Escapándose de vivir
Artículo destacadoPor Thilo Hanisch Luque
lunes 3 de septiembre de 2007 8:00 COT
Hace ya unos catorce años, padecí de unos terribles calambres musculares en el abdomen por unos tres días. La razón no fue gimnasio ni ejercicio alguno. Tampoco padezco de hernias abdominales –al menos que yo sepa-, ni de patología gastrointestinal alguna asociada a dicho evento. La única hipótesis plausible era que días atrás había asistido a una obra de teatro llamada Taxi, protagonizada –entre otros grandes actores– por Diego Álvarez. Este actor haciendo de “loca” me hizo reír tanto, que se me cortó la respiración varias veces ese día –como si tuviera asma-, y mis músculos abdominales se contraían con tal violencia, que era como si hubiera hecho horas de flexiones abdominales una semana de seguido. Fue la última obra de teatro de este magnífico actor. Según la prensa, al parecer Álvarez se lanzó desde la ventana de su apartamento a principios de 1993, porque había perdido las ganas de vivir, por razones que a la postre sólo él mismo sabría valorar en su verdadera dimensión. Digo al parecer, porque alguna vez escuché también que se investigaba la hipótesis de un asesinato, que según entiendo, fue descartada. Pero más allá de toda motivación personal, este es un tema que siempre me ha impresionado y conmovido, como de seguro también a muchos de mis lectores.
El suicidio es un tema bien jodido. Las motivaciones de quienes deciden quitarse la vida son tan diversas como los seres humanos mismos. En algunos casos las causas para tomar tal decisión son menos claras que en otros. Alguna vez escuché por ejemplo que durante el período de la conquista, algunos grupos de indígenas preferían suicidarse en masa, que subordinarse al nuevo poder, y perder así su cultura y costumbres -por decir lo menos-. También me relataron el acto de suicidio heroico de Antonio Ricaurte -un prócer de la Independencia de Colombia y capitán neogranadino-, quien al verse asediado por tropas realistas, prefirió prenderle fuego a la pólvora de la casona donde se hallaba en ese momento, y la hizo volar pereciendo él y quienes le acompañaban en su lucha. Al parecer tal maniobra fue aprovechada por el Libertador Simón Bolívar, quien se hallaba cerca del lugar, para lanzar un contraataque, y con el cual reconquistó un lugar estratégico dentro del campo de batalla. También son famosas las leyendas de los Samuráis japoneses quienes se quitaban la vida ellos mismos –harakiri– para recobrar el honor después de perder una batalla. Más controvertidos aún –en este contexto– los kamikazes de la misma nacionalidad, o sea los aviadores japoneses de la Segunda Guerra Mundial que estrellaban sus aviones contra los acorazados norteamericanos, convirtiéndose a si mismos en los primeros misiles humanos contemporáneos, todo por la gloria del Imperio del Sol. Por supuesto están también los aberrantes y siniestros atentados terroristas suicidas –muchas veces con niños adoctrinados-, con la promesa de obtener a posteriori un lugar fijo en el cielo, dotado de cincuenta mujeres vírgenes a la entera disposición del atacante suicida. Y el suicidio asistido por una devastadora enfermedad terminal por ejemplo, cuyos alcances éticos y humanísticos escapan al objetivo de este artículo.
Además no me quiero desviar demasiado del tema. El suicidio al que me referiré hoy es más contemporáneo, y más ligado a causas existenciales internas del individuo, y no tanto externas. Se trata del suicidio del ciudadano común y corriente, sin motivos extraordinarios para querer morir, y que generalmente está ligado a causas más personales. Individuos como Diego Álvarez, que uno presupone exitosos y afortunados, y que uno nunca sospecharía que desean la muerte, para escapar de la vida. Individuos en cuyas vidas se da un complejo desencadenamiento de muchos factores desfavorables a la vez. Por ejemplo el caso de un drogadicto que pierde todo su entorno social, económico y familiar por el vicio. Aunque la droga sería el factor principal, sin duda alguna una persona que cae en la adicción, primero padece una serie de etapas decisivas antes del momento final. Puede empezar por perder el empleo, después quizás el apoyo familiar, y se queda solo. Y entonces sobreviene alguna percepción sobre lo inútil y grotesca que le resulta su propia existencia, agravada por la necesidad de satisfacer su dependencia, so pena de morir.
Pero no hay que ser adicto a las drogas para suicidarse. Están también las mujeres y hombres obsesionados compulsivamente con su apariencia física. La anorexia o la bulimia por ejemplo, que de hecho pueden desencadenar en dos tipos de suicidio, el lento, en el que la persona se consume por falta crónica de nutrición, o el agudo, donde le resulta insoportable su insatisfacción con su físico y se quita la vida de una forma más inmediata, quizás cortándose las venas, por ejemplo. Hasta en los Juegos Olímpicos se han suicidado los deportistas, cuando se descubre que estaban haciendo trampa por doping. No lograr las marcas y metas impuestas por la sociedad o por ellos mismos, puede ser causa de suicidio. También están los casos de los soldados que no aguantan ni la rutina ni la disciplina militar. Peor aún si hay maltrato por parte de un superior o sus compañeros de armas. Este es un problema internacional, aunque últimamente los medios han destacado varios casos lamentables sucedidos en Colombia. Algunas veces la sensación de aislamiento y de no encajar con el resto del mundo los llevará incluso a matar a otros, antes de matarse a si mismos. Y esto mismo exactamente, ocurre con los casos de los estudiantes norteamericanos que se llevan el revólver del papá al colegio o a la universidad, para ajustar cuentas con sus enemigos –generalmente otros estudiantes y profesores, o la ex novia-, antes de hacerlo con ellos mismos.
