Una noche como calentahuevos
Columnas > Limpia - MentePor Johanna Pérez Vásquez
jueves 10 de julio de 2008 18:01 COT
Estoy segura de que no soy una mujer promedio, quizás por eso mismo me costaba tanto, y sigue pareciéndome complicado, entender las razones que llevan a algunas mujeres a "marraniar" a un tipo.
Intentando tener mente abierta y espíritu de científica exploradora quise hacer personalmente el experimento para acercarme más a esta vivencia tan común para otras pero tan desconocida para mí y con este objetivo presente comencé el ensayo.
Un viernes cualquiera entré a un chat con un viejo seudónimo, esperé hasta que alguno de los visitantes de la sala virtual me saludara, sin muchas prevenciones ni expectativas. Tras intentar alguna conversación medianamente normal con dos o tres apareció el indicado, un hombre que rondaba el cuarto piso, así se esforzara por hacerme creer que no tenía más de 38.
Hablamos de tonterías, me preguntó directamente acerca de mi vida sexual y yo sólo di rodeos para no entregarle detalles. Le devolví las preguntas y así establecí el perfil del objetivo, o sea su nivel de "arrechera", era bastante alto, por cierto. En este punto me arrepentí de haberle dado mi número de celular, aún con la existencia del identificador de llamadas, y quise abandonar la conversación pero no me dio mucho tiempo para más, me llamó directamente y se refirió a mí por mi seudónimo. Perfecto, no tenía ni idea de cuál era mi nombre y yo no tenía la más mínima intención de mostrarle más de mi identidad. Me calmó, o eso intentó, diciéndome que podía estar tranquila si aceptaba su invitación a comer para la noche siguiente, que no pensaba llevarme a la cama sin dar muchas vueltas sino que sólo quería conocerme y, cómo no, como dice mi abuela, el toro viejo siempre quiere pasto tierno y yo soy bien verde para él.
Después de la llamada no hablamos mucho más y quedamos en hablar a la tarde del día siguiente para concretar la salida.
El sábado tenía cita con un amigo extranjero para tomar onces. Él, de una cultura bastante tradicional y un poco machista, dirían algunas, no tiene ningún problema con pagar la cuenta cuando sale con una mujer; es más, le disgusta que uno intente gastarle algo. Sabiendo eso, pensé que ese era un buen momento para comenzar a hacerme a la idea de estar por cuenta, al menos económica, de otro. Plata tenía, pero quise ver hasta dónde sería capaz de “aprovecharme” de su generosidad. Sí, yo sé que no es tanto, pero es que a mí me criaron para ser independiente para salir con o sin un hombre al lado; el caso es que él pagó sin mucho esfuerzo y salimos a caminar.
De improviso acordamos que él me acompañaría hasta el punto de encuentro con el madurito del chat, en el camino lo llamé de algún celular y acabamos de concretar el lugar. A nuestra llegada, se sorprendió tanto por verme acompañada como por el aspecto nada local de mi acompañante, luego se alegró al saberlo lejos y a mí decidida a aceptar su invitación.
Hasta ahí me duró la valentía, ya mi amigo me había llamado la atención sobre el hecho de conocer a un tipo al otro día de estar chateando con él, pero bastó con recordarle que justamente así nos conocimos él y yo, para que se tragara sus palabras. Aún así yo estaba nerviosa, él, conejillo de indias, muy seguramente había sido toreado en más plazas de las que yo he estado y si no estaba alerta podía salirse de las manos la situación, o eso creía.
Él paró un taxi y nos dirigimos al centro a buscar algún restaurante que él conocía por trabajar en la zona, así que de momento mis ganas de conocer un nuevo y lindo restaurante en otra zona se iban a la basura, pero ni modo, era un ensayo inicial y no sabía qué se podía hacer / pedir y qué no. El sitio que él quería mostrarme no estaba abierto a esa hora así que nos tuvimos que conformar con uno oscurito y con música tipo protesta, yo mientras tenía en mente que quería algo de pollo con champiñones, eso era todo, así que desde que en ese sitio los sirvieran no había problema.
Comenzamos a hablar pero la verdad la conversación no fluía fácilmente, quizás porque no estábamos en sintonía o porque él cantaba todas las canciones que pasaban mientras yo no podía reconocer ni la mitad de los autores; realmente eran de una época y de una ubicación geográfica lejana a la que me es familiar. Creo que durante toda la comida sólo reconocí un nombre y no hubiera sido capaz de cantar ni la estrofa de un coro.
