[Especial de navidad 2009] Colombia: Ontología de la navidad criolla
Especial Navidad 2009Por Tomáz
mircoles 23 de diciembre de 2009 21:55 COT
Poco o nada nuevo se puede escribir en nuestros días sobre la navidad. Ya infinidad de escritores de todos los colores, creencias, no creencias y posiciones han expresado sus visiones frente al tema; y si el cubismo puede trasladarse al mundo de la opinión, la navidad se encuentra ya retratada desde casi todas las perspectivas de donde se puede ver.
Vale la pena, sin embargo, hacer una ligera caracterización que permita a los estudiosos de la navidad, los extranjeros y los extraterrestres —si es que toman vacaciones también por estos días— comprender cómo afecta esta época del año a los habitantes de la tan abonada tierra colombiana. Ubicaremos nuestra mirada entonces sobre la verrugosa geografía antioqueña, donde habitan colombianos particularmente susceptibles de ser descritos para nuestros fines, gracias al terrible y profundo arraigo que han desarrollado con el tiempo a sus costumbres reaccionarias e invariables, que a menudo se ven personificadas en su hijo pródigo: Álvaro Uribe (de quien, para pesar de muchos, nos abstendremos de hablar en esta ocasión).
La navidad, pues, comienza en los últimos días de octubre, cuando las estaciones de radio y la industria del licor renuevan una histórica alianza estratégica consistente en un bombardeo musical que reúne a las familias, vecinos y amigos para sentarse en torno a un sancocho a bailar y embriagarse hasta el amanecer. También se puede rastrear el inicio de esta temporada cuando las personas dicen amargamente (más por costumbre que por criterio) la frase: “vea Fulano, ya empezaron las emisoras con la música parrandera… es que este año se fue volando y no se hizo nada”.
A mediados de noviembre las señoras más excitadas con el espíritu navideño convocan a toda la familia en la sala de su casa, y a pesar de que todos saben para qué, nadie lo pregunta. Aparece una temida caja donde se guardan añejos adornos navideños heredados de generaciones pasadas y conseguidos con el tiempo por la familia: ovejas, ángeles desnudos con trompetas, flores, moños aplastados, cosas brillantes, cables llenos de pequeños bombillos que no encienden porque uno de ellos está quemado —y hay que descubrir cuál es— y, así mismo, todo tipo de artilugios con el deformado rostro de Papá Noel. Una vez revisados y desparramados por toda la casa, se debe proceder poniéndolos en cada rincón y superficie que lo permita, bajo las estrictas normas del diseño de interiores amateur.
Las ciencias exactas también se han interesado por el estudio de la navidad en Colombia. Recientemente, el Doctor Fabio Ordóñez, reconocido químico y presidente de la Asociación de Químicos Interdisciplinarios de Colombia —AQUICO— realizó un interesante descubrimiento: logró demostrar que en los barrios el vecino que primero pone la decoración navideña en su casa funciona como un ‘catalizador navideño’, pues las demás familias de la cuadra tomarán esta decoración como el punto cero para hacer una mejor y más bonita, generando así una reacción en cadena que a menudo desemboca en consecuencias temiblemente extravagantes. El ministerio de defensa está financiando estos estudios con vivo interés, pues se rumora que se puede producir una bomba a partir de este principio. Quedan avisados los países suramericanos de los penumbrosos intereses del gobierno colombiano en materia militar.
Diciembre, aunque a muchos nos cuesta admitirlo, tiene su magia. No hay otro mes del año en que uno permanezca embriagado y que el alcohol se consiga tan fácil y gratis. Sin embargo, es también el mes más perjudicado por el terrorismo en su faceta más horrible, vulgar e inhumana: los padres de familia torturan psicológicamente a sus hijos recordándoles todos sus errores a lo largo del año, así como la inevitable consecuencia de ellos: “el niño Jesús no traerá regalos este año a los niños que se portan mal”. Cuentan fuentes de confianza asistentes a las iglesias que los primeros días de este mes las filas frente a los confesionarios son abrumadoras, semejantes a las que se hacen a lo largo del año en todas las sedes de los organismos del estado.
El arrepentimiento no es suficiente purgatorio para las inocentes travesuras infantiles: el concejo de abuelas del barrio (órgano encargado de vender empanadas en la iglesia y administrar la natillera comunitaria) acostumbra organizar un tortuoso ritual conocido como “novena”, al que deben asistir todos los niños de la cuadra. Lo único que, aparte de los regalos, puede motivar la asistencia de los pequeños, es la magnífica oportunidad de cantar los villancicos haciendo una discorde orquesta, armada de instrumentos musicales improvisados con los pedazos de los juguetes del año anterior.
Y así pasa diciembre, hasta que en su último día el alcohol alimenta un melancólico cargo de conciencia en el bolsillo de las familias. Entre agüeros y lágrimas, todas juran que el año venidero será diferente: lleno de sobriedad, dedicación y crecimiento personal; entonces las parejas se abrazan y algunas prolongan el orgasmo hasta las doce de la noche. Pero el primero de enero un alka-seltzer borra de la memoria todas las promesas y nuevamente el sancocho hace su aparición como institución revitalizadora de los perjuicios de la resaca. Los que no se embriagaron demasiado intentarán en vano cumplir sus propósitos durante los tres o cuatro primeros días del año, hasta que la voluntad los hace ingeniar alguna excusa para seguir siendo los mismos de siempre.