La verdad no tenía planeado este tema el día de hoy. Vivo en negación cuasi permanente de los problemas, y si escucho cosas negativas de la realidad nacional o internacional, o de algún amigo o familiar, trato al máximo de activar mis filtros o coladeras mentales para pensar en lo bueno, y no tanto en lo malo. Un mecanismo de defensa, supongo yo. Pero esta mañana leí en la Revista Semana un importante artículo titulado Acosado sin salida. Trata del suicidio de un joven ejecutivo de una multinacional, que según el testimonio de sus familiares y amigos más cercanos, no aguantó el acoso laboral de su jefe, y decidió quitarse la vida. La familia piensa llevar el caso ante los tribunales, e inculpar al jefe del occiso penalmente por su muerte. Probablemente no tengan éxito, pues según la misma revista, este no es un caso aislado, sino que ya se ha presentado con anterioridad no sólo en Colombia, sino en el mundo entero, sin que se lograra establecer una penalidad en el sentido jurídico de jefe alguno con el suicidio de sus empleados, por muy cínico que este jefe fuera. Y es que al leerlo me acordé de varios casos de suicidas, pero especialmente de uno. Se trataba de un niño de unos 13 años que perdió el año escolar. Yo conocí a su familia, y era completamente normal hasta donde me consta. No había familia disfuncional, ni maltrato, ni antecedente clínico alguno que hiciera sospechar este fatal desenlace. Probablemente el niño manifestó síntomas de depresión previos, pero nunca lo sabremos. La primera y última vez que yo lo vi, fue para dictaminar su muerte clínica. Mi colega de año rural efectuó la necropsia, legalmente exigida para poder elaborar el certificado de defunción, cuando se trata de una muerte violenta. Aunque ya todos sabíamos que se había colgado de la rama de un árbol.
Pero más allá de las dudas jurídicas, está la duda humana. Cuando una persona decide quitarse la vida, generalmente se lleva consigo pedacitos de alma de sus seres queridos. Más importantemente, deja el consabido sentimiento de culpa entre quienes le sobreviven. Algunos más ajenos al caso, quizás dicten “sentencia moral anticipada”, señalando que un suicida es un cobarde, o un disidente de la lucha existencial, una persona falto de carácter, o algo así. También he escuchado opiniones según las cuales “hay que ser un berraco para atreverse a algo así”. Personalmente me parece fútil juzgar al suicida –peor aún moralmente-, en un caso de éstos. Pero también me parece estúpido pensar en el suicidio como una especie de prueba de berraquerra. Me parecen inhumanas e inútiles tales apreciaciones, aunque respeto las opiniones divergentes en ese sentido. Lo cierto es que según los testimonios de la esposa del ejecutivo suicida, el trabajaba a deshoras por exigencias de su lugar de trabajo, y no dormía bien por el estrés de perder su empleo, y por ende el sustento económico de su esposa y sus dos hijas. Para los que no lo sepan, la deprivación del sueño –no dormir bien, o no dormir en absoluto– puede ser tanto o más grave que cualquier adicción a una droga, o antecedente de depresión u otros trastornos mentales. Y el ambiente ejecutivo puede ser mucho más estresante que una batalla del siglo XIX en el mismísimo Pantano de Vargas entre realistas y neogranadinos. Es un mal de nuestra era. Y si el jefe de este señor tiene así sea el más mínimo sentido de escrúpulos humanos –más allá de que sea culpable o no, pues como cualquier ser humano tiene derecho a la presunción de inocencia-, también debe estar preguntándose a sí mismo qué hizo mal, o cómo podría haber ayudado a evitar esta tragedia. Entonces, sin ánimo de juzgar este caso en particular –pues habría que conocer la otra versión y muchos otros datos relevantes-, haré una breve síntesis muy general de cómo son las personas en riesgo de suicidio, para poner un insignificante grano de arena, con la intención de ayudar a prevenir estas tristes muertes.
La escala Sad Persons
De antemano, ante cualquier sospecha de riesgo suicida, este artículo no es una guía de “hágalo usted mismo”. Este es un tema de extrema seriedad y gravedad, y siempre debe acudirse a un médico especialista en psiquiatría, ante la menor sospecha. No interesa si esta sospecha se refiere a usted mismo, o a una persona cercana a usted. equinoXio y el autor de esta columna no son, desde luego, ni guía de tratamiento ni de referencia médica alguna. Su fin es informativo, única- y exclusivamente. Cualquier duda –por pequeña que sea-, deberá ser consultada directamente con un profesional de la salud, y no en esta columna, pues no sería ni ético, ni efectivo, ni legal, dar consejerías específicas a través de este medio. Por lo que de antemano advierto que no contestaré consulta médica alguna. Hecha la salvedad, la escala SAD PERSONS fue diseñada por algunos servicios de atención de urgencias médicas norteamericanos, para detectar, clasificar y prevenir posibles casos de suicidio con más efectividad. Esta escala básicamente maneja factores de riesgo para que se produzca el evento del suicidio. Así como el colesterol alto –de baja densidad– en la sangre o el hábito de fumar cigarrillo por ejemplo, son factores de riesgo para los infartos de miocardio, también existen ese tipo de antecedentes clínicos para algunas de las urgencias psiquiátricas más comunes. Un antecedente obvio, y factor de riesgo para el suicidio, sería una persona que habla de suicidarse. Así de sencillo. Con mayor razón también lo sería una persona que ya lo ha intentado en el pasado.