Mientras comíamos, me contó algo de su vida y de por qué no se ha casado ni ha tenido hijos. Yo intenté hacer mi parte pero tenía que atajarme mentalmente a cada rato para no hablar mucho de libros, documentales y temas similares, pues esa noche estaba dispuesta a ser más bonita que inteligente, teniendo presente que si un hombre sale con una mujer menor no lo hace en busca de inteligencia, sabiduría o madurez. Llámenme prejuiciosa, pero esa idea es la que rondaba mi mente en ese instante.
La cena terminó y, como se había acordado tácitamente, él pagó la cuenta. Salimos, tomamos un taxi y él le pidió al chofer que se dirigiera a su casa; desde la noche anterior me había dicho en qué sector de la ciudad vivía y al parecer en eso no mentía. Llegamos y me preguntó si quería entrar un momento a su casa para tomar algo, lo pensé poco y acepté. Me ofreció algo de tomar y pedí agua; las cervezas de la comida habían sido suficientes. Me mostró algunos libros que tenía encima de la mesa de centro y los ojeamos. En ese momento se hizo evidente su edad: la letra menuda no podía leerla sin alejar lo suficiente el texto y terminé yo ayudándole a explicarme lo que quería.
Más adelante le pedí prestado el baño; inevitablemente había que pasar por la habitación típica de soltero desordenado. Su cama doble estaba revuelta pero eso ni siquiera era una sombra de lo que encontraría en el baño. Limpio estaba pero el espacio alrededor del lavamanos era un mar de productos de aseo corporal, además encima del tanque del sanitario yacía un par de pantaloncillos tirados. No, no sé si estaban limpios o no, me limité a hacer lo mío y a salir, o bueno, no tanto, pensé en tomar una morbosa foto del lugar pero la batería baja de mi teléfono me lo impidió.
Volví a la sala para sentarme junto a él, intentó hacer un par de acercamientos que esquivé con bastante gracia, dada la pobre experiencia que tengo en esos campos. Más tarde me invitó a su habitación, donde también había un escritorio sobre el cual estaba su PC, quería mostrarme unas fotografías de los viajes de los que me había hablado más temprano y el momento no se hizo esperar, me abrazó y yo rígida le correspondí, estaba completamente segura de lo que no haría. Luego intentó besarme y yo rápidamente le puse la mejilla para que no lo lograra.
En este momento era completamente claro que yo no daría mi brazo a torcer y que él tampoco me obligaría a nada, por fortuna, así ya puestas las cartas sobre la mesa hice visita un ratico más y luego anuncié mi retirada, me despedí y salí sola a buscar transporte. Me asusté un momento al ver cerrada la estación de Transmilenio más cercana y caminé una cuadra mientras hacía una lista mental de las personas a las que podría llamar en caso de quedarme a esa hora en la calle sin sitio seguro de dónde llamar un taxi, pero estaba catastrofizando, no era tan tarde y la otra entrada a la estación aún estaba abierta y el resto es un recorrido tranquilo de vuelta a mi casa sin mayores detalles que deban ser contados.
Así es, no pasó nada más, a mi ángel de la guarda gracias.
Desde mi perspectiva, el riesgo era un poco alto dadas las circunstancias en las que elegí al sujeto del experimento, porque mucho loco anda suelto en la red. De eso no hay duda, pero desde el ángulo de la científica exploradora, el ensayo resultó exitoso porque comprobé algunas de las hipótesis iniciales.
Los refranes populares “el hombre propone y la mujer dispone” y “el hombre fuego, la mujer estopa, luego viene el diablo y sopla” son ciertos: las mujeres estamos en control de la situación cuando salimos con alguien que se siente atraído por nosotras de forma no correspondida. Si bien no sabemos con exactitud qué esperar de la situación, sí sabemos qué suerte le espera, entendiendo por suerte el punto hasta el que estamos dispuestas a ir para conseguir lo que queremos. Cuando ellos nos invitan hacen una apuesta, más si apenas nos conocen, apuestan para ganar pero si lo harán o no lo sabemos nosotras no ellos, así a mayor deseo ajeno, mayor poder propio.
