la serpiente a Adán y Eva. “¿Y si toca aquí el Premio Gordo?”, escupe una de las viejas mirándome a los ojos. Imposible ignorar este aviso del más allá. Compro un décimo y me marcho sabiendo que en los próximos quince días no podré tomar café, pero me llevo la ilusión calentándome el bolsillo. Pasaré sólo y triste las Navidades pero, quizás, ya sea millonario.
Me alejo hacia mi apartamento vacío y desordenado, a sentarme ante una tele arcaica, mientras comienza a caer la niebla, sube el frío y me agobian las cláxones de los coches. Feliz Navidad, me digo, aún no has comenzado y ya estoy hastiado. Y, de pronto, recuerdo el revólver cargado que guardo en la librería. Quizás sea la mejor solución. Sí, definitivamente. Voy a empeñarlo.
*El autor es periodista, reportero gráfico y escritor, nacido en Bilbao. Fue ganador del Premio Nacional de Periodismo de España en 1984.
viernes 25 de diciembre de 2009, 09:50 COT
Hola Alfredo,
Toda una joya literaria este cuadro universal de la Navidad, muchas gracias por compartirlo en equinoXio. Qué humor tan exquisito, además de los guiños de placer con las imágenes seleccionadas. Acabo de visitar su sitio en Internet y me voy a la búsqueda de sus novelas, me declaro miembro de su fan club. Hoy amanecí con sed de literatura y he quedado más que satisfecho, enhorabuena!
Saludos y feliz año nuevo,
Daniel
sbado 2 de enero de 2010, 21:47 COT
He terminado de leerte con una sonrisa en los labios. Has dado a conocer realidades en ese Madrid de la añoranza y sueños de muchos que ahora no es tan solvente.
Espero que la hayas terminado de pasar muy bien y te deseo un 2010 colmado de las mejores energías cósmicas donde la sabiduría, la riqueza, la salud, el amor y la felicidad estén contigo y con tu entorno.
¡Un abrazo y un beso apreciado Alfredo!
lunes 8 de febrero de 2010, 01:26 COT
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