Pero ante todo esta es una herramienta, que puede servir o no, según el caso. Como tal hay que entenderla, o saber cómo fue concebida, en otras palabras. Existen antecedentes demográficos y clínicos –estadísticas locales– que es importante tener en cuenta. Las mujeres por ejemplo intentan más el suicidio, pero hay más hombres que logran morir efectivamente como producto de su intento. En parte ello se debe a que los hombres son más inclinados a usar métodos mucho más efectivos, como un arma de fuego, o ahorcarse. La mayoría de las mujeres –no todas, por supuesto, quizás prefieren envenenarse tomando pastillas, o cortarse las venas. Pero si estas últimas son detectadas a tiempo, a veces no llegan a un shock hemorrágico irreversible –o son desintoxicadas- y se salvan. Pero un tiro en la cabeza o dentro de la boca suele ser fatal todas las veces. Por supuesto, estos son datos estadísticos. En realidad pueden haber tantos métodos en un género como en el otro. De todas maneras según un estudio colombiano del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de 1996, de 1613 muertes por suicidio, 79% eran de hombres. El 35% de todas las muertes correspondía a jóvenes entre los 15 y 24 años. El 41% utilizó un arma de fuego, el 29% la intoxicación. Según el informe de la Alcaldía Mayor de Bogotá para las muertes por homicidio –el suicido se incluye en dicha estadística-, en el 2006 la tasa de suicidios habría bajado a menos de la mitad en la capital con respecto a 1996. Sin embargo ese informe fue muy cuestionado en el ámbito político –más que todo por los homicidios causados por terceros-, y no es representativo del país. De hecho en el 2005 hubo 1776 muertes por suicidio a nivel nacional, 149 mensuales.
Otros factores menos obvios, pero que hay que sospechar siempre e indagar, son el abuso sexual, el maltrato físico y/o psicológico, el entorno familiar –¿familia disfuncional?-, relaciones afectivas y de pareja –¿separación, engaño amoroso?-, la muerte de un ser querido, antecedentes de depresión, antecedentes de drogadicción, enfermedades mentales, enfermedades terminales, etc. Como lo decía al principio, las causas del suicidio son tan diversas como lo son los seres humanos, y por ende presento esta escala llamada “Sad persons” (en inglés: personas tristes) a modo de información e ilustración. Como fue concebida originalmente en inglés, algunas siglas no corresponderían en el idioma español. Si quieren profundizar en el tema de los factores de riesgo recomiendo el artículo del psiquiatra colombiano Luis Alberto Rodríguez, titulado Observando a través de la muerte.
Nótese que anexo la tabla para que los lectores se hagan una idea. Pero hay que tener criterio clínico y experiencia como médico para usarla. Por ejemplo, supongamos que tras la evaluación la escala detectara sólo un criterio positivo, digamos el de intentos previos. Eso daría tan sólo un punto. Un médico muy cansado o poco concentrado quizás mandaría al paciente a la casa con la recomendación de que haga una cita con un psiquiatra por consulta externa. Pero si el intento previo fue hace cinco minutos, no da lo mismo que si hubiera sido hace dos años. En ese caso sería indispensable que hubiere una evaluación psiquiátrica de inmediato, y probablemente evaluar el riesgo de que se repita el intento, antes de darle salida al paciente. Otro ejemplo: supongamos que el paciente abusa del alcohol u otras sustancias. Quizás está alucinando porque acaba de fumar marihuana. Según la escala no obtendría más de tres puntos. Pero obviamente hay que hospitalizarlo, no sólo por riesgo suicida, sino por su estado mental y la intoxicación. Si el paciente es conocido en la institución, y tiene un buen soporte de familiares que viven con él, eso también favorece positivamente sus chances de no cometer suicidio. Sin embargo vean el caso del ejecutivo nuevamente. Se suicidó en su casa con su familia, sin dar claros indicios de lo que haría. Cada caso por ende se valora de forma individual, y son muchísimos los aspectos a tener en cuenta. Y por supuesto, no existe un criterio infalible. Si lo hubiere, no habría tanto muerto por esta causa. El gran mensaje final es que es preferible pecar por exceso de sospecha, que por déficit. También debo anotar que habría que añadir al menos un criterio más, como abuso de drogas. Podría incluirse en el de etanol. Pero personalmente pienso que la adicción a dos o más sustancias simultáneamente es aún más grave que una sola. Si me pusiera a dialogar con otros colegas, sin duda alguna las críticas positivas y negativas a este tipo de clasificaciones abundarían, todas ellas con amplio criterio constructivo.
Ojo con los niños
Decíamos anteriormente que en el 2005 se presentaron unos 149 suicidios mensuales a nivel nacional. Ahora bien, de esos 149, 12 suicidas son niños de entre siete y quince años, y con el factor de riesgo mayor de la depresión como antecedente más relevante en estos casos, según un reportaje del periódico El Tiempo. De hecho otra nota, pero del portal web de Caracol Radio, confirmaba esta información y agregaba lo siguiente: “Máximo Alberto Duque [Director de Medicina Legal en esa época] explicó que no es un fenómeno extraño, ya que las depresiones infantiles entre los siete y quince años son frecuentes, ocasionando la fatal decisión de acabar con sus vidas. (..) El suicidio en menores de edad se da porque los niños viven los fracasos de forma más grave de lo que realmente es, sin encontrar vías alternativas de solución. Tienen más variaciones en el concepto de la muerte; piensan más en ella como un fenómeno reversible; viven el fracaso escolar como un fenómeno sin solución”.
