Una Vuelta para el olvido
Columnas > Con los taches arribaPor Rafa XIII
jueves 11 de septiembre de 2014 14:07 COT
Para el lector desprevenido, la primera conclusión a la que se podría llegar es que los aficionados al ciclismo y la prensa especializada en Colombia, a raíz de los triunfos de nuestros pedalistas en las grandes competiciones internacionales de años recientes, nos volvimos unos malacostumbrados. Tienen razón. Cuando uno recuerda que en mayo de 2013 Rigoberto Urán se paraba en el segundo puesto del podio al término del Giro de Italia, que en julio del mismo año Nairo Quintana hacía lo mismo en el del Tour de Francia, y que en este 2014 Quintana y Urán hacían el uno-dos en Italia, no era para nada descabellado pensar que este iba a ser el año del triunfo en la Vuelta a España, reverdeciendo la hazaña alcanzada por Lucho Herrera en 1987.
Inconscientemente asumimos la idea de que, obtenido ya el primero o el segundo lugar de la clasificación general de alguna de esas tres competencias, que son las más importantes del ciclismo de ruta en el mundo, cualquier cosa que se consiguiera por debajo de eso sería un fracaso. Y lo es, dado el nivel con el que Nairo y Rigoberto llegaron a la línea de partida del giro ibérico en Jerez de la Frontera. Al lado del británico Christopher Froome, eran los extranjeros favoritos para disputarles el título a los locales Alejandro Valverde, Alberto Contador y Joaquim Purito Rodríguez.
Pero ha sido un fracaso con atenuantes. La sabiduría popular nos dice que hay que estar preparados para lo peor cuando las cosas parecen estar saliendo demasiado bien. Y parecía que estaban saliendo demasiado bien, el 31 de agosto, durante la etapa entre Guadazaón y Valdelinares, porque no solamente Winner Anacona ganó la fracción, sino que además Nairo Quintana se puso la camiseta de líder de la carrera, y tanto Anacona como Urán quedaron dentro de los diez primeros de la clasificación. ¿Qué más se podía pedir?
El totazo contra el pavimento y la realidad vino menos de 48 horas después, en la contrarreloj individual entre el monasterio de Santa María de Veruela y Borja, el 2 de septiembre. Le estaba comentando a mi padre, mientras departíamos en la cafetería de una clínica a la espera de una cita médica para él, que Quintana tenía entre sus amistades al corredor Mauricio Soler, que había sufrido un accidente durante una competición, y cuya gravedad fue tal que tuvo que retirarse del ciclismo. Estaba terminando de decírselo, cuando vimos en la televisión a Quintana chocando contra una baranda y dando volteretas por el aire antes de caer violentamente sobre la carretera. A pesar del golpe, “Naironman” se levantó y siguió adelante, con su humanidad magullada, pero su orgullo y ganas de vencer intactos. Los que pasamos del tercero y el cuatro piso tuvimos de inmediato un déjà vu con la imagen de Herrera llegando a Saint Étienne, en 1985, con el rostro ensangrentado por una terrible caída, pero triunfante en la raya de sentencia de aquel tramo.
Nairo perdió tiempo valioso. Perdió la camiseta de líder, a manos de Contador (que no la ha soltado desde ese aciago día). Pero era nuestro Nairo, el invencible. El que cae y se levanta. El que no le tiene miedo a nada ni a nadie. Era imposible que le ganaran tan fácilmente. La sabiduría popular, emparentada con Murphy, nos dice también que cuando algo anda mal, siempre tiende a empeorar. No la quisimos oír, y el comienzo del fin se dio poco después de arrancar la décima etapa, de Pamplona a San Miguel de Aralar. Una caída múltiple de varios pedalistas involucró a Quintana, esta vez, de manera aún más delicada, y una fractura de omoplato lo sacó definitivamente de la Vuelta. Nada qué hacer. Todas nuestras esperanzas quedaron depositadas en Rigoberto Urán.
A diferencia de Nairo, Rigoberto tiene su talón de Aquiles en los terrenos montañosos. No es un gran escalador, y eso se notó a medida que la inclinación de las vías se fue haciendo mayor. Del minuto y ocho segundos que lo separaban de Contador el día del retiro de Quintana, Urán pasó, luego de tres etapas cuesta arriba, a quedar a 18 minutos y 53 segundos del líder español. Fue un auténtico calvario ver cómo llegaban y llegaban ciclistas a la meta en Lagos de Somiedo, el 8 de septiembre, y no aparecía el antioqueño. Cuando al fin pudo hacerlo, su rostro reflejaba lo que no queríamos admitir: que habíamos sido derrotados. Una bronquitis dejó a Urán sin fuerzas, vencido. Nos dieron el aliciente de que había una jornada de descanso antes de la decimoséptima etapa, pero era una falsa esperanza. Lo más sensato era retirarse, y este 10 de septiembre, Rigoberto Urán no tomó la largada. Primero que todo estaba su salud.
Así, un par de caídas y una enfermedad nos privaron de hacer una nueva figuración histórica en la Vuelta a España 2014, por parte de nuestros dos mejores ciclistas. No fue culpa de ellos, ni de nadie más. Fueron circunstancias de la carrera. En el ciclismo, como en cualquier otro deporte, los participantes saben que están expuestos y dispuestos a ganar o a perder. Lo que pasa es que nosotros, los aficionados, ya nos acostumbramos solamente a verlos ganar. No nos gusta que pierdan, y menos de esta triste manera.