El amor a deshoras
Amor y amistadPor Marsares
mircoles 13 de septiembre de 2006 12:04 COT
El amor, el simple sentimiento que lo enreda todo, pero el que a la vez desata todo lo que el hombre es, ha sufrido análisis, ha soportado desmanes, ha sido objeto de persecuciones, elevación a los altares, desenfrenos, despechos sin cura y hasta guerras sin nombre, pero lo cierto es que su presencia nos transforma la vida.
El amor es bienvenido, pero también puede resultar molesto cuando invade terrenos ajenos. Esta historia resume esa sensación de desconsuelo, de oportunidades a deshoras, pero también de un recuerdo que vale la pena traer a cuento por la sinceridad que trasluce.
La universidad brinda la ocasión de mezclar sentimientos, como en ninguna otra parte. Existe el compañerismo, la amistad, la complicidad sin límites, el afecto sincero, pero también el amor, que sin pedir permiso, anda revolviendo avisperos.
Desde primer año tuve una relación especial con una compañera recién casada. Fue la consentida del grupo por su embarazo en el tercer año y apenas le quedó tiempo para presentar los exámenes finales. Su maternidad la obligó a interrumpir la carrera. Perdí su rastro porque yo también me retiré temporalmente de la universidad.
Dos años después coincidimos en nuestro regreso a las aulas. Obvio, la alegría del reencuentro, metidos en un grupo desconocido. Nuestra amistad creció sobremanera, máxime que estaba recién divorciada. Ella es de esas amigas incondicionales que todo lo comparten con alegría. Siempre estuvo a mi lado haciéndome favores, brindándome compañía, repartiendo su cariño a horas y deshoras.
En último año, sacamos una oficina para comenzar a hacer nuestros primeros pinitos como abogados, aprovechando el apoyo del Consultorio Jurídico de la universidad. Un proceso que llevábamos dio ocasión para una pelea maluca por un trámite que yo no hice a tiempo. Silencio total fue el resultado por varios días, donde apenas lo rompía el "buenos tardes".
Una tarde me dijo que lo mejor era hablar y me invitó a que nos tomáramos algo en algún lado. Perfecta la ocasión para acabar con una pelea que no valía la pena. Como siempre, nos reimos un rato, hablamos de muchas cosas, derogamos el disgusto, hasta que… ella se destapó. Sin darme tiempo de respirar, me dijo que estaba enamorada de mi.
¡Qué atortole!. Lo único que se me ocurrió fue ir al baño, mirarme al espejo y preguntarme ¿Y ahora qué hago? Mi amiga del alma estaba rompiendo la amistad para meterse en otros terrenos. Desconcertado volví a la mesa y balbuceando le dije… mentiras ni me acuerdo, sólo sé que lo intentamos en los meses posteriores.
Hubo ternura, intimidad, pero de parte mía no hubo manera de corresponderle el amor que ella deseaba y sentía por mi. Finalizando el año, un día quedamos de vernos pero ella incumplió la cita. La molestia y mi ida del país por unos meses terminaron por diluir lo que a duras penas existía. A mi regreso nos encontramos en una fría cita que no dejó nada agradable para el recuerdo.
Tiempo después ella debió exiliarse por motivos políticos y en la distancia retomamos a medias nuestra amistad. Supe que había organizado su vida y también que lleva una relación plena de pareja. Hace algún tiempo nos vimos de casualidad en Colombia en una afortunada coincidencia y recordamos los viejos tiempos, excepto ese paréntesis amoroso.
La amistad, nunca volvió a ser la misma.
mircoles 20 de septiembre de 2006, 13:39 COT
En la memoria de todas las personas hay recuerdos, algunos bonitos y otros tan malos que no queremos recordarlos; lo unico cierto es que hay amistades que no se acaban, pero no son las mismas todo el tiempo.