La escala SAD PERSONS fue concebida para adultos, por lo que en este caso, es mejor observar otros “signos de alarma”, sobre todo cuando se trata de niños o adolescentes. Signos y síntomas tales como:
- IRRITABILIDAD: Cambios del humor repentinos, o un niño triste con demasiada frecuencia, que llora con facilidad, o es incapaz de encontrar placer en cosas que antes si disfrutaba. Puede tratarse de una caricia, una comida o un juego, etc.
- ESTADO FÍSICO: Sin motivos aparentes, ni explicación lógica, el niño vive cansado a toda hora, y sin motivo aparente –obviamente hay que tener en cuenta el nivel de actividad normal de ese niño en particular-.
- ESTADO MENTAL: El niño manifiesta cambios en su forma de pensar o comprender los problemas cotidianos, que son una distorsión de la realidad. También puede manifestarse como un déficit en su capacidad para poner atención, y que no existía previamente.
- OTRAS ANOMALÍAS: Como la alteración en los hábitos del sueño, del apetito, sintomatologías que no tengan una causa médica ni fisiológica aparente, como por ejemplo dolores de todo tipo, vómito, enuresis (que se orina en la cama mucho tiempo después de que ya había aprendido a controlar los esfínteres), etc.
Una última reflexión
Alguna vez leí –lo siento, no me acuerdo bien dónde– que la mayoría de suicidios asociados a estados depresivos se daban en la fase de recuperación, y no de recaída, como tendería uno a pensar. Por supuesto, puede ser en cualquier momento. Pero mientras no se esté seguro de que los seres queridos que padecen de trastornos afectivos están plenamente recuperados, es mejor no dejarlos solos. Mejor aún, pensemos mejor las consecuencias de nuestros actos, incluyendo lo que decimos y hacemos, tanto en el hogar como en el trabajo. Procuremos que nuestros hijos reales o del futuro ni sean víctimas ni victimarios, y que el rendimiento escolar, académico, estético, deportivo o económico, o de cualquier otro tipo, no se imponga a las más mínimas normas de convivencia y tolerancia. De seguro no sólo habría menos suicidios y homicidios, sino también un mundo por el que incuestionablemente valdría la pena vivir por siempre. Y claro, hay que esperar el segundo viento, como en la canción del video de Billy Joel que sigue a continuación. Lo crean o no, algo tan sencillo como que le digan a una persona afligida "Fresco, todos la embarramos. Siga adelante", puede salvar más vidas que un sedante mal colocado, a media noche, y en un congestionado y caótico servicio de urgencias médicas. Gracias por escucharme.
Dedicado a todos los que lo han padecido, de una forma u otra.
lunes 3 de septiembre de 2007, 09:49 COT
Thilo,
Usted dice: “Por ejemplo el caso de un drogadicto que pierde todo su entorno social, económico y familiar por el vicio. Aunque la droga sería el factor principal, sin duda alguna una persona que cae en la adicción, primero padece una serie de etapas decisivas antes del momento final. Puede empezar por perder el empleo, después quizás el apoyo familiar, y se queda solo. Y entonces sobreviene alguna percepción sobre lo inútil y grotesca que le resulta su propia existencia, agravada por la necesidad de satisfacer su dependencia, so pena de morir.”
La percepción sobre lo inutil de la existencia no viene al final: es un pensamiento subconsciente natural de la gran mayoría de los enfermos emocionales (drogadictos, TLPs, alcohólicos, ludópatas, TABs etcétera). Lo que pasa es que estos enfermos nunca saben que lo están hasta que tocan cada uno sus fondos. Ninguna persona con SANO JUICIO en el sentido más estricto y semántico de la frase tomaría un cigarrillo de basuco y se lo fumaría, eso sólo lo hacen las personas que tienen un problema emocional y encuentran en las sustancias un anestésico que los saca del principio de realidad; realidad que muchas veces es inventada por la misma mente enferma: situaciones sobredimensionadas, autorechazo reflejado, autoconmisceración etcétera. Como las enfermedades emocionales ligadas a sustancias son progresivas, crónicas y mortales muchos de ellos antes del suicidio caen en una depresión profunda pero la cronicidad de la enfermedad, que no es otra cosa más que la búsqueda de la muerte durante largos periodos de tiempo, nos deja ver que esa duda existencial viene desde siempre en la mente del enfermo. Se vuelve dependiente porque abusa de la sustancia y abusa de la sustancia porque su mente es incapaz de aceptar la realidad: su realidad, aunque sea inventada, es demasiado para esa persona y eso lo podemos ver en ricos y pobres.
Cuando un enfermo emocional ligado a sustancias comete suicidio no está más que salvando a los suyos. En su cabeza es en realidad un acto heróico, una prueba de amor con la que quiere librar de su carga (él mismo) a sus cercanos y eso es un acto valeroso y muy amoroso: “no quiero que sigas sufriendo por mi por lo tanto me voy…”
Ahora si hablo a título personal: las personas somos dueñas de nuestros cuerpos y poseedores de nuestras vidas. Esto me dice que yo soy responsable de cultivar mi cuerpo, incluido mi cerebro, o abandonarlo; soy responsable de continuar con mi vida o detenerla cuando lo crea conveniente. No veo nada reprochable en el suicidio: vida es lo que sobra en el planeta.
