Una alucinación colectiva
Columnas > EscoliosisPor Daniel Páez
domingo 29 de octubre de 2006 18:38 COT
En la actualidad es obvio que el rock no es más que un producto de la cultura de masas y que desde el principio fue la etiqueta de todo lo que no podía ser clasificado en otro género. Si no era jazz, ni blues, ni folclor (que de un tiempo para acá llaman world music), entonces era rock. Los anglosajones en su manía taxonomista no pudieron dejar sin marca a este sonido y metieron a un puñado de nuevos artistas en el saco del rock, encontrando pronto que algunos podían hacer cosas diferentes que no eran simple rock and roll, ni doo-wop, ni twist, ni swing, ni… ahí fue cuando apareció la recua bastarda y huérfana: rock sinfónico, instrumental, progresivo, sicodélico, folk, rock sureño, funk, latin rock, alternativo, grunge, fusión, avantgarde, gótico, hard rock, heavy metal, black, death, trash, industrial, power, pop, brit pop (que no es igual al pop porque lo hacen en el Reino Unido), techno, dance, disco, house, drum n’ bass, electronica (sin tilde), trance, hip-hop, rap, trip-hop, ska, punk, hardcore, new wave, neo-cualquiera-de-las-anteriores, y un deliberado etcétera. Esta lista puede ser interminable si se combinan las palabras y se añaden otras nuevas, pero menciono únicamente algunos de los subgéneros más conocidos.
Si la hacen en Europa o en América Latina es muy diferente a la gringa, así hagan exactamente la misma cosa. Digo “cosa” adrede porque hace más de treinta años que nadie se refiere a una banda de rock simplemente como “rock”; en realidad, con un sentido inquisidor, todos son parientes del rock pero no son exactamente rock. Ya en 1970 Pink Floyd hacía art rock; Frank Zappa definía su música como “casi rock and roll”; a Led Zeppelin lo catalogaron como heavy metal; Emerson Lake and Palmer grabó varias canciones de Aaron Copland y otros compositores clásicos; Velvet Underground se burló de la moda generada por el rock and roll; y tantos ejemplos que ya había y siguieron naciendo para gritarle al mundo que el rock sólo era una palabra, no una realidad.
Sin lugar a dudas, el rock es una especie de música popular moderna equivalente al folclor de otros siglos, con la diferencia de que la población mundial se ha multiplicado por varios miles y los cortesanos tenemos acceso a los mismos medios que la realeza, haciendo del folclor algo más común para las clases y más fácil de difundir en el planeta. Además, no hay mucha diferencia entre John Cage y la cacofonía de bandas como Fantômas o Merzbow, ni entre Igor Stravinski y el rock progresivo de Rush o Godspeed You, Black Emperor!, dejando en entredicho el límite entre la música moderna, erudita o clásica y el rock. Tantos rockeros haciendo jazz, tantos jazzistas haciendo hip-hop, tantos "blueseros" haciendo rock, demuestran que la música es una y que los analistas se encargan de dividirla. De esta manera, Elton John sería el Antonio Vivaldi de nuestros días, componiendo música por orden de los ejecutivos de la disquera en lugar de un caprichoso rey.
También se podría decir que el rock es una alucinación colectiva producida por los medios de comunicación (¿no dicen que la televisión es una droga?), encarnada en “esos raros peinados nuevos” y todos los productos de mercadeo que nos ayudan a creer que lo que vemos es cierto. Cualquier alucinación requiere de la reorganización social, perceptiva y sicológica de quien delira para cobrar sentido. Es como creer en algún dios: nadie puede constatar su existencia pero se le construyen iglesias, se le atribuyen milagros y se le inventan dogmas.
Cuando Little Richard y Ray Charles, con sus escandalosos movimientos y sus letras obscenas, se inventaron el rock, pocos blancos les prestaron atención y lamentablemente su cuarto de hora fue muy literal. Pero pronto nació una gran constelación respaldada por películas baratas, apariciones constantes en televisión y grandes campañas publicitarias. Artistas como Elvis Presley (seguramente el primer blanco que hizo rock) acapararon los corazones de la mayoría racial de Estados Unidos, atemorizada por las bombas nucleares y los malvados comunistas. Así nació el verdadero rock, en medio de una sociedad que necesitaba dar esperanzas a la juventud y recuperar la economía azotada por la guerra.
En la actualidad algunos se quejan de lo “comerciales” que son las nuevas bandas, de las pocas o nulas ideas nuevas que surgen y de la gran cantidad de músicos prefabricados que aparece diariamente. El público no recuerda que las primeras bandas y solistas no grababan álbumes sino sencillos, porque el objetivo principal era sonar en la radio; muchos “clásicos” tocaron covers de otros artistas e hicieron muchas cosas que ya se habían hecho; parece que nunca han visto los listados de Billboard en los que aparecen millones de músicos que suenan igual a los otros 9 del top 10 y que al año siguiente a nadie le interesan.
Al ver que los Beach Boys descubrieron las escalas sonoras que le gustan a la gente y que James Jamerson halló la fórmula para dar sabor al ritmo del rock, el futuro parecía claro pero, con éstas y otras bases, se originó uno de los movimientos artísticos más versátiles y eclécticos de la historia. Me da sueño de sólo pensar en lo aburrido que sería el mundo si en nombre del rock no se hubieran cometido tantos horrores: The Who rompiendo guitarras y The Stooges gritando improperios; Yes exagerando su virtuosismo y Charly García hablando del placer de la locura; Vincent Furnier disfrazado de Alice Cooper y The Residents habitando en Vileness Flats. En fin, si el rock no se hubiera muerto al nacer, nunca hubieran llegado la magnificencia de King Crimson, las historias de XTC, el universo de Dead Can Dance, la miscelánea de Primus, el sarcasmo pesimista de Modest Mouse y todos los buenos momentos en los que nos hemos regocijado creyendo en algo que no existe.
