Siete mil millones de personas
ColumnasPor Fabio Villegas Botero
viernes 4 de noviembre de 2011 13:17 COT
Según la ONU, ya hoy pasamos de los 7.000.000.000 de personas en el planeta. Muchas son las sensaciones, pero más deben ser las reflexiones a que nos llame esta cifra astronómica. Muchos se aterran, muy pocos se emocionan. Muchos se alarman porque lo ven como un peligro, muy pocos, como un gran potencial para el futuro. La población empezó a aumentar su crecimiento con la revolución industrial, y se aceleró espectacularmente el siglo pasado, lo que hizo que se hablara de explosión demográfica, con la imagen de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Hace solo pocos años éramos seis mil millones. Sin embargo, para llegar a los ocho mil nos demoraremos bastante más y de ahí a los nueve mil quizás ni lleguemos.
Si miramos hacia atrás, encontramos que por muchísimo tiempo buena parte de la población ni siquiera se consideraba personas. Los europeos que llegaron a América dudaban que fuéramos humanos. A los indígenas se los ignoró o trató como menores de edad, y millones de esclavos eran utilizados como bestias hasta hace menos de 100 años. Hoy, a todos los siete mil millones se nos reconoce la altísima dignidad de personas, que nos hace iguales en derechos, nos confiere la libertad, la posibilidad de ser los artífices de nuestro futuro. Desde 1948, cuando se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, todos los países se los reconocen y hacen respetar a todos y cada uno de sus ciudadanos.
¿Qué significa que haya 7.000.000.000 de personas en el mundo? Que hay siete mil millones de cerebros, la gran mayoría tratando de buscar un mejor vivir, cómo avanzar, cómo crear más riqueza, más conocimientos, más belleza, más felicidad para todos. Significa que hay siete mil millones de corazones mucho más dispuestos a amar y aun a perdonar, que a odiar y hacer el mal a otros. ¡Cuántas palabras de ánimo, cuántos abrazos, cuántos besos! ¡Cuántas familias íntimamente unidas y comprometidas entre los esposos y con los hijos! ¡Cuántas escuelas, colegios y universidades por todo el globo! ¡Cuántos libros, cuántas revistas, cuántos periódicos! ¡Cuánta investigación, cuanta creatividad, cuánta empresa floreciente de todo orden!
Claro que hay gente perversa, que se cometen injusticias, que hay crímenes. Pero cada día hay más voluntad de evitar toda clase de males físicos y morales, de castigar a los culpables, de reparar, al igual que hay más posibilidades, más instituciones para hacerlo. El ruido que hacen unos pocos y que magnifican las casandras de los medios con su amarillismo no pasa de ser algo que pronto se olvida.
No quiero, ni puedo ser insensible al dolor, al sufrimiento de miles y aun millones de personas. A la desigualdad humillante y lacerante en todos los ámbitos. Pero si miramos hacia atrás, el porcentaje de personas que hoy viven una vida mucho más digna, más confortable, más promisoria aumenta sin cesar y nos proyecta a un futuro muy superior. Un abrazo emocionado y fraternal a los miles de millones de hermanos por todo el globo.