Yo por principio no creo en el alma ni en pendejadas de vidas eternas, paraisos, infiernos y purgatorios. Mi opinión es que se murió y se acabó. La vida del árbol y la del pato y la del concejal no son más que accidentes biológicos que de tanto repetirse se volvieron cíclicos. Mi tesis es que si una persona puede llevarse a la boca los despojos mortales de un animal asesinado cometer suicidio es una bobadita. Cuando uno come cadáveres (yo no, por supuesto) cualquier cosa puede hacerle a su cuerpo sin que eso nos cause sorpresa.
Muy buen post, muy interesante el tema y tiene mucha tela de donde cortar.
lunes 3 de septiembre de 2007, 11:38 COT
Hola Bilioso: lo que usted dice de la percepción negativa del drogadicto sobre el sentido de su existencia, en cuanto que esta antecede al proceso de volverse drogadicto, es bien plausible, pero sigo creyendo que también puede darse al revés. Quizás sería como la discusión del huevo y la gallina, y de qué fue primero. Creo que mucha gente prueba las drogas por curiosidad. Desde el punto de vista clínico, hay ciertas dosis y frecuencias de ingestas que llevan al cuerpo a la dependencia, y luego al temido síndrome de abstinencia, que puede ser fatal sólo por los efectos fisiológicos. Entonces si bien su argumento es contundente en su contexto, también creo que es posible el proceso a la inversa. Probablemente la mayoría de casos sean como usted los describe. Yo por ejemplo he hecho cosas arriesgadas, aunque de otro tipo. Por ejemplo alguna vez alcancé a volar cometa (ala delta). Mi motivación era la fascinación por el aire, y volar, y esas cosas. Desde el punto de vista de algunos conocidos, quizás era un suicida inconsciente. Pero no lo era, y lo disfruté mucho en su momento. Pero también conocí personas que sólo les gustan los deportes de alto riesgo, y no difrutarían un simple paseo en bicicleta, porque no hay adrenalina de por medio. Supongo que en una escala menor, son adictos también a su manera. Ahora que el tema de la drogadicción, es tanto o más sobado que el del suicidio, y como bien dice usted, “hay mucha tela de donde cortar”. La posición ´tica sobre el suicidio, así como usted lo expone, en ese contexto, tiene toda la razón. Pero algunos de los casos que yo expongo son más difíciles de analizar en el contexto que usted plantea. Por ejemplo: el ejecutivo se suicidó porque no quería vivir, y su jefe le hizo caer en cuenta de esto, o más bien porque estaba en un momento de debilidad humana, agravado por el estrés y la falta de sueño. Peor aún, le propongo otra situación hipotética. Un secuestrado que lleva años en el monte, sin gozar la libertad a la que tiene derecho, que es una necesidad concreta para que perciba que vivir vale la pena. ¿Se suicida porque no quiere vivir más simplemente, o porque no quiere vivir más bajo esas circunstancias específicas? Los que padecen enfermedades terminales, por ejemplo, buscan acabar su existencia para no vivir la indignidad y los tremendos síntomas de su enfermedad. Si pudieran curarse y retomar una vida normal, lo harían. Pero no soportan los continuos mareos, malestares y otras incomodidades que progresan inexorablemente, y cuyo fin último será la muerte, de todos modos. ¿Se suicidan porque no les gusta vivir per se, o porque no les gusta vivir bajo esos términos? Por supuesto estoy utilizando situaciones límite. Y ahí el meollo del asunto, porque si bien algunos de esos “límites” de los soportable nos parecen obvios a la mayoría, otros no lo son tanto. ¿Cómo haría uno para elaborar una escala cosas aceptables y no aceptables, que marcaran la frontera entre lo que es tolerable y lo que no lo es? Dificílisimo, por no decir imposible.
Muchas gracias por ese extenso, bien sustentado y generoso comentario. SALUDOS
NOTA A MIS LECTORES: Por alguna confusión de última hora, edité mal el texto de la imagen de la obra “Taxi”. Diego Álvarez está al fondo pero en la mitad, inclinado sobre el techo del carro. Gracias.
lunes 3 de septiembre de 2007, 12:13 COT
Me cuesta hablar de ello, ya que la mayor tragedia que deja el suicidio, no es en la persona perdida, si no en elsentimiento que deja en sus familiares y allegados ¡lo pode evitar? ¿Qué me falto por hacer? ¿Dónde me equivoque?
Hace 10 años mi hermano se suicido. Nuestra relacion era muy fuerte, no solo era mi hermano, era mi mejor amigo. Y vivia en mi casa.
El era fisico, fue uno de los muy pocos venezolanos que estudio en Caltech. El ser tan inteligente crea de por si, un sentimiento de exclusión, de extrañamiento, pero sobre todo de soledad y el queria agradarle a todos.
En el colegio el siempre era puesto como ejemplo de buen estudiante. Y le daban medallas. Cosa que yo jamas pude optar por ser el propio desastre, era una especie de bart pero con mejores calificaciones y por eso no me botaban de los colegios. Pero si sucedia algo en el colegio, al primero que llamaban era a mi.
Cuando niño ya queria ser biologo, y como tambien me gustaba la fisica, tome la decisión que el tenia que estudiar fisica, al principio no le gusto la idea, pero poco a poco se la fui metiendo. Pero no sabia que era un campo tan competitivo, ni el stress que podia causar eso y mas que todo en una persona que queria ser el mejor para agradar. Era un niño.