Dependiendo de lo que queramos conseguir, del potencial que tenga nuestra contraparte para suplir nuestras necesidades y de lo que estemos dispuestas a hacer por conseguir ese bien nuestro poder crecerá o disminuirá, así que es importante tener presentes también estos factores.
- 21 may 2008 ¿Qué ganamos las mujeres con el sexo casual?
Con mi experimento aprendí que se debe sentir gusto por la consecución de beneficios / ventajas a través del coqueteo, de la actuación y de la manipulación. Se deben valorar aquellas cosas que el otro tiene y que no se pueden conseguir por sí mismo, que esos deben ser los mejores caminos hacia ese éxito deseado, porque si en mi caso esa noche no hubiera estado con el saldo en rojo ni con la disposición de entender el modo de comportarse de algunas personas, muy seguramente todo habría acabado antes de comenzar mientras yo compraba una lasaña de pollo con champiñones en la pizzería de la esquina. En ese justo instante, él era atractivo sólo porque tenía los medios para conseguir lo que yo deseaba: comer fuera.
Ah, me olvidaba, hace como 15 días volvió a llamarme estando mi celular en silencio, no le regresé la llamada ni pienso hacerlo en el futuro tal vez porque las cosas sencillas de la vida que me gustan puedo conseguirlas por mí misma, quizás porque me resultó mental y emocionalmente agotador jugar a la linda medio tonta, o porque así él fuera el camino a algunas de ellas sería uno solo y no el único.
jueves 10 de julio de 2008, 19:11 COT
Ja! Excelente. Sólo puedo decir que yo sí he sido una calientahuevos en más de una ocasión y no me arrepiento. Es una buena táctica para conseguir lo que quiero, cuando lo quiero, a veces no con tan buenos resultados, pero sí con un fresquito.
domingo 20 de julio de 2008, 23:42 COT
No hagan eso, desalmadas.
mircoles 23 de julio de 2008, 22:09 COT
Importante hacer la salvedad innegable. Saliste con un tipo vencido, soltero, tan solo como para hacer el patético ejercicio de buscar a alguien por internet para pasar de inmediato al tema sexual, cumpliendo con el cliché de hombre que solo piensa en la mejor manera de conseguirlo variado, rápido y fácil (según él, concuerdo con eso).
Ahora que si la cosa hubiera sido distinta y el personaje hubiera resultado encantador, atractivo, interesante y acaudalado, lo suficientemente seguro de si mismo como para no tener que abrazarte y buscar besarte sino que tu lo hubieras hecho… quizás la historia habría sido diferente y esta entrada habría sido sobre el nuevo adonis principe azul que conociste que por algún motivo no te está contestando.
No quiero desacreditar el ejercicio “cientifico” descrito con lujo de detalles en esta entrada. Quiero apenas resaltar el abanico de posibilidades en las que no todos los actores muetran el mismo comportamiento y en donde retomas tu categoría de no sólo cientifica sino humana, vulnerable y con posibilidad de ilusionarse hasta el exabrupto de añorar la confianza y seguridad con la que escribiste este artículo.
No obstante, no sucedió como digo. A tu ángel de la guarda, gracias.
viernes 1 de agosto de 2008, 18:56 COT
Bailarina como lo digo acá fue una experiencia entretenida pero no tanto como para repetirla frecuente y sistemáticamente.
Filipogs no creo que sea algo tan “desalmado”, simplemente una experiencia interesante para ser vivida.
Ciudadano tienes todita la razón, si el tipo hubiera estado bueno y hubiera sido encantador otro cantar sería el de esta columna, pero de momento me siento satisfecha con los resultados, menos mal no estoy más “necesitada” jajajajajaja.
viernes 1 de agosto de 2008, 19:46 COT
Filipogs: No, yo no creo que eso sea ser desalmada. Como digo, yo lo he sido concientemente, buscando un fin y de alguna manera con hombres que se lo merecen y por supuesto que no me importan en lo más mínimo, tampoco creas que soy tan mala. Pero si de ser desalmada se trata, uds también tienen ciertos comportamientos (los hombres en gral, no estoy hablando de tí específicamente) que dejan mucho que desear y que nos encantaría que no tuvieran.
mircoles 6 de agosto de 2008, 18:19 COT
Corriste con una suerte impresionante ante comportamiento tan imprudente.
Topamos…