La navidad comienza a apagarse, así como los miles de bombillos de colores; y aproximadamente el seis de enero las deudas encadenan nuevamente a los colombianos a su rutina. Todos los que han aprovechado las vacaciones para viajar a otro lugar del país aprontan su arribo a casa con el fin de evitar la congestión vehicular de los últimos días del mes, el problema en este caso es que todos se ponen de acuerdo para salir el mismo día.
A mediados de enero las señoras, con cierta nostalgia, convocan de nuevo a la familia en la sala de la casa, y a pesar de que todos saben para qué, nadie lo pregunta. Reaparece la temible caja y ahora el objetivo es devolver todos los adornos navideños a la misma, para guardarla debajo de una cama o sobre un clóset (vale apuntar aquí que en las casas colombianas no existe el sótano o el desván y, si existen, allí duerme el perro o el hijo mayor), y encerrada en esta caja permanece la navidad hasta el año próximo.
Finalmente aprovecho la oportunidad para enviarle un cordial mensaje a Alonso Salazar, alcalde de Medellín: aunque la decoración de la ciudad logró —sin intención— combatir el desaseo de los harapientos habitantes de la avenida regional, faltó iluminar algunas partes de la ciudad. Especialmente las universidades, los hospitales y los barrios populares, que siguen oscurecidos por el olvido en que se les tiene en el momento de repartir el presupuesto municipal. A nombre de todos, pues, le ruego que nos tenga en cuenta para el aguinaldo del próximo año, pues ya nos contaron quién es en realidad el niño Jesús.
*El autor es colaborador habitual de equinoXio y tiene su propio blog
mircoles 23 de diciembre de 2009, 22:50 COT
Hola apreciado Tomáz:
Me da gusto leer la navidad desde tu óptica análita y realista. Es cierto que la navidad tiene una buena sonrisa en el rostro de muchos pero también el lado amargo de muchísimos que, sin proponerselo están en las “penumbras” decembrinas.
Gozo con esa frase sobre Amateur pero también con la sencillez de tu palabra a buen ritmo paisa para darle a conocer al mundo nuestra Colombia desde un ángulo que vale la pena analizar.
Tomáz: Un abrazo con especial afecto.
jueves 24 de diciembre de 2009, 10:34 COT
Gracias Lully, es cierto lo que usted dice y comparto su opinión en que faltó evidenciar más esa parte en el post. Afortunadamente Blueandtanit se encargó de esa parte en su escrito.
Le envío también un abrazo y le deseo unas felices fiestas.
jueves 24 de diciembre de 2009, 12:12 COT
señor Tomáz, le cuento que yo no conocía de aquella asociación de químicos ni de tal investigación, le pido que me envíe el link de la base de datos en la cual se encuentra tal publicación científica tan interesante sobre cinética y catalizadores.
comparto totalmente el último párrafo en especial, aunque en mis fotos de flickr, que esta invitado a verlas, creo enender el motivo de ese abandono: el espíritu navideño es mayor en la periferia, y los vecinos, aún muy pobres, se unen para iluminar la cuadra ó llenarla de plásticos de colores, árboles de reciclaje… Yo opino que esos alumbrados son mejores -y más baratos- que los frívolos alumbrados de EPM.
Yo recuerdo que en mi niñez aplastábamos tapas de metal con una piedra, con un clavo les hacíamos un agujero en la mitad y por allí pasaba un alambre, ese instrumento musical era el predilecto de las novenas.
Feliz navidad señor tomáz, independientemente de su creencia religiosa, le deseo que la pase en comañía de las personas que lo quieren y que usted quiere (Por ejemplo, yo).
Besos.
jueves 24 de diciembre de 2009, 14:11 COT
Genial, la forma en la que describes la navidad….. sabes algo, tal y como me lo describes me parece que se asemeja más… se pasa muy rápido, que bueno!!!! Saludos!
jueves 24 de diciembre de 2009, 14:11 COT
PD: El enlace de la imagen, esta roto….
viernes 25 de diciembre de 2009, 09:43 COT
Hola Tomáz,
Genial este retrato, como puede ver ni equinoXio se salvó del efecto químico estudiado por el Doctor Fabio Ordóñez (futuro premio Nobel de Química, sin duda alguna) cuyo epicentro adivine en dónde fue… Otros efectos químicos no mencionados son la abundancia de melosería, la propagación de caritas dulces de vírgenes-yo-sí-soy-buena y el exacerbado sentimiento de que todos debemos sentirnos felices en Navidad. Con razón tanta gente acude al alcohol en esta época, precisamente para olvidar. Gracias por la frescura de este retrato.
domingo 27 de diciembre de 2009, 16:24 COT
[…] las 1.226 riñas, 1.000 se registraron en Medellín. Al análisis escrito por Tomáz en equinoXio, habría que agregarle entonces la necesidad urgente de promover la "Navidad […]
martes 29 de diciembre de 2009, 17:39 COT
La temible caja, pensaba que era el unico que la veia asi y sumele la obligacion de preparar la natilla donde todos tienen que ayudar asi sea batiendola de a minuto.
Eso si, no hay mes donde se beba mas que en Diciembre, asi que la alianza licoreras, cervecerias y emisoras funciona.
sbado 9 de enero de 2010, 12:02 COT
[…] de estiércol hemos escrito Blueandtanit y Yo, los artículos “Post navideño” y “Ontología de la navidad criolla“, […]