Y como ambos eramos visto como bichos raros, eso nos unio mas. Pero el nunca pudo desentrañar al otro y eso le causo mucha soledad y un fuerte stress que iba aparejado a sus éxitos en el campo, el realizo el primer estudio de un laser de electrones libres (la teoria) y esos le gano un buen trabajo en USA. Pero la presión del trabajo era insoportable. Yo estaba viviendo alla cuando me llamaron ya que habia tenido un intento de suicidio en la universidad. Deje mi trabajo y me lo traje al pais, ya que la familia era importante. Aquí trabajaba de profesor en una universidad, sin presiones externas, pero el se ponia metas cada vez mayores tal vez como una compensación su soledad y muchas veces se pasaba meses casi sin dormir enfrascado en un problema.
La noche anterior, el no podia dormir y nos pasamos toda la noche hablando, ya que estaba en depresión, casi amaneciendo me fui a dormir pensando que estaba mejor. Cuando fui levantado por los gritos de mi esposa. En ese momento mi mama estaba llegando y tambien gritaba.
El sentimiento de culpa me duro como tres años. Hasta deje de trabajar por año y medio, ya que la depresión por el sentimiento de culpa era casi insoportable Y las preguntas ¿Qué mas pude hacer? Era como acido en la sique. Menos mal que chavez llego al poder y pude pensar en otra cosa.
Lo grave del suicidio no es tanto el hecho en si para la persona que lo comete. El mayor daño lo sufren las personas que el deja atrás.
el no fumaba, no consumia drogas, no tomaba ni vino, ya que segun el ningun astronomo le hecha acido al espejo de su telescopio, y el pensaba que el alcohol era hacerle eso al cerebro. Pero la soledad es peor que la heroina.
Este post me removio muchas cosas.
lunes 3 de septiembre de 2007, 12:25 COT
Hola Ciencia,
Tiene toda la razón, el proceso puede darse a la inversa y es muy común. Pero fíjese en una cosa: las situaciones límite que usted ha planteado de forma hipotética difieren totalmente del caso del adicto a las sustancias. El empresario que se suicida lo hace porque cambia su realidad y no es capaz de aceptar la nueva. Lo mismo ocurre con el secuestrado, ellos no quieren vivir bajo las nuevas condiciones que la vida les impuso.
En el adicto ocurre un fenómeno muy diferente: su realidad va cambiando paulatinamente y ese cambio no es más que el resultado de sus desórdenes emocionales. Muchas personas prueban las drogas por curiosidad, es cierto, pero sólo se quedan y abusan de ellas quienes encuentran en las sustancias un escape a su realidad. Es decir: todo indica que es la realidad la que lleva a una persona a quitarse la vida pero esa realidad la tenemos todos de forma que quitarse la vida obedece más a la interpretación de la realidad que a la realidad misma. La droga en sí no es mala como no es el alcohol quien produce el alcoholismo: ¿cuántas personas beben más de 10 copas a la semana sin ser alcohólicos? Muchas, pero aquellos que alteran – u olvidan – su realidad por medio de las sustancias caen en la dependencia con la progresividad que ya hemos mencionado.
Es un tema muy pero muy complejo y que interesante que en equinoXio estén tocándolos.
lunes 3 de septiembre de 2007, 13:51 COT
Hola Luis: perder un hermano, y más en esas circunstancias, tiene que ser infinitamente doloroso. Y las secuelas deben ser permanentes, en quienes le sobreviven, como en tu caso. Primero que todo mi más sentido pésame, y un abrazo para mi pana venezolano. No sobra decir que se nota que fuiste un excelente hermano, y que el sentimiento de culpa se erige como una injusticia más que padecen los seres humanos que enfrentan la vida con agallas como tú. Pero es un triste e inútil consuelo ante tal tragedia. Después de tu trágico relato, hiciste un chiste que casi me hace emular los calambres abdominales de los que hablaba al principio de mi artículo. Pero fundamentalmente me pusiste a pensar en un término llamado modulación. Y según nos cuentas, tú dictadorzuelo local te ha permitido enfocarte en otros aspectos existenciales, y así disminuir el dolor existencial por la pérdida de tu hermano. También eso de que la soledad es peor que la heroína, demuestra mucha autointrospección. Y claro, el hombre es un animal social, como diría algún estudioso de las ciencias sociales. Por ende tu inteligencia y sentido del humor (que no son lo mismo, pero tienden a ser proporcionales), y muchos otros factores que no vienen al caso, te han permitido sobrevivir a la adversidad. Hago énfasis en lo de la inteligencia, porque las hay de muchos tipos. La de los que tienen hipertrofiado su hemisferio cerebral derecho, lo que les facilita las matemáticas, el arte visual, la física. Y la de los que lo poco o mucho que tienen en masa cerebral (en tu caso mucho) lo usan de forma óptima. Lo que se llamaría "optimización de recursos". Esos son los que producen frases como: "Hay otros que luchan un año y son mejores; hay quienes luchan muchos años y son muy buenos; pero hay los que luchan toda la vida. Esos son los imprescindibles." Un abrazo, Thilo.