No debería preocuparme, pero lo hago. ¿Qué tal que al Dalai Lama le dijeran que Buda fue inventado por los líderes tibetanos para que el pueblo no tuviera aspiraciones materiales? Es duro que lo único en lo que he creído en veinte años resulte ser una falacia que bien podría hacer parte de una conspiración de los Archivos X. Ahora que lo pienso, la idea de un complot serviría para explicar la misteriosa muerte de Jim Morrison (de pronto a eso quería inducirnos el paranoico Oliver Stone) y tantos otros occisos que decían hacer rock pero, sospechosamente, desaparecieron en el mejor momento de sus carreras, justo cuando empezaban a movilizar masas; así quedaron reducidos a leyendas y no tuvieron la oportunidad de decir nada más. Tal vez para disuadirnos de comportamientos anormales se inventaron toda la “actitud rockera”, pensando que si la Reina condecoraba a ciertos mozalbetes, la juventud ya no iba a querer identificarse con ellos. Seguramente creyeron que al inventarse tantos subgéneros, los fanáticos íbamos a perder el hilo y a desistir de seguirle los pasos al rock.
Probablemente lanzando varios cientos de discos mensualmente la gente se iba a aburrir de gastar su dinero, pero resultó ser un negocio casi tan rentable como el narcotráfico y se empezó a hacer rock en serie y cada agrupación pertenece a un nuevo subgénero y la Reina puede condecorarla sin temor a arrepentirse, pues parte de su cheque mensual se origina en la industria discográfica y los medios dedicados a la música. Entonces supusieron que convirtiendo al rock en una religión podrían conquistar el mundo (como los romanos con el cristianismo), pero no previeron que los creyentes somos demasiado contestatarios como para seguir ciegamente a profetas de ideas tan obvias como Bob Dylan y John Lennon. Porque el rock no nos pide que lo adoremos, sólo que lo disfrutemos, así que piratear o descargar música ilegal no es precisamente un pecado, o si a alguien no le gusta como canta Tom Waits puede decirlo sin miedo de irse al infierno. Cómo será de secular el rock, que existen rockeros cristianos, judíos, budistas, satánicos y de cualquier otra corriente religiosa.
Podremos rocanrolear toda la noche, en la radio seguirán sonando las mismas canciones repitiéndose cada hora, los planetas patrocinados por gaseosas nos invitarán a ser iconoclastas y los oyentes consumirán gaseosas sin saber qué significa iconoclasta o planeta o rock, continuarán los excesos de la fama, los fanáticos que creen que usando cierta ropa sus novias serán tan sensuales como Avril Lavigne, y jamás dejaremos de ver a los que se sienten jóvenes y vanguardistas por ser iguales a otros miles de fotocopias. Para mi beneficio descubrí temprano que tal ideología es inútil, pues el rock murió. Para mi desdicha espero que resucite en tres días.
Amén.
lunes 30 de octubre de 2006, 13:17 COT
Sumercé es todo un conocedor, ala. ¿Qué tal el “rock” de ahora, ese al que le dan tanto bombo en Radioacktiva? Por eso no los querían ni ver en Rock al Parque. Es que a Fear Factory ni lo mencionaban, porque lo más heavy que ponen allá es My Chemical Romance…
lunes 30 de octubre de 2006, 17:58 COT
Bueno, yo nunca he estado de acuerdo con ese término ambiguo de “cultura de masas”, porque entonces hay varias “culturas”. Eso es como cuando la HJCK dice que son la emisora de la “inmensa minoría”. Sería preferible que se autoproclamaran como la “elite culta”.
Ahora, no es que piense que en su post tenga intenciones “excluyentes”, yo lo interpreto como un estado anímico existencialista.
En cuanto a la declaración oficial de muerte del rock, de ser cierto, renacerá de las cenizas como el Ave Fénix, como yo lo ha hecho innumerables veces.
¡Larga vida al rock & roll!
lunes 30 de octubre de 2006, 18:01 COT
It”s still Rock & Roll to me
lunes 30 de octubre de 2006, 20:22 COT
Estoy de acuerdo con Thilo en cuanto a que su post corresponde a un estado anímico existencialista. El rock n” roll es ante todo una postura y una actitud: contestaria y creativa a la vez. Un bambuco, una cumbia hasta un jazz pueden tener actitud rock.
De otro lado, en décadas anteriores el rock como tal tuvo algo muy especial que fue la aceptación tanto comercial como de gusto ante una postura musical, por que el rock fue un fenómeno social, cultural y político tremendo en los 60″s y 70″s, ligado a un romanticismo de cambiar el mundo. Sin embargo ahora los simbolos que antes simbolizaban rebeldía asociada al rock, son meros ganchos publicitarios para vender artistas prefabricados. Sin embargo nuestra pobreza cultural no nos deja ver que el verdadero sentimiento del rock n” roll aún está vivo, lo que pasa es que los artistas que exponen su música son invisibilizados por los grandes monopolios del “entren y miento”. Esto hace que su sentido independiente (actual) le potencie como expresión y postura cultural, social y hasta política.
Keep Rocking!!!!!
jueves 2 de noviembre de 2006, 13:50 COT
Musicalmente me han tocado todas esas evoluciones.
Pero veo que el entorno actual parece no importarle lo anterior y quiciera esplorar sin tener en cuenta lo ya producido.
Lo encuentro en ocasiones carente de elaboracion y calidad y mas una ruta a producir consumo y no dejar huella.