Hola Bilioso: Totalmente de acuerdo. Aprovecho mi comentario anterior a mi amigo Luis para citar lo de la modulación. Si usted vive al límite personal de lo que considera tolerable para seguir viviendo, y consume drogas, entonces seguramente hay una modulación negativa, que le hacen percibir las mismas circunstancias personales como intolerables. En ese caso -sin proponérmelo-, hemos llegado a un punto donde tanto su argumentación como la mía son válidas simultáneamente para el mismo caso. El individuo ya tiene una percepción negativa de su propia existencia ANTES de consumir drogas (su tesis), aunque es aún tolerable. Luego consume, y se vuelve intolerable, y se suicida. Y en ese momento suicidio es un término relativo, pues puede ser una muerte lenta de esas en que hay varias sobredosis, idas y venidas de rehabilitación, hasta el desenlace final, o un momento de locura suprema en que se induce una muerte más rápida y efectiva. La modulación explicaría además, por qué algunos pocos (muy pocos) drogadictos logran rehabilitarse y reintegrarse a la sociedad como personas "útiles para la sociedad". Pongo lo último entre comillas, porque la utilidad o inutilidad de la vida de una persona es algo caprichoso y a veces lleno de vicios ideológicos y políticos. Gracias de nuevo. Thilo.
lunes 3 de septiembre de 2007, 17:17 COT
El artículo es excelente, felicitaciones. Sobre todo porque en nuestro hipócrita medio se necesitan agallas para tocar éste – y otros temas… excepto cuando pueden reportar rating.
Sólo un comentario: la vida es sagrada, incluso la propia. Los japoneses, por ejemplo – y ya que Thilo los menciona – lo entendieron a la perfección: bajo ese concepto el Harakiri bajo cualquiera de sus formas – siendo el Sepukku la más común – adquiere un sentido mucho mayor que el “salvajismo” del que ha sido revestido por la pseudocultura occidental. Y lo sagrado de la vida sobrepasa incluso el concepto de propia identidad, de “propiedad” (excusando la repetición) sobre el ser, puesto que la Vida no nos ha sido concedida por voluntad propia. En términos simples, cada vida es un préstamo y no tenemos el mínimo derecho a dañarla o destruirla. Olvidar algo tan simple y que de hecho está escrito a fuego en el propio código genético – en forma de Instinto de Supervivencia – es el camino a situaciones como las que hoy vive la mayor parte de nuestro sufrido mundo.
Una persona que de un modo u otro – bien sea con la excusa científica o con pretextos religiosos – sea plenamente consciente de lo sagrado de la vida nunca pensará en el suicidio. Por lo mismo, quienes han olvidado – por circunstancias ajenas o por simple decisión – algo tan simple son quienes no sólo encuentran con mayor facilidad el camino hacia la propia muerte sino hacia la de los demás.
Y antes de recibir cualquier chapuzón – lo veo venir-, no estoy hablando en términos aberrantemente religiosos: la Vida como expresión de lo sagrado trasciende culturas, religiones, creencias y supersticiones. Es una verdad como la vastedad del Universo o el calor del Sol.
lunes 3 de septiembre de 2007, 23:20 COT
Suicidio, vida, nacimiento, asesinato, defunción, inmortalidad. Palabras, solo eso. ¿Para qué impedir un suicidio? ¿Es que acaso estamos seguros de estar vivos? Pienso que el acto de quitarse la vida no riñe con la moral ni con nada. Existir en el tiempo es apenas una percepción subjetiva. ¿Qué más da entonces que cambiemos el camino de la supuesta vida terrenal con un disparo en la sien o bajo las pesadas ruedas de un tren? La vida es una película redonda, o mejor, elíptica, o tal vez una hipérbole. Aunque podría ser una ilusión óptica o el sueño de alguien. Pero dejémosla en espiral, que es como mejor se entiende. Morirse es entonces cambiar de punta, nada más. Si es por suicidio, igual solo es eso. No se puede morir, porque nunca hemos nacido, siempre hemos estado dando vueltas en círculo.
martes 4 de septiembre de 2007, 12:15 COT
Hola Mornatur: Bueno, de acuerdo totalmente en que la vida es sagrada. Ahora que eso de la “muerte cultural”-en otras palabras- de los japoneses es una visión más que respetable, pero que no comparto. Y es que la cultura, en su término amplio incluye muchos aspectos, incluido el religioso, político, geográfico, linguístico, artístico, etc. Y el cultural y religioso precisamente, ha sido utilizado y manoseado como justificación de supuestas guerras “santas”, no sólo por parte de Oriente, sino también Occidente en el pasado. Se vuelve una especie de instrumento “relativizador”, que pretende entonces imponerse a los derechos y libertades fundamentales del individuo, y que deberían ser universalmente aplicados y defendidos. Por supuesto, hoy en día se lo debemos a la “cultura política globalizada” en gran parte. Por otro lado, admito contradicción de mi parte, pues esos supuestos valores que deberían estar por encima de todo, y que no han logrado imponerse en ninguna cultura, son un producto de la cultura occidental. ¿Chapuzón? No conmigo amigo mío. ¿Diferencias de visión? Siempre, afortunadamente. Que aburrido y poco enriquecedor sería lo contrario. Abrazo, Thilo.
Hola Sentido Común: ¿Que tal si el suicidio o la muerte de determinado individuo no estuviera en el “libreto de la película redonda, elíptica o hiperbólica”? Digo, porque se tira uno entonces la trama de la película, y por ende el desenlace final. Quizás la respuesta a muchas de las preguntas existenciales que haces, como la de si la vida es una ilusión óptica, o nunca fue ni será, dependa de que respetemos ese libreto existencial de la gran película que es la vida. Tendría entonces sentido sobrevivir para ver dicho final. Por supuesto, es mi manera sujetiva de contestar tu cuestionamiento. Muchos saludos, Thilo.
martes 4 de septiembre de 2007, 13:25 COT
NO, Thilo, no esperaba el chapuzón de vos precisamente. La diferencia, claro: eso es lo que me divierte – y enseña bastante – de compartir con vos.
martes 4 de septiembre de 2007, 14:50 COT
Hola Thilo:
“Tendría entonces sentido sobrevivir para ver dicho final.”
Y ¿qué tal si el final de la trama se ve más claro y la verdadera película se entiende precisamente es al morir? Resulta que al no haber tiempo ni espacio, se está en una multidimensión que por lo pronto no cabe en nuestro limitado cerebrito…Un gran saludo para tí.
martes 4 de septiembre de 2007, 14:58 COT
Mornatur: He venido perfeccionando mi sombrilla para protegerme de los chapuzones. Está llena de foros y remiendos contra el ácido y tiene conjuros contra las malas energías, aunque aún así, de vez en cuando se aparece uno que otro warlock muy amenazante. La cuestión es que mi sombrilla está a tu disposición, ahí cabemos varios, y pues tu también me has prestado la tuya más de una vez en dicha clase de temporales.
😉 Otro saludo amigo, y que el tal huracán Félix pase bien lejos de nosotros…
martes 4 de septiembre de 2007, 15:16 COT
Claro SC, todo cabe dentro de las posibilidades. Y sí, tendrías razón bajo esa hipótesis, pues da lo mismo que sea ahora o más tarde. Pero… ¿y si no es así? Alguna vez vi un documental sobre un monasterio de monjes Shaolin, o algo así. Hablaban de las múltiples pruebas a las que se someten los aprendices en su supuesto camino hacía la sabiduría. Una prueba consistía en hacer una especie de tejido en punto de cruz, que era gigantesco. Tocaba hacer varios miles de puntos al día, para alguna vez, quizás meses o años después, lograr terminar el modelo. La parte espinosa del ejercicio sin embargo, no eran las monumentales dimensiones del diseño del tejido, o la habilidad manual requerida. Lo tenaz era la exigencia de que si se cometía un sólo error durante la elaboración, debía deshacerse todo el trabajo, y no sólo ese último punto mal hecho, y empezar todo de nuevo, de ceros. Mi temor personal sería que para alcanzar la “sabiduría” -trama final- me tocara empezar de nuevo, quizás otra vida, en un círculo vicioso que no me permitiera llegar al final de la trama, porque es probable que siempre me retiraría de la vida antes de tiempo. Y esa también es una posibilidad, como lo es la tuya. Puede ser que de lo mismo morir ahora o después, por las cuestiones de la multidimensionalidad que dices, pero prefiero no arriesgarme. Otro saludo muy especial, Thilo.
martes 4 de septiembre de 2007, 15:24 COT
Posdata: !Maravilloso tema!
mircoles 5 de septiembre de 2007, 21:20 COT
Gracias SC.
mircoles 5 de septiembre de 2007, 21:32 COT
Ya me antojaron de ir!!
Hasta depronto me pase pa” reírme un rato.. me encanta como comenzaste el post “dolor abdominal” jeje
Saludos
mircoles 5 de septiembre de 2007, 22:00 COT
Hola Hodracirk: Primero que todo felicitaciones por su nominación a Blogger Nacional de la Revista Semana. Si no es Webargas sería chévere verlo a usted de campeón, o a los dos. Acabo de entrar a su blog y me sorprendió mucho la calidad del mismo, y sobretodo su último artículo titulado La arremetida de la prensa convencional contra los blogs. Hasta ahora me entero de que hay países como Brasil donde los bloggers son considerados una amenaza para la prensa tradicional. Ojalá ponga el video en Telúrica, porque ese es el tipo de temas que ellos suelen publicar, quien quita que lo tengan en cuenta. Y sí, la obra Taxi es magnífica, con un humor muy nuestro, y he visto que cada cuanto la vuelven a montar, aunque obviamente ya es con otros actores. Un saludo, y mis mejores deseos para usted en ese concurso. Thilo
viernes 21 de septiembre de 2007, 21:13 COT
me pregunto cuantos de nosotros no nos suicidariamos sin vieramos las cosas como SC, yo mas de una vez he dicho que quiero hacerlo al vivir situaciones extremas en mi vida, porque no lo he hecho no tengo ni idea… sera por mi hijo, mas cuando me dijo… mama quiero morirme… ese dia decidi que nunca delante de el pronunciaria estas palabras, que error habia cometido siendo el mi responsabilidad, desde ese dia busco hacerlo feliz de una forma u otra… mi vida… pues tengo la obligacion de ser feliz cada dia… no puedo pensar solo en lo que yo quiero…
ps no he sido ni drogadicta, ni alcoholica, ni tengo ningun vicio… lo unico que tengo o tenido son problemas igual que otros seres humanos…
domingo 23 de septiembre de 2007, 18:37 COT
Hola Macladu: por supuesto que la drogadicción y demás vicios son tratados en el contexto de este artículo como un factor de riesgo mayor, pero ganas de morirse ha sentido casi todo el mundo en algún momento de sus vidas, por diversas circunstancias. Y eso no lo convierte a uno en suicida automáticamente. Lo que nos cuentas, sobre el daño que a veces le hacemos a otros con nuestro desánimo, es verídico. No lo había pensado, y seguiré ejemplo de tí. Gracias por tu visita y valioso comentario.
domingo 23 de septiembre de 2007, 21:43 COT
A ti gracias, bueno me quede pensando despues de enviar el correo primero que pensarian que tengo como animo suicida, y luego lo que dices quien no ha sentido esas ganas, pero gana las ganas de vivir la vida a plenitud…
Bueno saber que mi comentario fue de provecho para ti…
un abrazo